miércoles, 4 de marzo de 2015

NO OPINO Y ME CALLO



Lo cierto es que los seres humanos podemos ser increíblemente desconcertantes. Hoy, que disponemos de más información de la que somos capaces de asimilar, puede ser conveniente dedicar algo de tiempo a averiguar qué piensa la gente de la calle sobre tal o cual cosa. Para ello, uno de los modernos medios es entretenerse leyendo los comentarios sobre las noticias que se publican en internet. El repertorio de opiniones es alucinante y las interpretaciones acerca de unos mismos hechos, diametralmente opuestas. Y se aprende mucho, de tal manera que de la casi infinita variedad de posturas es posible obtener unas cuantas ideas sorprendentes, lúcidas, clarificadoras. 
Lo último que me tiene pasmado se podría definir como el abstencionismo activo en internet. A ver si soy capaz de explicarme: Al final de una noticia sobre la situación del nuevo HUCA publicada en la edición digital de La Nueva España, había una cascada de opiniones de los lectores. Entre todas ellas destacaba una, breve, verdaderamente enigmática y que decía: “Prefiero no opinar”. Hala, átame esa mosca por el rabo. El ciudadano en cuestión opinó que prefería no opinar. Pero no pretendiendo opinar, opinó. Porque para no opinar, pues no se opina, no toma uno el ordenador, abre el explorador de internet, entra en LNE.es, busca la noticia, pincha en el enlace, abre el campo para escribir el texto, redacta y envía. Hasta ahora, no opinar era no opinar. O sea, no opinar. Sin embargo, acabo de descubrir que es posible opinar que no se opina. Y, por más vueltas que le doy al tema no acabo de hallar la explicación, qué pasa por la cabeza de un individuo que, tras leer una noticia decide expresar su parecer y, una vez concluido el correspondiente desarrollo intelectual, se sienta ante el teclado y escribe “prefiero no opinar”. ¿Qué sentido tiene? Como el segundo comentario misterioso que encontré: “Me voy a callar, porque como me ponga a hablar...” Y así me dejó, sin hablar lo que callaba, opinando que mejor se mantenía en silencio. Hombre, eso no se hace; sin inquietante es leer que alguien opina que no opina, opinar que uno se calla para no hablar es dejarle a uno con la miel en los labios.


Publicado en La Nueva España de Las Cuencas el 4/3/2015

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