jueves, 26 de marzo de 2015

GRÚAS




Han acabado convertidas en parte del paisaje urbano del mundo entero y, sobremanera, de España- Allá donde vayas, enfoques como enfoques, apuntes a lo que apuntes, en medio del cuadro siempre aparece una grúa para estropear la estampa.
En Mieres tenemos una cuantas abandonadas desde hace años, inútiles esqueletos, testigos de unos años locos que no deberían volver, y que ahí están para afear cualquier fotografía. Cierto es que alguna de ellas ha vuelto a la vida recientemente en el raquítico despertar de las edificaciones a medio hacer de La Mayacina.
Grúas sin obras, maquinaria fea y huérfana olvidada por sus propietarios, a merced de lluvias y vientos, gigantes metálicos erigidos sobre pies de barro que hoy nadie quiere. Y cierto es que convivir con una enorme grúa de construcción, con semejante artefacto amenazador en las proximidades de nuestras vivienda, pues como que no es agradable. Pasan los meses, los años, se percibe el deterioro, el desgaste producido por el embate de los elementos y la sensación de inseguridad se incrementa.
Es por ello que las administraciones públicas deberían procurar que esta espantosa maquinaria estuviera en pie el tiempo imprescindible para la ejecución de la obra. Pero, de no haber tal obra, su desmontaje y retorno a los talleres tendría que producirse con celeridad. No puede ser que las grúas que no se utilicen presidan nuestros paisajes y nos acompañen indefinidamente. El que la colocó y no la utiliza, que se la lleve.
Tienen razón los vecinos que se hartan de que pase el tiempo, que las edificaciones no prosperen pero que los restos, las ruinas de lo que pudo ser y no fue, permanezcan. Hay que ser más ágiles y expeditivos con estas cosas que, además, no dejan de entrañar peligro. Porque, qué quieren que les diga, yo no vivo demasiado tranquilo con una grúa de construcción sobrevolando nuestras cabezas. Como que no. Esos cacharros han de tener propietarios, ¿no? Pues que se los lleven a sus casas. Y si un día deciden reiniciar las obras pendientes, que los vuelvan a traer. Pero eso de plantarlos y largarse tranquilamente hasta que escampe no me parece nada bien. Porque una grúa parada indefinidamente no da sensación de actividad pendiente sino de abandono. 

Publicado en La Nueva España de Las Cuencas el 26/3/2014

miércoles, 25 de marzo de 2015

DESCONOCIMIENTO



No se a ustedes pero, en mi caso, el paso de los años está sirviendo para desmontar casi todas las certezas adquiridas. Por ejemplo, hasta ahora tuve entendido que el conocimiento era la base del progreso y el éxito personales. Hoy, aproximándome con paso decidido al medio siglo de vida, me doy cuenta de que estaba equivocado pues, precisamente, la clave del éxito estriba en la ignorancia.
Los beneficiarios de las tarjetas opacas de Cajamadrid no sabían que su utilización para la adquisición de bienes y servicios particulares, además de ser algo poco correcto desde el plano moral, tenía que haber sido sometido al tratamiento fiscal correspondiente. Y eso lo manifiestan unos tipos que ocuparon cargos importantísimos, desde la dirección del FMI hasta el número dos de Hacienda, pasando por cátedras de materia económica, mandamases de grandes empresas y relevantes representantes sindicales. Y, mira tú qué cosas, todos ellos vienen a coincidir en el desconocimiento de la legalidad. Uy, yo qué sabía. Tiré de tarjeta para comprarme un cochazo, pero cómo iba a suponer que eso no era gratis total. Como la lencería. Y las copas en el puticlub. Y los vaciados de los cajeros automáticos. ¿Había que declarar eso? Pues ni la menor idea.
Lo mismo que ahora se va sabiendo del marronazo del Banco de Madrid. Los que tomaban las decisiones eran eminencias en las materias económicas y tributarias. Sin embargo, ninguno vio nada extraño en los movimientos de ingentes cantidades de dinero, de la capital a Andorra y, desde ahí, a los paraísos. Ah, ¿pero eso no es legal? Pues oiga, ni idea.
De un tiempo acá, cada poquito aparecen informaciones sobre la sospechosas relaciones profesionales y mercantiles de unos cuantos ministros, a los que les brotan intereses y negocios muy próximos al ramo de sus carteras. Y vienen los contratos, las adjudicaciones, las concesiones...¿Que podrían ser ilegales? Qué  me dice usted, que me quedo de piedra.
¿Se dan cuenta de que en Asturias nadie sabía nada sobre desvíos de fondos, colocación digital de familiares, subvenciones arbitrariamente concedidas y enriquecimientos ilícitos? Y todos esos que tanto ignoraban eran y son los titulares de los cargos de máxima responsabilidad. ¿Su mérito? Pues precisamente el desconocimiento. Hala, y mientras tanto, tú rompiéndote los cuernos estudiando. Si es que...

Publicado en La Nueva España de Las Cuencas el 25/3/2015

martes, 24 de marzo de 2015

DOS SERES HUMANOS



Me parece que la mayor complicación que encontramos los que nos gusta escribir es la competencia en condiciones de desigualdad de la imagen, tan directa e inmediata, tan gráfica y explícita, que con tan poco tanto es capaz de decir. No en vano, una imagen vale más que mil palabras, o eso calculan. 
Vamos de vuelta a casa tras haber disfrutado del aperitivo sabatino. Delante de nosotros camina un africano corpulento que con una mano arrastra un carro de la compra y con la otra sujeta un racimo de bolsos de imitación. Unos metros más allá, sentado en el suelo junto a un portal hay un español que pide una ayuda para comer, según se puede leer en un pequeño letrero apoyado en una gastada bolsa de deporte. Al llegar a su altura, el africano se detiene, saluda con levedad al hombre en el suelo, se acerca a él y le entrega unas cuantas monedas. Los lugareños, los compatriotas del hombre sentado en la calle, pasan -pasamos- de largo, casi ignorando su presencia o apartando la mirada para evitar la inquietud que produce la visión en directo de un ser humano postrado y necesitado. El africano, que seguramente sabe qué es eso, cómo es la vida vista desde abajo, lo reconoce como a un igual y le ayuda. Y no creo que le sobre el dinero.
Qué escena tan elocuente y significativa y qué incalculable valor contienen esos escasos segundos, la gestualidad casi imperceptible, el cruce de miradas, las breves palabras musitadas. Un negro dando una limosna a un blanco. El inmigrante ayudando al nacional, el pobre que se solidariza con el pobre, un par de hombres que se ven en medio de la invisibilidad, dos seres humanos iguales, de distintos orígenes, de distinto color y supongo que de distintas creencias, pero iguales y unidos por su condición de desheredados de la tierra. 
El africano retoma la marcha en dirección a los bares que concentran a la clientela. A ver si vende un bolso o un cd. El español, inmóvil, lo sigue con la mirada, aún con la mano derecha extendida mientras a su lado pasan -pasamos-, sin aflojar el paso, sus hermanos de carné de identidad. 

Publicado en La Nueva España de Las Cuencas el 24/3/2015

jueves, 19 de marzo de 2015

MORIR EN MADRID



Hijo, me muero. Vaya, no me fastidies ahora. Lo tengo todo ultimado para domiciliarte en Madrid, como hacen las familias pudientes asturianas. Así que no me digas eso y aguanta. Como se te ocurra palmar antes de que te avise, me dejas a dos velas. El piso, la cuenta y la sortija de la abuela van a ir a parar al Principado; yo, con suerte, heredaré el periquito, aunque no tendré ni para el alpiste. 
Ya, hijo, lamento el contratiempo, pero es que me muero en serio, que ya veo la luz. Vamos, no me jorobes, que te volviste a dejar encendida la bombilla de la despensa. Que no te mueres en Asturias, carajo, que me desgracias. Pues llévame a Madrid ahora mismo, porque me muero. Hoy no puede ser, que tengo cena con los compis de la partida de tute. Y mañana me viene fatal porque ya quedé para el vermú en la Bodeguina. Hijo, siento tener que insistir pero no creo que pueda soportar dos días más. Me muero y me muero, y es mi deber comunicarte que va a ser en Mieres. Pues me haces una faena muy gorda. Porque la administración regional es como un lobo hambriento y me va a despedazar en cuanto estires la pata. Hijo, no puedo respirar, me ahogo. Al que van a ahogar es a mí. Venga, que no es para tanto, que tía Custodia me dijo que lo del empadronamiento en su casa era coser y cantar. Como mucho, el miércoles vamos para allá y te mueres a gusto. Hijo, que hoy es viernes, y me temo que sin los pulmones ni el corazón no voy a llegar así como así. Bueno, pues ahorra energías. Y si lo ves muy feo te dejo las llaves del coche y cascas en el asiento del acompañante, y el miércoles no tengo más que arrancar para los madriles. Me niego a espichar dentro de tu coche. Pues que sepas que no pones más que pegas. Y si te empeñas en morirte en Mieres en vez de esperar a que lleguemos a Madrid, para lo que me va a quedar de herencia, me muero yo contigo. Bueno, me parece bien, porque este trance se me va hacer más llevadero en compañía. Pues hala, hazme un sitio.

Publicado en el diario La Nueva España de Las Cuencas el 19/3/2015

martes, 17 de marzo de 2015

CONVERSAR




Afirma Fulgencio Argüelles que hemos perdido la conversación, que la gente ya no se reúne a hablar y, sobre todo, a escuchar, a intercambiar pareceres, a aprender unos de otros. O sea, a conversar. Qué difícil resulta hoy en día salir de la banalidad y los tópicos e ir más allá del cotilleo y la liga de fútbol. Es como si compartir pensamientos, inquietudes y sentimientos estuviera mal visto. Es como un signo de debilidad, cuando no un rollo patatero del que conviene huir. Hablar de política sin gritarse unos a otros, compartir opiniones sobre asuntos relevantes, filosofía, literatura, sociología... Todos llevamos dentro ideas, sentimientos que nos avergüenza dejar salir, pensamientos que no nos atrevemos a contrastar por miedo a la incomprensión. Y nos reunimos una y otra vez evitando sacar a la luz algo interesante, de enjundia, de lo que obliga a darle vueltas al coco. Y nos quedamos siempre en la superficie, en lo fácil de decir y de olvidar.
Tampoco es que conversar esté siendo promocionado, precisamente. Más bien al contrario, los ejemplos que proporcionan los medios de comunicación son lo opuesto, esto es, la congregación de sujetos emisores pero no receptores en lo que se denomina “tertulia”, donde nadie se escucha y de la que todos los intervinientes salen exactamente con las mismas ideas con las que entraron. Porque, como se ha dicho, no se comunican unos con otros, que es el fundamento de la conversación.
Conversar es abrir la mente, los oídos y, finalmente, la boca. Conversar es exponer el pensamiento propio y absorber y digerir el ajeno. Conversar implica, incluso, como dice Fulgencio, llegar a cambiar de opinión ante la evidencia de que lo expuesto por el interlocutor es más acertado. Para que una conversación sea tal pasa necesariamente por la actitud tolerante de los participantes. Conversar requiere libertad; libertad de pensamiento y palabra, apertura a lo nuevo y distinto, predisposición para el entendimiento, para alcanzar los puntos de encuentro. Y el reconocimiento sincero de nuestras propias limitaciones, que uno no lo sabe todo, que nadie está en posesión de la verdad.  
Claro que, con semejantes requisitos, no es de extrañar que ya no conversemos. Libertad, tolerancia, comprensión, entendimiento... Demasiadas y sumamente complicadas exigencias.


Publicado en La Nueva España de Las Cuencas el 17/3/2015

PLANTADOS



Cuentan las lenguas viperinas que Ronald Reagan se apeó del avión y pronunció un discurso dirigido al pueblo colombiano sin percatarse de que acababa de aterrizar en Brasil. Es lo que tienen las giras relámpago, que nunca terminas de saber dónde estás. Pero para eso se paga a los asistentes, que deberían mantener al jefe convenientemente informado. Como el inolvidable “Viva Honduras” de Federico Trillo – que, ahora que caigo, lleva tres años como embajador en el Reino Unido y aún no hemos sabido de graves calamidades diplomáticas, lo cual es pasmoso.
Pasó Pedro Sánchez por La Felguera y dejó un par de mensajes para la posteridad: su orgullo por la honradez del SOMA y su promesa de que la planta de Hunosa no se cerrará si alcanza la presidencia del Gobierno. ¿Sabía el líder socialista dónde estaba? ¿Alguien se molestó en contarle, aunque sólo fuera por encima, algo acerca del estercolero destapado en esta región y, concretamente, en las cuencas mineras? Y eso que sólo se han dado unas cuantas paladas, que vaya usted a saber lo que puede haber más abajo. Las adhesiones inquebrantables y la confianza ciega, así, antes de que todo esté bien saneado, son tan peligrosas como esas fotos que uno se hace abrazado al que luego se revela un quinqui, y que tanta desazón llevan a quienes pretenden hacer carrera política. ¿Y qué demonios es la “planta de Hunosa”? A ver si va a resultar que lo único que no está en riesgo de cierre es lo que no existe. Me cuenta un infiltrado en el mitin que la audiencia aplaudió igual. Que no nos cierra la planta de Hunosa. Eso tiene que ser bueno. Tú aplaude. ¿Pero qué plantas tiene Hunosa? Serán los kiwis y los arándanos de la diversificación. Yo qué se. Pero tú aplaude. Hala, pues aplaudo, pero que sepas que a mi chaval se le da la huerta de maravilla y necesito colocarlo, que me tiene amargado con el mando de la tele, que no lo suelta ni para ir la váter. Pues con más motivo, aplaude.
Llevo tiempo reclamando que los mítines no se financien con dinero público, pues son eventos concebidos para convencer a los ya convencidos. Pero bueno, si son en este plan, ya me gustan más.

Publicado en La Nueva España de Las Cuencas el 15/3/2015

martes, 10 de marzo de 2015

GRATIS. O CASI.



Se dice, y con razón, que la corrupción, por sí sola, prácticamente no resta votos. En Andalucía tienen un tiberio de aquí te espero con los ERE y los cursos de formación, habiendo volado auténticas millonadas que, en principio, estaban destinadas a luchar contra el desempleo. Pues según las encuestas, el PSOE, que gobierna allí desde las primeras elecciones autonómicas, a pesar de todo, volverá a ganar. Y eso que, además, presenta los registros más negativos en casi todas las variables socio económicas. Contra eso poco se puede hacer. Si el pueblo soberano mantiene su confianza en los mismos que, según los números, llevan haciéndolo rematadamente mal desde hace más de treinta años y cree ciertas las afirmaciones de sus tres últimos presidentes, que aseguran que de asuntos turbios ellos no saben ni sospechan, pues hala, a seguir bien.
Por el otro lado tenemos Madrid, la Comunidad Valenciana, Galicia... donde se cuentan por centenares los casos de corrupción en los que aparece algún pepero. Y hablamos de unas cantidades de dinero mareantes. Pues, si bien las encuestas anticipan algunos descensos, no se puede hablar que caídas a plomo, ni mucho menos. Y eso que continúan apareciendo extraños sujetos a los que les toca la lotería hasta ocho veces en dos años. Y así lo reflejan en sus declaraciones de hacienda, como si tal cosa. Y cuela. Toda la vida jugando cada semana y lo más que he rascado ha sido algún reintegro y a estos tipos les cae el gordo cada vez que compran un décimo. Al saber llaman suerte.
Y en Cataluña, a pesar de que Mas está haciendo cuanto puede para estrellar a su partido, hemos de reconocer que, por lo general, a los ilustres imputados que últimamente tanto visitan parlamentos y juzgados, no se les está haciendo la vida imposible. Incluso hay quien los aplaude.
En fin, que hay conductas que, pese a causar un gran escándalo, a la hora de la verdad salen casi gratis. Como la de Celia Villalobos dándole al Candy Crush en horario laboral. Ahí está, inamovible, sabedora de que el alboroto no dura más de una semana. Lo mismo que una gripe normalita. Y es que parece que al común de los españoles le basta con el griterío, dejando de lado la exigencia de responsabilidades.

Publicado en La Nueva España de Las Cuencas el 10/3/2015

QUIÉN PAGA



Procuro evitar ver las imágenes de infelices cristianos decapitados, homosexuales arrojados desde los tejados, rehenes abrasados, etcétera. No estoy dispuesto a caer en lo que precisamente buscan esas bestias. Porque para eso lo graban y difunden. No me tendrán entre su audiencia, al contrario de tanta gente incapaz de resistirse al morbo enfermizo que causa la contemplación, una y otra vez, del cruel final de vidas humanas inocentes.
Y la gran pregunta sigue siendo la de cómo se financian todos estos salvajes para poder costear viajes, proveerse de tantísimo armamento y disponer de sistemas de información y comunicación de lo más avanzados. Porque todo eso cuesta muchísimo dinero. Y, sin duda alguna, si se lograse estrangular los canales por los que llegan los fondos, ya veríamos cuánto tiempo aguantaban.
Nuevamente, los dedos de expertos en la materia vuelven a apuntar hacia los estados absolutistas del Golfo Pérsico, que están comprando, dicen, su tranquilidad y seguridad a quienes las podrían poner el serio peligro. Porque imaginen lo que sucedería si el llamado Estado Islámico diera media vuelta y pusiera rumbo a Arabia Saudí o a los Emiratos, países dominados por unas jerarquías que han caído rendidas a los encantos occidentales, al lujo europeo y al confort americano. De ser ciertas las sospechas, nos hallaríamos en una situación de locos, haciendo negocios con los mismos que sufragan los atentados en nuestros territorios, amén de las infinitas bestialidades cometidas en Siria, Irak, Yemen y varios países africanos, y consintiendo que los cachorros de los amos del petróleo hagan ostentación de sus inmensas riquezas en Europa, atronando la calle Sloane de Londres o la Jungfernstieg de Hamburgo con sus idas y venidas a bordo de ferraris, lamborghinis, bugattis...Qué colosal chifladura sería luchar contra los que nos quieren matar y acoger con los brazos abiertos a los que pagan para que nos maten. Demencial del todo. 
Obviamente, yo no puedo saber de dónde sale el dinero que está financiando esta salvajada, pero por fuerza ha de ser mucho, muchísimo, y de algún modo se está moviendo. Y si somos capaces, gracias a los ojos artificiales que llenan el cielo, de saber si los granos de trigo ruso prosperan debidamente, tiene que haber forma de identificar a los que están firman los sangrientos cheques. 

Publicado en La Nueva España de Las Cuencas el 7/3/2015

jueves, 5 de marzo de 2015

A SU SUERTE



Y más casas de Requejo que se están viniendo abajo, abandonadas a su triste destino, aguantando en pie más por costumbre que por resistencia. Qué lástima que este pueblo no haya sido capaz de dar esplendor a lo más bello que posee. Requejo y La Villa, de haber caído en casi cualquier otro lugar de España, y no digamos del resto de Europa, hoy serían coquetos barrios históricos, restaurados armoniosa y respetuosamente, enclaves de especial encanto, focos atractivos para propios y extraños. Serían nuestros cascos viejos, como los de tantas ciudades y pueblos que se preocuparon de mantenerlos o, en su caso, rescatarlos del olvido. Sin embargo, en Mieres nos las hemos compuesto para hacer exactamente lo contrario, esto es, asistir impávidos al deterioro de lo más significativo de ambos barrios así como consentir la construcción de nuevas edificaciones que terminaron de rematar el despropósito. 
Qué quieren que les diga, no puedo estar de acuerdo con este gusto dominante por lo moderno, aunque sea rematadamente feo. Los recientes edificios de La Mayacina serán lo que sean, tendrán un diseño que es el no va más, pero no son ningún placer para la vista, como sí lo serían las antiguas casinas con sus galerías de madera y sus antojanas. Nos estamos rodeando de construcciones anodinas e impersonales, que perfectamente podrían pasar por las de cualquier extrarradio, que no dicen nada del lugar en el que se levantan. Un bloque más, tan insulso como aquel otro y el de más allá. Es curioso que Mieres siempre se haya distinguido por su acertado diseño en lo que respecta a la forma y distribución de calles y barrios cuando, a su vez, se ha ido cargando la mayor parte de la historia contenida tras sus fachadas. Adiós a la piedra y la madera; vengan el hormigón y el granito funerario. Es como si, avergonzados de nuestros orígenes pueblerinos, en nuestra obsesión por ser la ciudad que no somos, hubiéramos recurrido a una constante cirugía estética. Lo malo es que siempre nos pusimos en manos de los cirujanos más torpes.
Llegará el día en que alguien tome la decisión de recuperar los más bellos barrios mierenses, para que no continúen abandonados a su suerte. Lo malo es que, como tarden más, nada habrá recuperable. 


Publicado en La Nueva España de Las Cuencas el 5/3/2015

miércoles, 4 de marzo de 2015

NO OPINO Y ME CALLO



Lo cierto es que los seres humanos podemos ser increíblemente desconcertantes. Hoy, que disponemos de más información de la que somos capaces de asimilar, puede ser conveniente dedicar algo de tiempo a averiguar qué piensa la gente de la calle sobre tal o cual cosa. Para ello, uno de los modernos medios es entretenerse leyendo los comentarios sobre las noticias que se publican en internet. El repertorio de opiniones es alucinante y las interpretaciones acerca de unos mismos hechos, diametralmente opuestas. Y se aprende mucho, de tal manera que de la casi infinita variedad de posturas es posible obtener unas cuantas ideas sorprendentes, lúcidas, clarificadoras. 
Lo último que me tiene pasmado se podría definir como el abstencionismo activo en internet. A ver si soy capaz de explicarme: Al final de una noticia sobre la situación del nuevo HUCA publicada en la edición digital de La Nueva España, había una cascada de opiniones de los lectores. Entre todas ellas destacaba una, breve, verdaderamente enigmática y que decía: “Prefiero no opinar”. Hala, átame esa mosca por el rabo. El ciudadano en cuestión opinó que prefería no opinar. Pero no pretendiendo opinar, opinó. Porque para no opinar, pues no se opina, no toma uno el ordenador, abre el explorador de internet, entra en LNE.es, busca la noticia, pincha en el enlace, abre el campo para escribir el texto, redacta y envía. Hasta ahora, no opinar era no opinar. O sea, no opinar. Sin embargo, acabo de descubrir que es posible opinar que no se opina. Y, por más vueltas que le doy al tema no acabo de hallar la explicación, qué pasa por la cabeza de un individuo que, tras leer una noticia decide expresar su parecer y, una vez concluido el correspondiente desarrollo intelectual, se sienta ante el teclado y escribe “prefiero no opinar”. ¿Qué sentido tiene? Como el segundo comentario misterioso que encontré: “Me voy a callar, porque como me ponga a hablar...” Y así me dejó, sin hablar lo que callaba, opinando que mejor se mantenía en silencio. Hombre, eso no se hace; sin inquietante es leer que alguien opina que no opina, opinar que uno se calla para no hablar es dejarle a uno con la miel en los labios.


Publicado en La Nueva España de Las Cuencas el 4/3/2015

lunes, 2 de marzo de 2015

UN POCO DE REPASO




Bueno, he ido aplazando este delicado asunto pero creo que no debo demorarlo más. Ha llegado el momento de darle un repasillo al código de la circulación, porque se nos está olvidando. A ver, los intermitentes no forman parte del equipamiento opcional del coche y son de gran utilidad para el resto de conductores. Ya, tú ya sabes adónde vas, pero ten presente que el sentido de este ingenioso mecanismo es informar a los demás de sus intenciones. Y con la debida anticipación. Así se evitan frenazos, sustos y golpes. Tú prueba a usarlos y verás qué bien. Otra cosa: hemos de recuperar el hábito de respetar los pasos de cebra y permitir que los viandantes crucen la calle. Y no, eso de mirar hacia otro lado, como que no te diste cuenta de que hay peatones queriendo cruzar, no cuela. Es curioso que, si bien está demostrado que los hombres somos muchísimo más imprudentes al volante que las féminas, según mi experiencia personal, son precisamente ellas las que menos se detienen en los pasos de cebra. Y siguen su camino con la mirada perdida Dios sabe dónde, fingiendo no haber visto a nadie. Sabemos que nos has visto, pero como que te fastidia tener que levantar el pie del acelerador, pisar el freno y permitirnos cambiar de acera. Y si tienes coche nuevo, de esos que vienen con luces diurnas incorporadas, deberías saber que el término diurno se refiere al día y que, al atardecer, al caer la luz del sol, has de encender los faros de toda la vida. Por tu bien y el de los demás. No se trata sólo de si tú ves más o menos; que te veamos nosotros es lo que debería importarte. Y deja el móvil, por lo que más quieras, que te vas a tragar una farola o, peor, vas a sentar a alguien en el capó. Porque seguro que ese guasap que acaba de pitar puede esperar respuesta. Y cede el paso, hombre, que no pasa nada por ralentizar un poco la marcha y permitir que otros conductores vayan avanzando. Y, ante la duda de “viene uno, ¿me dará tiempo o no?”, espera. No perderás más que unos pocos segundos y puedes evitarte un buen disgusto. Que vamos como locos. 

Publicado en La Nueva España de las Cuencas el 1/3/2015

EN COMISIÓN

(No hallo un modo más acertado de ilustrar este escrito que recurriendo al genial Forges).



“Si quieres que algo no se resuelva jamás, crea una comisión”. Qué bien traída. 
El parlamento catalán está decidido a hacer el ridículo con la suya sobre los pujoles. El despiporre. De ahí no sale nada de sustancia, salvo algún guión para el Club de la Comedia. Y la comisión del parlamento asturiano que “investiga” –sí, entrecomillado- el destino de los fondos mineros y el origen de las fortunas de los Villa-Postigo, como era previsible, es un pitorreo. Porque los comparecientes van allá a cachondearse y a soltar unas tonterías espectaculares. Los únicos certeros en sus declaraciones han sido precisamente los Villa-Postigo, que no abrieron la boca, al menos en sede parlamentaria, porque el acaudalado ex presidente del Montepío a la salida no pudo reprimirse y eructó. Tampoco se esperaba mucho más de él, por cierto.
Para los antiguos cargos políticos relacionados con el destino de los fondos mineros todo se hizo bien y limpiamente. A la vista está. De maravilla. Ni asomo de arrepentimiento u objeción sobre lo llevado y, sobre todo, no llevado a cabo. Y los próximos a los Viila-Postigo, como los monos de Gibraltar. Ni en el partido, ni en el sindicato, nadie sabía nada de sus andanzas, nadie sospechó nada, a nadie le pareció nada raro. Vamos, que de no haberse presentado el del síndrome confusional con el dinero en bolsas para su reciclaje, estaríamos ante el crimen perfecto.
Y si burlesca ha sido la participación de la, llamémosla, defensa, un fiasco resultó la intervención de los comparecientes acusadores y, en particular, la de Saavedra, una persona que acumula tanto conocimiento de causa como rencor y que el día en que tomó asiento para declarar olvidó aflojar el pitorro de la olla exprés para liberar la presión contenida. Y salió lo que salió. Mucho aspaviento, más dianas que balas y escasa chicha. Demasiado arroz para tan poco pollo. Una gran oportunidad perdida de que se vieran las muchas vergüenzas, con pelos y señales, que permanecen ocultas. Es curioso, y es algo en lo que insistimos los abogados, lo fácil que se va al garete un testimonio por un problema de formas, que acaban diluyendo el contenido.
En fin, que gracias a una comisión, todo sigue como estaba, para sorpresa de...nadie.

Publicado en La Nueva España de las Cuencas el 28/2/2015