lunes, 26 de octubre de 2015

ESTO NO ES NADA



Fer también se vio afectado por la crisis. Como a casi todos. Pero su vida no cambió. No tuvo que renunciar a los cochazos. Tampoco echa de menos las playas de Cancún, ni los restaurantes de lujo, ni los hotelazos, ni las pantallas de plasma, ni los móviles de ultimísima generación. Porque él, antes, durante y después, hizo su vida, con su coche de medio millón de kilómetros que aún le lleva y le trae sin problemas, en el apartamento de alquiler a precio razonable, disfrutando de la costa cantábrica durante un par de semanitas de verano, si se puede. Y como es un tipo sosegado y con tendencia al recogimiento y no anda todo el santo día de bar en bar, tampoco se ha visto obligado a recortar el presupuesto de cañas y vinos. Si acaso un cafetín a media mañana. Pero comer y cenar, en casa. Y salir, lo que es salir, a pasear al perrín. Por eso, Fer no vive atormentado por los plazos que restan por pagar, por las letras pendientes, por las deudas que están devorando a tantos españoles. Él, antes de la crisis, en los tiempos de bonanza, vivía como vive hoy, como le gusta vivir, con lo que necesita y nada más que con lo que necesita. Y, en consecuencia, no añora épocas pasadas, ni se le cae la lagrimita al rememorar la calidez del sol caribeño comprado a crédito, ni los acogedores asientos de piel del cochazo que se llevó la financiera, ni las langostas a la plancha pagadas con la visa asfixiada. Y Fer vive estupendamente, bien alimentado, correctamente vestido, en una acogedora vivienda, disponiendo de todo lo que un individuo normal precisa. Sin préstamos, sin deudas, con las facturas pagadas. Y el tiempo que otros dedican a la banalidad y a tirar el dinero él lo emplea en estudiar, leer, informarse, aprender. Porque, afirma, para eso paga el adsl. Para sacarle provecho.
“Esto no es nada” –me dice. “Que pregunten a los que pasaron la guerra, a los de las cartillas de racionamiento y los panes negruzcos, a los que, a pesar de las enormes dificultades y las muchas privaciones, sacaron adelante a toda una generación de españoles. Comparado con aquello, esto no es nada”. 

Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 25/10/2015

SETAS O ROLEX



Dos amigos caminan por el monte cuando, de repente, uno de ellos exclama, señalando al suelo: “¡Mira, un rolex!”, a lo que el otro responde: “Pero vamos a ver, a qué hemos salido, ¿a setas o a rolex?”
Pues eso, que a setas o a rolex, que si Cataluña está en plan de independizarse de España ¿cómo es posible que toque en Barcelona el megaultrasuper premio de la Primitiva? Cien millonazos de euros, nada menos, y van a caer en territorio comanche. Si es que somos tontos. Y, sí, claro, mucha independencia, mucha barretina, mucha sardana, mucho espetec, mucho castellet y mucha diada, pero los cien kilos españoles, a la buchaca. Porque siendo un poquito consecuentes, lo suyo sería mandar de vuelta el premio, por aquello de rechazar por dignidad las limosnas del estado opresor, y que se sorteara de nuevo entre los rojigualdos. Ya está bien de hacer el canelo. Que me estoy barruntando que el Gordo de Navidad va para allá también, como casi siempre. Menuda Sort. Los auténticos españoles, los fieles a la causa, sólo participamos. Y lo de participar por participar le valía al Barón de Coubertin y a nadie más. Vaya memez. Al resto nos gusta ganar. Y si son cien millones de euros, pues mucho mejor. Pero que así, a lo tonto, lo mollar siempre se lo lleven los menos españoles, como que fastidia. Porque es un dinero que procede de entidades “nacionales” que organizan sorteos “nacionales” bajo reglas “nacionales”. Y, mira tú por dónde, para cobrar el boleto sí son nacionales. Qué bonito. Marchar hacia la independencia jugando a la lotería del invasor. Una desvergüenza. A setas o a rolex, señores. Ir a por todo es tener una jeta como el Camp Nou de grande. Y que me expliquen cómo es posible que el Estado español sea tan lerdo como para permitir semejante tomadura de pelo. ¡Le puede haber tocado a Más!¡O a los puyoles! Lo que está meridianamente claro es que gracias a los pasmarotes que rigen los destinos de lo que va quedando de este país, a mí no me tocó ni un solo euro. Eso es imperdonable. Cero patatero. Todo para Cataluña, hasta la Primitiva, el Gordo, el Niño y el Cuponazo. Nos están dejando en pelota picada.   

Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCIAS el 24/10/2015


lunes, 19 de octubre de 2015

QUÉ MÁS DA



El gobierno ovetense, en el que es evidente que el Alcalde no manda nada, está decidido a cargarse los Premios Princesa de Asturias, por ser una orgía monárquica, clasista y capitalista que, además, se financia en parte con fondos municipales. Y como se lo propongan, lo lograrán gracias a la pasividad general de una sociedad que pocas veces defiende lo que tiene, prefiriendo llorar lo que ya no hay. Si los Premios acaban convertidos en la ocasión propicia para el abucheo a la jefatura del Estado, en un acontecimiento incómodo y tenso, de pitos e insultos, en el que la bronca supere a la ceremonia y el homenaje, morirán más pronto que tarde.
Y lo triste del asunto es que los asturianos nos pasamos la vida suspirando por hechos que nos coloquen en el mapa, que nos den una publicidad positiva, que sirvan de reclamo, que atraigan visitantes. Y lo poco que tenemos, nos lo queremos cargar. Bueno, corrijo, se lo van a cargar los que dicen defender al pueblo llano. Qué más da que Oviedo vuelva al anonimato, que desaparezca el retorno económico que producen los Premios, que la promoción turística de Oviedo y Asturias pierda uno de sus estandartes. Qué más da. En nombre del pueblo no buscan otra cosa que anular cualquier asomo de repercusión positiva de la monarquía española. Y si en tan absurdo empeño se daña la economía de la ciudad y de la región, pues qué más da. Y en ello estamos, en que las cámaras de televisión orienten los objetivos hacia la movida de la Escandalera, dejando a oscuras el Campoamor.  
Y son los mismos que –al tiempo- un día promoverán mociones para que Asturias se libre de su condición de Principado. Los que exigirán que los símbolos cristianos desaparezcan de su bandera. Los que vehementemente reclamarán que el Día de Asturias quede desvinculado de la Virgen de Covadonga. Los que abuchearán el himno regional por machista. O por hacer apología del maltrato contra el patrimonio forestal. O por ignorar la diversidad sexual. O por lo que sea. Qué más da. Los mismos que también se permiten opinar –desde un desconocimiento glorioso- que los Galardones Mierense del Año son algo carca, antiguo, rancio. Total, qué más da. 

Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 18/10/2015.

jueves, 15 de octubre de 2015

VIGILADOS



No recuerdo el motivo, pero acabamos conversando sobre lo que fuimos y somos, del paso del tiempo, de la pérdida de facultades, de lo mucho que aguantábamos antes, cuando no había resaca que nos impidiera repetir ni catarro que nos metiera en la cama y de lo poquito que resistimos hoy, que quedamos noqueados al tercer vino y con un catarro vulgaris pedimos el ingreso en el hospital. Y yo comenté, ya que estábamos en un bar –para variar-, que una de las cosas que noto actualmente es la pérdida de oído cuando hay barullo como, por ejemplo, en ese mismo bar, con la tele alborotando y la parroquia alborotando más aún. Entonces, me apodera el griterío y se me apaga la charla. Con lo fino que oía yo en circunstancias adversas, como pegado al bafle de una discoteca. 
Bueno, la conversación terminó, nos fuimos a casa y al día siguiente cuál sería mi sorpresa al abrir el buzón y encontrar la carta de una empresa especializada en audición. “¿Ha perdido oído?” En letras bien gordas, como para ser bien leídas por los que perdieron vista –entre los que también me incluyo-. La leche. Aquí hay gato encerrado. Imagínenme en el portal de casa, con la carta de marras en la mano e intentando localizar la fuente del espionaje. Porque no me digan que no es como para pensar que la noche anterior mi conversación estaba siendo captada. Y como ya voy siendo mayorcete y, quién sabe, también puedo estar flaqueando de memoria, sin transcurrir un día completo ya tenía el recordatorio en el buzón. Casualidad, pensarán ustedes. Sí, casi seguro. Pero qué mosqueo.
Porque ya hemos perdido la capacidad de sorpresa ante lo que sucede en internet, que tecleas por teclear, por ejemplo, Sebastopol, y en cuestión de segundos se te viene encima una catarata de ofertas para viajar a Sebastopol, para hospedarte en Sebastopol, para comprar en Sebastopol. Incluso una señorita ligera de ropa y de cascos te anuncia que te espera en Sebastopol. Y pasas de una página a otra, entras en el correo electrónico, curioseas en el Facebook, y te aparece Sebastopol por todas partes. Hasta ahí, vale. Pesado, pero vale. Pero que te vigilen por la calle para venderte un audífono, como que no. 

Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 15/10/2015

jueves, 8 de octubre de 2015

QUE TENGAS UN BUEN DÍA



Me acerqué al quiosco que está junto a la iglesia de San Miguel a comprar los periódicos dominicales, con ese espíritu que suelo tener las mañanas de los días festivos, perezoso, como de perfil bajo, de arrastrar la pata y estar para pocos esfuerzos. Eché bajo el brazo el montón de papel, pagué y, al momento de marchar, el quiosquero, un hombre habitualmente serio y de pocas palabras, levantó la mirada hacia mí y me espetó: “Que tengas un buen día”. Y sonrió levemente. Por lo inesperado del gesto de cordialidad, apenas conseguí balbucear un “igualmente” de la que echaba a andar en dirección a la Plaza del Marqués. A los pocos metros comencé a experimentar la sensación de agrado que me proporcionaron las palabras del quiosquero. Porque esa es la maravillosa propiedad que tienen la amabilidad y la cortesía: son capaces de alegrarte la vida, como ese caramelo que arrastra el mal sabor de boca. Son detalles, sutilezas, pequeños gestos cargados de analgesia, que producen alivio en la grisácea cotidianidad. 
No recuerdo dónde fue, pero el otro día leí que “un día sin sonreír es un día perdido”. Cuánta razón. Porque, aunque a veces parezca imposible, siempre hay motivos para esbozar una sonrisa. Como siempre es buen momento para ser amables. No se consigue nada luciendo todo el santo día una cara como de haber bebido vinagre salvo amargarnos y amargar la existencia al prójimo. Como tampoco se consigue nada por medio de la grosería, a no ser que lo que se persiga sea depreciarse uno a sí mismo. 
Lo sé, abundan las personalidades primitivas que aún entienden la amabilidad y la cortesía como señales de debilidad. Como si los modales de jabalí fueran motivo de orgullo. Se equivocan, porque lo fácil, lo simple, lo que cualquiera puede hacer sin el menor esfuerzo, es ser un grosero mal encarado. Eso está al alcance de cualquiera. Sin embargo, para sonreír y mostrar un gesto amable, para tratar bien a la gente, con corrección, gentileza y educación, hay que tener un intelecto mucho más evolucionado. Además, para los cuatro telediarios que nos quedan, ¿de verdad que vale la pena malgastarlos con cara de funeral mañana, tarde y noche? Qué va, hombre. Ni hablar. 

Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 8/10/2015

martes, 6 de octubre de 2015

ÁNGELES



Entonces, preocupados, desasosegados, entramos en aquella habitación, con la cama de al lado ocupada por un deficiente que no hacía más que farfullar. En aquel momento sentí que nada podía ya empeorar más. Su salud se agravaba por momentos y, para colmo de males, en aquel cubículo no íbamos a lograr la tranquilidad que le queríamos transmitir. 
Qué equivocado estaba. Aquel curioso ser humano, con todas sus limitaciones, que se había fracturado la cadera por perseguir a quien le quitaba el tabaco, al que las auxiliares alimentaban con paciencia y cariño, resultó ser un ángel en aquella habitación. Daniel, creo que se llamaba, destrozó con sus ojillos vivarachos mi primera, injusta e errónea impresión. Y los días que estuvieron juntos, Daniel vigiló que a él no le pasara nada. Y avisaba se tenía que avisar. Y le acompañó. Y se hizo tan imprescindible en el lugar como necesario en nuestros corazones. 
Hoy que tanto echo de menos a mi padre, echo de menos también a Daniel, con el que compartimos parte de un viaje inolvidable.
Y Antonio, al que la barriga asomaba por debajo del pijama, despanzurrado sobre la cama y hablando el portugués más cerrado que he oído jamás, a pesar de llevar entre nosotros más de cuarenta años. De nuevo, la tensión, el miedo al camino que estábamos recorriendo y la alteración del estado de ánimo, me llevaron al prejuicio estúpido e injusto. Porque Antonio fue otro ángel en otra habitación de hospital, el hombre humilde que con todo el esfuerzo del mundo sacó a su familia adelante, la persona de firmes convicciones que, desde su cama, no le quitó el ojo de encima, atento siempre a posibles necesidades y complicaciones, el ser humano sencillo pero completo, que va por la vida haciendo el bien sin esperar nada a cambio.
Es curioso, pero en los últimos días de mi padre tuvimos la infinita fortuna de conocer a dos ángeles, Daniel y Antonio, que nos rompieron esquemas y prejuicios, que nos allanaron el tortuoso camino, que nos transmitieron humanidad a raudales, que hoy llenan mis recuerdos y me hacen sentir afortunado. Daniel y Antonio, dos golpes de campana para advertirme de que con las primeras impresiones hay que ser mucho más prudente. Gracias, allá donde estéis. Fue un honor conoceros.   

Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 6/10/2015