martes, 25 de febrero de 2020

SALUDAR



Entonces va el tío y me dice que acaba de llegar de Hong Kong. Y sientes cómo te quedas helado. Y mi única vía de escape es saltar por el balcón. Lo descarto porque el índice de supervivencia de una caída desde el quinto piso es inferior al coronavirus. Pero eso no se hace. Hola, vengo de China y me apeteció pasarme a saludar. No veas qué gracia, que ya siento que moqueo y me acaba de dar un escalofrío. Con lo bien que estabas en la otra punta del mundo, tuviste que venir a saludar. Para ponerme el cuerpo jotero. Y sin mascarillas, porque los chinos locales las han comprado todas para mandarlas a su patria. Me veo tapándome la boca con una cazuela de sostén.
Maldita la gracia. No podía venir de Villalgordo del Júcar, Sanlúcar de Barrameda o La Almunia de Doña Godina. No. De China. Bueno, de la China a la remanguillé que es Hong Kong. ¿Qué se le perdería tan lejos? ¿Qué necesidad había de viajar allá justo ahora que el puñetero coronavirus está causando estragos? ¿Y por qué tanto saludo al regreso? Lo pienso y sudo en frío. Yo, tan tranquilo en mi despacho cuando sonó el portero automático. Un sujeto recién llegado de Hong Kong que se acordó de mí. Y bien que me acuerdo yo de él ahora. Un retortijón. Como no sea del puré de puerros es que me queda medio telediario.
El caso es que él tenía un aspecto la mar de saludable. Pero vaya usted a saber. Uy, un gas. Esto es el fin.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 18/2/2020

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