miércoles, 12 de febrero de 2020

39 AÑOS





“Mira, ese tío que cruza por el paso de cebra es un ingeniero de Hunosa. Se prejubila ahora. 39 años”. Me vuelvo hacia mi amigo, que con una teatral caída de párpados confirma su información. Alucinante. Le llevó más tiempo estudiar que lo que ha trabajado. Y ahora vamos a pagarle entre todos para que no siga haciéndolo. 39 años, aparentemente sano y normal, y el sistema ha decidido que lo más acertado es remunerarle mensualmente para que no trabaje más. Con 39 años. Si sería importante y rentable lo que hacía hasta ahora que nos sale a cuenta mantenerlo en la nómina común para que deje de hacerlo definitivamente.
“Vive en Oviedo”, añadió mi amigo. Una información que sobra. Cualquier ingeniero de minas que se precie reside a una distancia prudencial de un pozo. Ni ahora que están cerrados se aproximan. Es algo que les enseñan en la Escuela, ese chamizo ruinoso que resiste apuntalado a la espalda del Reconquista y del que no salen ni a tiros. No vaya a ser que acaben desterrados en las cuencas mineras.
Es como el Ministerio de Marina de los tiempos franquistas, en pleno centro de Madrid, a más de 300 kilómetros de cualquier puerto, bien lejos del mar, no sea que salpique.
39 años, la vida por delante y un pastón invertido en su formación para esto. “Hala, chaval, a casa”.  No busques otro empleo, no cambies de actividad, no rentabilices los conocimientos que te dimos: prejubilado hasta la jubilación. Qué despropósito.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 9/2/2020

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