martes, 28 de febrero de 2012

GUERRILLEROS

Me entero por la tele de que en Berlín existe un grupo de guerrilleros jardineros. Sí, soy consciente de que suena raro y no se trata de un error: guerrilleros jardineros. Su lucha consiste en tomar al asalto parterres sucios, zonas verdes descuidadas, jardines abandonados y, arriesgándose a ser detenidos por la policía, hermosearlos, limpiarlos, repoblarlos de plantas y flores. Así, con estas acciones, consideran que ponen en evidencia al poder público, que le sacan los colores a la indolente e inoperante administración. A los ojos de un español normal estos tipos son unos idiotas. ¿A quién se le ocurre protestar embelleciendo las ciudades? Lo suyo es dejarlo todo hecho un asco, romper las cabinas telefónicas, pintarrajear las paredes, volcar los contenedores de basura. Lo de estos chiflados berlineses es como lo de los japoneses y sus huelgas desquiciadas.
Hace unos días, a la inefable Ana Botella se le ocurrió plantear la conveniencia de recurrir a voluntarios para atender determinados servicios, como bibliotecas, dado que a las administraciones no les alcanza la pasta para tanto empleado. La risotada general fue inmediata. ¿Trabajar gratis? Vamos anda, Anina, mira a ver qué te has tomado que te produce alucinaciones. Antes se cierra la biblioteca que pasar por semejante vergüenza.
Hace años, en un recorrido por Suiza nos contaron que se constituyen brigadas de voluntarios que dedican las mañanas de los fines de semana al adecentamiento de las rotondas de carreteras y autopistas. Las carcajadas dentro del autobús repleto de españoles pudieron escucharse fuera. “Estos suizos son bobos” –exclamó alguien y los cincuenta pasajeros reímos al unísono. Además de pagar impuestos, pasan la escoba a las cunetas. Ya saben, ese dicho tan cierto, tan español y tan malsonante de “yo, donde pago, cago” resulta incompatible con el modo de entender la vida en común más allá de nuestras fronteras. Aquello está limpio; esto lo tenemos hecho un asco. Ellos, además de ensuciar menos, limpian incluso gratis. Nosotros no tenemos miramientos a la hora de ensuciar, pero protestamos por la falta de limpieza. Para eso pagamos impuestos. Y de ayudar a cuidar los jardines, ni hablar. Hay principios por los que vale la pena morir, aunque sea rodeados de mierda.


Publicado LNE 28/02/2012

DISLEXIA

Lo mío es de nacimiento. Me traigo un lío espantoso entre la izquierda y la derecha. En clase de baile, es marcar el profesor un paso con un pie que yo arranco con el otro.  Y como la combinación de movimientos incluya un cambio de manos, garantizado que lo haré al revés. Porque soy disléxico. De leve a moderado, pero disléxico. En algún momento de mi existencia intrauterina debí de ser zurdo, algo que terminó grabándose en la sesera y que me afecta en la vida ordinaria. Porque miren que tiene gracia, que para mis funciones habituales no necesito ponerme a pensar, salvo para acertar con la izquierda y la derecha. Lo mismo le pasa a mi padre. De pequeño creía que eso de ir sistemáticamente en la dirección opuesta a la que indicaba mi madre (el navegador gps de la época), era por una cuestión de rebeldía. Hasta que descubrimos que si, además de decir “a la izquierda” señalábamos con la mano, respondía a la perfección. O no,  pero eso ya era por tocarnos las narices.
El otro día, un tipo que sabe mogollón de psiquiatría, porque, dicen, hace años leyó un libro sobre la materia, desveló el misterio que me amohína desde mi primera juventud, eso de no saber si soy de izquierdas o de derechas. O las dos cosas a la vez. “Eso ye de la dislexia, rapacín” – aseveró con una seguridad absoluta. “Lo tuyo ye de nacimiento. Y, lo peor de todo, nun tien remedio. Date por jodido”. “¿Por qué? – pregunté sobresaltado ante semejante augurio. “Porque un puntu que de natural nun sabe pa onde ta revueltu, si ye de estos o de aquellos, tienlo chunguísimo. Pa prosperar hay que arrimarse y tener los conceptos claros. Y una vez acomodau ya se pue uno confundir tó lo que quiera”.  El razonamiento me abrió los ojos de par en par. De repente, lo entendí todo. Por qué soy así y por qué otros son asá. Esa limitación tan mía a la hora de la militancia, que ni con unos ni con otros. Es la puñetera dislexia. Ahora, teniendo al menos esto claro, voy a ver si me saco una paga. Ay, qué malito estoy.


Publicado LNE 26/02/2012

¿QUÉ HACER?

Comenzaré afirmando que no tengo la menor idea sobre cómo solucionar el problema del paro. Eso sí, es evidente que la cosa no funciona, que el coche intenta avanzar con las ruedas pinchadas y que, en consecuencia, algo hay que hacer.    
¿Es la reforma laboral aprobada por el Gobierno el remedio? Pues no lo sé. La verdad, no tiene pinta pero, puesto que no soy adivino, difícilmente puedo anticipar el escenario de dentro de un par de años y afirmar categóricamente si los cambios serán para bien o para mal. El sentido común me lleva a pensar en la conveniencia de imitar la regulación de países que no padecen la lacra del desempleo. Holanda o Noruega protegen a sus trabajadores y mantienen engrasada la relación empleador – empleado, de modo que lo que le va bien a uno repercute positivamente en el otro, y viceversa. Porque la relación laboral es, por bemoles, una vía de doble dirección, una recíproca combinación de derechos y obligaciones, algo no siempre entendido en España. Y puesto que ambas partes están condenadas a entenderse, por su propio interés, en vez de jugar a estrechar la vía por un sentido o por el otro, ésta debería conservar siempre una anchura que facilite la fluidez y la seguridad para todos.
¿Qué hacen en otros países para no sufrir nuestros problemas? Por ahí deberíamos comenzar. Y dejarnos de pamplinas, de medidas pasajeras y cambios de los cambios. Necesitamos un sistema integral, un régimen laboral nuevo de principio a fin, algo que se parezca lo más posible a lo que se tienen en marcha los que saben de esto.
Y, entre tanto, me gustaría que nuestros sindicatos elaboraran su propio régimen laboral. Además de llevar años intentando, o eso dicen, alcanzar acuerdos con la patronal y de oponerse a las medidas de los diversos gobiernos, bien podrían mostrarnos su propuesta, el articulado normativo que la representación de los trabajadores españoles entiende más adecuado para combatir el paro, garantizar los derechos de los empleados y favorecer a prosperidad de nuestro sistema económico. Disponen de medios, personal especializado y experiencia –trabajando y viendo trabajar- para hacerlo. Porque, para estar o no de acuerdo con ellos, necesitaría conocer sus soluciones.


Publicado LNE 25/02/2012

miércoles, 22 de febrero de 2012

EL FINAL

Esta vez va en serio. Anteriores vaticinios se caían por su propio peso, pero en esta ocasión todo indica que deberíamos dejar de tomárnoslo a cachondeo. El mundo se acaba el próximo 21 de diciembre. No llegamos ni a la lotería de Navidad. Lo dijeron los mayas hace un porrón de años y, vaya usted a saber por qué, van a estar en lo cierto. Y a las pruebas me remito. Que el augurio provenga de una extinta civilización no tendría mayor relevancia, a no ser que en la actualidad haya claras evidencias que lo ratifiquen. Y entre todas ellas, una fundamental e incontestable: los bancos han dejado de conceder préstamos. Eso sólo puede significar que saben de buena tinta –y la calidad de su información suele ser de primera- que todo se acaba, que el planeta está en las últimas. En consecuencia, la gente no va a devolver los créditos. No es que el sistema financiero internacional esté reseco ni que la banca esté utilizando los fondos públicos para sanear sus cuentas; tienen la certeza de que el 21 de diciembre se irá todo al carajo y los banqueros están haciendo lo que mejor saben hacer: quedarse con toda la pasta por si en el más allá hiciera falta liquidez y pueden volver a hacer negocios. Por ello, además de su propio dinero, que no es poco, se están quedando con el nuestro. Y con las escrituras de los pisos.
Es la prueba irrefutable del inminente final. Así que, señoras y señores, como es inútil luchar contra el terco destino, olvidemos el futuro y aprovechemos lo que nos queda de existencia. La crisis es una pamplina. Qué sentido tiene asegurar que a partir de 2013 comenzaremos a salir de ella si para entonces no seremos más que polvo de estrellas. A vivir, que son dos días. Ni planes de pensiones, ni propósitos más allá de la fatídica fecha. A darle caña a esta perra vida y a despedirnos a lo grande. Yo estoy decidido a tirar la casa por la ventana. Desde luego, aquí no voy a dejar nada. Me lo fundo y en diciembre trasciendo sin un céntimo. Total, supongo que no habrá que pagar peaje, digo yo.


Publicado LNE 22/2/2012

TRUCO

La misma joven que atendía la recepción del hotel a las dos de la tarde, a las seis acompañaba a los huéspedes recién llegados a sus alojamientos. Y la camarera que llevaba el obsequio de bienvenida a las habitaciones también atendía el bar y el servicio del salón contiguo.
Por la noche, a partir de las nueve, ambas se ocupaban de las catorce mesas del comedor. Dos turnos de cenas, además del bar y la recepción. Dos personas para todo eso. Con razón tenemos un nivel de paro bestial.
Recuerdo que en un viaje por el extranjero hicimos noche en un hotel de una cadena española. Fue el único escaso de personal, curiosamente. En los restantes, las plantillas eran abundantes. Y el hotel español no era más barato.
Si, por ejemplo, comparamos el personal habitual de una sidrería media asturiana y el de una cervecería bávara de tipo medio, en la segunda hay el doble de trabajadores que en la primera. Pero los precios no son superiores.
La misma situación es extrapolable a todo tipo de empresas y negocios. Aunque, sorprendentemente, no hay diferencias de precios que justifiquen lo que ocurre. Lo que uno compra allá cuesta más o menos lo mismo que aquí, los sueldos de allá son bastante más altos y, sin embargo, no verán tiendas barridas de dependientes ni cafeterías atendidas por un único camarero. ¿Cómo se las arreglan? Lo desconozco. ¿Cómo es posible que un empleador español deba obrar milagros para pagar a menos trabajadores de los que realmente necesita mientras que a uno francés o alemán le llega y le sobra?
Tiene que haber truco. Un truco que nosotros desconocemos pero que, mientras no seamos capaces de averiguarlo, nos condena al desempleo masivo.
Lo entendería si las diferencias de precio entre España y el resto de Europa fueran grandes. Pero hoy en día no es así. Es más, hay bastantes posibilidades de comer en un pueblo francés por menos dinero que en uno español, por ejemplo. Y con el doble de personal en el restaurante.
Aquí lo tenemos tan mal montado que llegamos a la estúpida situación de que el trabajador es una carga para el empresario. Y ambos, enemigos.


Publicado LNE 19/2/2012

ALEGRÍAS

El Tribunal Supremo ha condenado a Garzón a once años de inhabilitación. La pena capital para un juez. Independientemente de la justicia y la proporcionalidad de la pena, de la gravedad del delito, de los motivos que condujeron a esta situación, me resulta muy difícil de entender que haya tanta gente que se alegre. Las dos españas están de lo más activo, y una de ellas aplaude de modo entusiasta la condena mientras que la otra pone a parir a los juzgadores. Exactamente lo mismo, pero invirtiendo los bandos, aconteció con la inhabilitación por prevaricación del también juez de la Audiencia Nacional Gómez de Liaño, en la que participó activamente su entonces compañero Garzón. Los que hoy protestan exigían su decapitación profesional en tanto que los que festejan denunciaban persecuciones, conspiraciones e injusticias. Los fallos de los tribunales acaban siendo como el resultado de un partido de fútbol: unos lo celebran por todo lo alto y otros se quejan del árbitro.
Pero esto no es fútbol. Hablamos de la administración de justicia, de jueces y tribunales considerados buenos o malos, independientes o simples mandadillos, según sea el sentido de sus sentencias. Es un juego muy peligroso. Los españoles tenemos un puntito suicida bastante marcado. Nos gusta llevar ciertas cosas hasta el extremo, forzarlas al límite, aunque la propia supervivencia del Estado pueda estar en peligro. Estiramos el asunto autonómico hasta rozar el desgajamiento nacional, cuestionamos, a rachas, todas las instituciones, comenzando por la monarquía, jugueteamos con los pilares de nuestra sociedad y, en general,  sobre cualquier tema de mediana relevancia siempre hay dos posturas enfrentadas e impermeables. Dos conceptos ideológicos, dos formas de entender la vida, dos bandos ansiosos de poder que no se ponen de acuerdo jamás. Ni siquiera lo intentan.
Es triste que un juez sea condenado, por muy Garzón o Liaño que se llame. Como lo es la inhabilitación de un médico o la suspensión de empleo de un profesor. Se podrá estar conforme o no, pero de ahí a la celebración media un abismo de sinrazón.
Por cierto que, años después, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos consideró que el juez Gómez de Liaño no tuvo un juicio imparcial y condenó al Estado español. Como para alegrarse, ¿no creen?


Publicado LNE 18/2/2012

ARRUGAS Y OJERAS

Qué atractivo tendrá el poder político para que algunos vendan su alma al diablo si es preciso con tal de alcanzarlo. Yo, la verdad, no lo entiendo. Échenle un vistazo a nuestros más relevantes representantes y, a continuación, busquen fotografías de tiempo atrás. El deterioro físico es evidente. El antes y el después de nuestros presidentes del Gobierno resulta aterrador. Llegan a la Moncloa como buenos mozos y salen hechos fosfatina. Y a lo largo del mandato aparecen y se desarrollan canas, calvas, unas ojeras que van desprendiéndose hasta tocar el suelo y un color de piel tirando a gris verdoso. Del panorama nacional, únicamente Bono ha seguido el proceso inverso y ahora está de un lozano que asusta.
Sin embargo, es pasar a la reserva y espolletar de inmediato. El inolvidable Adolfo Suárez dimitió hecho unos zorros, extenuado tras luchar solo contra todos y vilmente traicionado por los suyos. Lástima de enfermedad, porque físicamente resucitó el día que dejó la presidencia del Gobierno. Felipe González, ojeroso, ceñudo, canoso, cabreado y agotado cuando perdió las elecciones, fue recuperando el tono hasta convertirse en una especie de Briatore pseudo intelectual. Lo de Aznar ha sido la monda: salió como un guiñapo tras el fuera de combate del 11-14 M y miren cómo lo tenemos ahora, todo un tarzán, el rey del abdominal. Ahora será su mujer la que pague la factura física del cargo. Por último, todavía es pronto para analizar la evolución del ínclito ZP. Pero, aun habiéndonos dejado la casa como un solar, ya verán como recobra el aspecto saludable. El Consejo de Estado es un lugar excelente para reponerse: se gana más y se vive apaciblemente. Su compañera De la Vega le precedió en el camino al retiro dorado y fíjense en su transformación, que como no renueve la foto del pasaporte se las va a ver negras en alguna aduana.
Por ello, me pregunto qué fascinación provoca en poder que los hay que arriesgan la salud por aferrarse a él. Acaso sea lo que viene después, al abandonarlo. Como la sensación de alivio que se experimenta al liberarse de la chaqueta, la corbata y los zapatos para sustituirlos por el chándal y las zapatillas.


Publicado LNE 15/2/2012

martes, 14 de febrero de 2012

ORGULLO

                                             

Cómo me gusta comprobar que habito en un país vivo, dinámico y luchador. La reacción general a la afrenta gabacha ha sido inmediata. Burlarse de nuestros deportistas millonarios y osar poner en tela de juicio la limpieza de su sangre y orina es agraviar a España entera. Y las nacionalidades históricas, las autonomías, el centro, la periferia, las ínsulas y la península se funden en un único ente que, al grito de “¡la madre que parió a los franceses!”, exhibe toda su fiereza. Pues no saben los franchutes con quién se están metiendo. Si fueran camioneros a los que vuelcan la fruta, pase; policías deportados por rastrear a los etarras, pues vale; turistas a los que clavan doce euros por una miseria de café en el bulevar Saint Germaine, que les den. Pero a nuestros deportistas profesionales no los dejamos solos. Esos chicos, por más que les salga el dinero por las orejas, merecen ser arropados por España entera.
Se trata de orgullo patrio bien entendido, bandera que ha de ondear alto cuando la ocasión lo requiere, en las grandes encrucijadas, en los momentos decisivos para una nación. Y que se dude de la honestidad de Contador, que se cachondeen del mega brazo izquierdo de Nadal, que se mofen de nuestros campeones mundiales es una provocación que no merece otra cosa que venganza. Y si los que se ríen son, para colmo, gabachos, entonces, cualquier reacción, por brutal que parezca, está completamente justificada.
Ni crisis, ni paro, ni deuda, ni recortes, ni gaitas; España hace piña con sus deportistas mejor pagados, algunos de ellos con la residencia fiscal en exóticos lugares.
Siendo testigo de la furibunda respuesta a la afrenta de los envidiosos franceses, que no ganan ni a la petanca y que son constantemente humillados por españoles en cualquier competición deportiva, en especial, las celebradas en Francia,  experimento la emoción del orgullo de ser español. Porque se nota que estamos a lo que estamos, a proteger a los que tienen mucho, a defender a quienes se pueden costear excelentes defensas, a dar la cara por los privilegiados.
Los franceses, que se burlen de asuntos menores como el desempleo o la corrupción. Pero a nuestros chicos ricos, ni tocarlos.    


Publicado LNE 14/02/2012

miércoles, 1 de febrero de 2012

UN AÑO EN BLANCO

Lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible. Un partido recién fundado, compuesto por rebotados de otras formaciones, que en cuatro meses gana unas elecciones, no está en condiciones de gobernar, de ocupar razonablemente las parcelas de poder pues aún carece de estructura y de organización humana preparada para afrontar semejante tarea en tan poco tiempo. Un individuo que jamás se caracterizó por sus habilidades negociadoras ni por su flexibilidad, difícilmente es capaz de alcanzar acuerdos, a pesar de gobernar en minoría. Las dos resultantes de una gresca más personal que política lo tienen muy complicado para entenderse. Tal milagro sólo podría producirse en el supuesto de que la inteligencia, el sentido común y de responsabilidad y el amor a una tierra prevalecieran sobre intereses más bajos. Y visto el pelaje de los contendientes en esta batalla, no hay milagro que valga.
Foro Asturias ganó. Por poco, pero ganó. Y ha pretendido que esa victoria no dejara de escocer a los derrotados, aunque olvidando lo apretado del marcador, la exigua diferencia. El PP asturiano, cuya incapacidad política está acreditada a lo largo de los años, ha permitido que Cascos se fuera desangrando como consecuencia de sus propios errores. Hoy, una leve presión sobre el cuello es suficiente para conducirlo a la asfixia. Y, esperan ellos, la gran marea pepera a nivel nacional hará el resto.
Entre tanto, lo malo conocido, el PSOE, asiste al combate y su desenlace preparado para abrir el zurrón y recibir de buen grado los votos de sus indignados, esos que se fueron el año pasado con el cabreo casquista, pero que ahora es posible que retornen, visto lo visto. Javier Fernández tiene razón: las dos veces que la derecha gobernó en Asturias, la cosa acabó como el rosario de la aurora. Y la primera de ellas, con los socialistas de nuevo en el poder, no lo olvidemos. Esta puede ser la segunda.
Porque, miren que lo malo conocido es malo. Malo es poco: pésimo. Pero Foro y PP están empeñados en ser peores aún. Y, entre tanto, hemos pasado un año en blanco, desgobernados, en el momento más inoportuno para enfangarnos en crisis políticas.


Publicado LNE 01/02/2012

AHÍ, HAY, ¡AY!

Cuando escuché la frase “toca limpieza general” sentí un escalofrío desde el cuero cabelludo hasta las plantas de los pies. Porque uno es conocedor de que la suciedad tiene la fea costumbre de acumularse en los lugares más inaccesibles, allá donde hay que mover muebles y objetos pesados para llevar a cabo la faena con cierto éxito.
Horas después mis temores se hicieron realidad. Entre la aspiradora y las pelusas de polvo se interponía un sofá de tres plazas. Determinado a dar solución al asunto cuanto antes para así poder volver a no hacer nada, apliqué mi extraordinaria potencia muscular para alzar el trasto. Un tipo de constitución hercúlea como yo no se arredra ante un montón de madera recubierto de tela. Y fue entonces cuando, al iniciar la fase de alzamiento, oí un extraño crujido, como un crack, seguido de inmediato por un punzante dolor en la región lumbar izquierda. “¡Ay! - grité”. “¿Qué hay?”- contestó. “Hay, ¡ay!” – respondí con voz lastimera. Al observarme en aquella extraña postura, doblado por la mitad como una ele invertida, ella dedujo que algo no iba del todo bien. “¿Te pasa algo?” –se interesó. El dolor era tan agudo que me afectó al habla. “¡Ay! Ahí” – traté de explicar, señalando la zona afectada. Presta a auxiliarme, soltó la fregona para posar sus manos sobre la parte inferior de mi espalda. “¿Ahí?” – sus dedos exploraban buscando alguna señal de la avería. “¡Ay!” – fue todo lo que pude con contestar. “Pero, ¿ahí ay o ahí hay? ¿Qué hay ahí?” Comenzaba a marearme. “¡Ahí, ahí! Ahí hay. ¡Ay!”. Entonces, apretó. “¡Ay, ay, ay! ¡Ahí, ahí!” Se me nublaba la visión. Su pulgar pasaba sobre un bulto del tamaño de un cacahuete, el epicentro de mi tormento. “¿Ahí, eh?” –afirmaba mi improvisada fisioterapeuta. “Ahí hay, ahí le duele” – se respondía a sí misma, como sorprendida de sus habilidades digitales. Fue entonces cuando, como el que pulsa el botón de una puerta automática, ejerció la presión justa sobre el nudo muscular, que cedió permitiendo desplegarme. “¡Ay!” – le susurré aliviado y agradecido. “¡Ay, ay!” – contestó dulcemente al tiempo que extendía el brazo en dirección al montón de pelusas que quedó al descubierto. “¡Ahí, ahí! Ahí hay”. En fin, ¡ay!.  


Publicado LNE 31/01/2012

A LA CÁRCEL (y4)

Voy a cortar aquí mi listado de candidatos a prisión. Y es que me vengo arriba y acabo quedándome solo. Pero no quiero despedir la serie sin aludir a los ladrones “en nombre del pueblo”. A todos esos salteadores de subvenciones y ayudas que, amparados en una supuesta representatividad popular, se lo han llevado crudito. Ya ven lo que se está destapando en Andalucía. Se estima en mil millones de euros lo defraudado mediante múltiples fórmulas, desde regulaciones de empleo falsas hasta contrataciones ficticias y empresas fantasma. Los recursos que debían destinarse a la lucha contra el desempleo, que en Andalucía alcanza el grado de epidemia, a proporcionar colchón a la ingente masa humana que está en caída libre, acabaron siendo utilizados para dar confort a familiares y allegados, para que unos pocos se garanticen un futuro desahogado, para despilfarrar en caprichos y vicios. Pero las trampas han sido ideadas y ejecutadas por partidos y sindicatos. O sea, que los que debieran estar más cerca de los desfavorecidos, los utilizan, los camelan y les roban la merienda en nombre del pueblo.
En un país con más de cinco millones de parados es insostenible que buena parte del latrocinio lo lleven a cabo los salvadores, los rescatadores, los que aseguran velar por los derechos del pueblo. Además, la tendencia natural es a confiar en ellos, porque se visten como tú, dicen pensar como tú, fingen entender tus problemas y se proclaman representantes de los débiles para frenar la voracidad de los poderosos. Pero, al final, son como ellos, aunque sin corbata.
El tinglado que ha crecido en el entramado de entidades sin ánimo de lucro tejido alrededor de partidos y sindicatos es de tal calibre que las pocas organizaciones que han sabido conservar su espíritu desinteresado se las ven y se las desean para seguir adelante. Por ahí se han desviado millones a mansalva, hurtados a la gente necesitada para enriquecer a unos pocos espabilados, carroñeros que se las arreglan de maravilla para prosperar sobre la desgracia ajena.
Hay un montón de fulanos que deberían estar ahora mismo explicando el destino de los fondos públicos recibidos. Y que no merecen la libertad en tanto no devuelvan lo robado.

Publicado LNE 29/01/2012

A LA CÁRCEL (3)

Los islandeses nos enseñan el camino. Estaban quebrados, en la ruina y ha sido encarcelar a unos cuantos políticos y banqueros y remontar su economía con un garbo impresionante. De hecho, para este año tienen una previsión de crecimiento formidable, cuando nuestras expectativas son menguantes. Y es que, en ocasiones, la solución está ante los ojos y, de puro evidente, la desechamos. España necesita procesar, condenar y enchironar a unos cuantos de sus más renombrados banqueros y políticos. Y no será por falta de candidatos. Hace unos días se hizo pública la excelsa jubilación de otro alto ejecutivo del Banco Santander. Más de 50 millones de euros se lleva el angelito para endulzar el retiro. Una propina la mar de generosa, habida cuenta de que las instituciones europeas alertan de que las entidades de crédito españolas están bastante caninas y precisan más refuerzo con dinero público. Y qué decir de las bonificaciones que se regalan los manirrotos directivos de varias cajas de ahorro, que han dejado sus arcas como agujeros negros. Por no hablar de los responsables públicos conocedores de este tipo de prácticas, contra las que nada hicieron. No me digan que no salen aspirantes a la cárcel. Porque, además, no cabe interpretar que esta gentuza actúe sin intención de causar daños. Les da igual que el país esté empufado hasta las orejas, que su gestión haya sido calamitosa, que sus empresas zozobren. Con una mano saquean la caja y con la otra le piden dinero al Estado.
Y los españoles asistimos indignados pero pasivos a este atraco continuado. Es evidente que nos falta carácter. Los de arriba no nos temen, saben que somos mansos, dóciles y, aunque de vez en cuando pongamos gesto de enfado, de ahí no pasamos. Otras naciones, consideradas tan civilizadas como la nuestra, ya se han llevado por delante a sus mandamases, incluidos reyes y grandes usureros. Sin embargo, los poderosos españoles han vivido siempre sin miedo al pueblo. Todos ellos han muerto plácidamente en la cama. Los españoles, a lo sumo, la emprendemos a mandobles entre nosotros, pobres contra pobres.
Hoy, aunque apetezca, no es plan de darle garrote a los saqueadores. Pero, de ahí, a no tocarles ni un pelo...

Publicado LNE 26/01/2012