martes, 14 de febrero de 2012

ORGULLO

                                             

Cómo me gusta comprobar que habito en un país vivo, dinámico y luchador. La reacción general a la afrenta gabacha ha sido inmediata. Burlarse de nuestros deportistas millonarios y osar poner en tela de juicio la limpieza de su sangre y orina es agraviar a España entera. Y las nacionalidades históricas, las autonomías, el centro, la periferia, las ínsulas y la península se funden en un único ente que, al grito de “¡la madre que parió a los franceses!”, exhibe toda su fiereza. Pues no saben los franchutes con quién se están metiendo. Si fueran camioneros a los que vuelcan la fruta, pase; policías deportados por rastrear a los etarras, pues vale; turistas a los que clavan doce euros por una miseria de café en el bulevar Saint Germaine, que les den. Pero a nuestros deportistas profesionales no los dejamos solos. Esos chicos, por más que les salga el dinero por las orejas, merecen ser arropados por España entera.
Se trata de orgullo patrio bien entendido, bandera que ha de ondear alto cuando la ocasión lo requiere, en las grandes encrucijadas, en los momentos decisivos para una nación. Y que se dude de la honestidad de Contador, que se cachondeen del mega brazo izquierdo de Nadal, que se mofen de nuestros campeones mundiales es una provocación que no merece otra cosa que venganza. Y si los que se ríen son, para colmo, gabachos, entonces, cualquier reacción, por brutal que parezca, está completamente justificada.
Ni crisis, ni paro, ni deuda, ni recortes, ni gaitas; España hace piña con sus deportistas mejor pagados, algunos de ellos con la residencia fiscal en exóticos lugares.
Siendo testigo de la furibunda respuesta a la afrenta de los envidiosos franceses, que no ganan ni a la petanca y que son constantemente humillados por españoles en cualquier competición deportiva, en especial, las celebradas en Francia,  experimento la emoción del orgullo de ser español. Porque se nota que estamos a lo que estamos, a proteger a los que tienen mucho, a defender a quienes se pueden costear excelentes defensas, a dar la cara por los privilegiados.
Los franceses, que se burlen de asuntos menores como el desempleo o la corrupción. Pero a nuestros chicos ricos, ni tocarlos.    


Publicado LNE 14/02/2012

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