martes, 22 de mayo de 2018

CONTRADICCIONES




Es curioso que la misma persona que de modo tan enérgico se manifestaba en contra de la pena de prisión permanente revisable, cinco minutos después exigía una condena enorme para los malnacidos de “la manada”. “Merecen morir” – exclamó. Y yo, en el fondo, no estaba en desacuerdo del todo. Pero ya que hemos de dar cierto ejemplo evolutivo, descartada la pena de muerte, por aquello de que nadie tiene derecho a arrebatarle la vida a un semejante, por muy malo que sea, reconozco, y creo haberlo manifestado en ocasiones precedentes, que hay criminales que no cambian, para los que no existe terapia que modere la tormenta de esas cabezas que no piensan más que en causar dolor y miedo. Un violador, alguien que abusa sexualmente de niños, un elemento que siente placer torturando a otra persona, una piara de cobardes que se excita desgraciando la vida de una chica, un monstruo que trafica con seres humanos para satisfacer la demanda de una clientela de depravados anormales, deberían ser apartados definitivamente de la circulación. Porque creo que no hay cura para el que disfruta cometiendo semejantes atrocidades. Y, como pongan otra vez los pies en la calle, existe grave riesgo de que vuelvan a las andadas. Porque algo dentro de esas cabezas no funciona bien. Y bastante piadosa es una sociedad, me parece, que a la pena de prisión permanente añade el término “revisable”. “Habría que hacerles lo mismo que hicieron”, “habría que castrarlos”, “habría que dejarlos en manos de las víctimas y sus familias”, “habría que colgarlos”. No. No creo que sea recomendable llegar a esos extremos. Pero sí, como medida de autoprotección social, apartarlos, llevarlos a un lugar en el que no puedan hacer más daño que a sí mismos. No es venganza, sino defensa. Y entonces te das de bruces con algo tan contradictorio como que haya condenados por delitos económicos cumpliendo penas más duras que las de los criminales sexuales. El dinero es sólo dinero. No está bien robarlo pero siempre se puede reponer. Por el contrario, la vida es irreemplazable. Y el inmenso y permanente sufrimiento de las víctimas de estos depredadores no se puede despachar con una temporadita a la sombra y unos cursos de reciclaje. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 17/5/2018


lunes, 21 de mayo de 2018

HOLGURA




Lo de hoy va de salud pública, principalmente ocular y mental. Lo mejor de Tierno Galván como Alcalde de Madrid en aquellos inquietos años de la Movida fueron, sin duda, sus bandos. Eran tan buenos que la gente se arremolinaba en la calle a leerlos. Recuerdo uno en particular, en el que, con un finísimo sentido del humor y excelente redacción, recomendaba a las féminas madrileñas, llegados los calores primaverales, cierta moderación en el vestir –o, mejor dicho, en el desvestir-, con el fin de evitar las distracciones de los conductores. Un bando impensable en los actuales tiempos de libertad vigilada. Bueno, pues yo quisiera hacer ver a la población que los leggins no sientan bien a todo el mundo. Es más, creo que deberían tener una limitación de tonelaje. Un culo de un metro cúbico está mejor, sobre todo para la sensibilidad ajena, cubierto con cierta holgura. Porque tenemos la calle repleta de morcillas andantes. Y, la verdad, no hace bonito. Lo mismo que las camisetas de licra, bien ceñidas al cuerpo. Pero hombre, que tenemos la barriga con dobladillo por debajo del ombligo, que llevamos todo el invierno sin mover nada más que la mandíbula y ahora me vienes con esa camiseta que te hace parecer un embutido pasado de fecha. Holgura, por favor y por respeto al prójimo. Porque, además, quieras o no, se te van los ojos hacia los tremendos traseros de unas y los panzones de los otros. Es como fijarte en un ojo bizco o una espinilla, que no hay manera de reprimirlo. Y ahí viene el daño ocular y, lo que es peor, la lesión cerebral. Son visiones que entran y no salen, que no se olvidan así como así, y que alteran la función cognitiva. Es un hecho que la población está gorda. Pero desengañémonos: esa ropa superapretada no nos hace más delgados. Al contrario, lo pone peor: además de gordos, feos, algo que convendría evitar. Las prendas ajustadas están pensadas para físicos normales y en forma. Si estás hecho un manatí, te sientan como un tiro. No es sólo cosa mía. Consulten con sus médicos y ya verán cómo les imponen dieta y ejercicio. Los leggins y las camisetas, para más adelante.  

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 20/5/2018