martes, 24 de marzo de 2015

DOS SERES HUMANOS



Me parece que la mayor complicación que encontramos los que nos gusta escribir es la competencia en condiciones de desigualdad de la imagen, tan directa e inmediata, tan gráfica y explícita, que con tan poco tanto es capaz de decir. No en vano, una imagen vale más que mil palabras, o eso calculan. 
Vamos de vuelta a casa tras haber disfrutado del aperitivo sabatino. Delante de nosotros camina un africano corpulento que con una mano arrastra un carro de la compra y con la otra sujeta un racimo de bolsos de imitación. Unos metros más allá, sentado en el suelo junto a un portal hay un español que pide una ayuda para comer, según se puede leer en un pequeño letrero apoyado en una gastada bolsa de deporte. Al llegar a su altura, el africano se detiene, saluda con levedad al hombre en el suelo, se acerca a él y le entrega unas cuantas monedas. Los lugareños, los compatriotas del hombre sentado en la calle, pasan -pasamos- de largo, casi ignorando su presencia o apartando la mirada para evitar la inquietud que produce la visión en directo de un ser humano postrado y necesitado. El africano, que seguramente sabe qué es eso, cómo es la vida vista desde abajo, lo reconoce como a un igual y le ayuda. Y no creo que le sobre el dinero.
Qué escena tan elocuente y significativa y qué incalculable valor contienen esos escasos segundos, la gestualidad casi imperceptible, el cruce de miradas, las breves palabras musitadas. Un negro dando una limosna a un blanco. El inmigrante ayudando al nacional, el pobre que se solidariza con el pobre, un par de hombres que se ven en medio de la invisibilidad, dos seres humanos iguales, de distintos orígenes, de distinto color y supongo que de distintas creencias, pero iguales y unidos por su condición de desheredados de la tierra. 
El africano retoma la marcha en dirección a los bares que concentran a la clientela. A ver si vende un bolso o un cd. El español, inmóvil, lo sigue con la mirada, aún con la mano derecha extendida mientras a su lado pasan -pasamos-, sin aflojar el paso, sus hermanos de carné de identidad. 

Publicado en La Nueva España de Las Cuencas el 24/3/2015

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