martes, 2 de mayo de 2017

SIN CAMBIOS



Hacía por lo menos diez años que no le veía. Y no es que le haya echado de menos, qué va, al contrario. Ya el día en que le conocí pensé: “Este muchacho es tonto”. Y el tiempo lo fue confirmando. Peor aún, la tontería que llevaba encima creció hasta adquirir una dimensión formidable. Porque no era normal toparse con un individuo tan engreído y presumido, tan embebido de sí mismo, tan encantado de haberse conocido, tan fantoche y repelente, tan soberbio y engolado, tan fatuo y altanero. En definitiva, tan tonto. Pero la suerte me fue favorable y el tipo desapareció definitivamente de la pantalla de mi radar. Y la vida mejoró. Porque cuando un estúpido de ese calibre ronda en las proximidades todo tiende a empeorar. Quedó como un mal recuerdo que con el paso de los años acabó en el contenedor del olvido. Hasta que el otro día reapareció. Y se  reconfirmó la afirmación de que la capacidad de cambiar hacia mejor, de evolucionar, sólo está al alcance de muy pocos seres humanos dotados de una inteligencia superior. Pero no es el caso, aunque él se vea muy por encima de la normalidad, instalado por méritos propios en una especie de olimpo de mentes privilegiadas. Diez años después, aquel tonto de entonces se ha convertido en un tonto mayúsculo. Y dada mi torpeza, no supe esquivarlo a tiempo. El mal recuerdo arrumbado en el fondo de la memoria retornó con toda su potencia. El tonto había vuelto y yo estaba frente a él, padeciéndolo y castigándome por dentro por no haber sido más ágil. A un tipo espabilado no le hubiera pasado. Se huele la tostada, hábil regate y ahí te quedas, pelmazo. Claramente, el decenio que transcurrió por su piel y por su pelo no alcanzó al cerebro, tan repleto de idiotez o más que hace diez años. Y, puesto que no pude escaquearme, hallé refugio en la observación del ejemplar, como creo que haría un científico, en sus ridículos movimientos, en su voz impostada, en la basura dialéctica envuelta en papel de regalo que sale de su boca. Se me hizo largo. Muy largo. Pero más largo será devolverlo al olvido.  

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 1/5/2017


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