jueves, 14 de noviembre de 2019

NO SOMOS NADA



Y es que en treinta segundos pasas de la normalidad a encontrarte fatal. Ahí estaba, tomando notas de la conferencia, cuando sentí un leve escalofrío que, de inmediato, se repitió con mayor violencia. Y el estómago, de repente, entró en marejada. Y venga a sudar en frío. “Ay madre, que me voy en estéreo, por el altavoz y por el subwoofer”. Recogí como pude y salí del local a la carrera. Llovía fuerte y el refugio casero parecía más lejos que nunca. Llegué lo que se dice por los pelos y liberé aparatosamente la tormenta interna y, para moderar la temblequera, una manzanilla calentita. La primera. Y a la cama de cabeza. Como hacen los gatos, que permanecen quietos y acurrucados hasta que cede el jamacuco. 
Así, tapado hasta las orejas, analicé mi estado. Lo estomacal parece sofocado. Frío considerable. Sin fiebre. Me molesta la rodilla derecha que casi siempre molesta, a días más, a días menos. En consecuencia, al pisar de mala manera, se resiente el gemelo de esa pierna, que amenaza con acalambrarse. Me duele el hombro izquierdo. El derecho, también. El cuello cruje. El cuero cabelludo me pica. Y los oídos me zumban. Pero estoy bien en comparación con mi estado media hora atrás. El paciente, a pesar de estar hecho una mierda, evoluciona favorablemente. Y es que no somos nada. En un instante cambia el aire y el tenderete se te viene abajo. Menos mal que tengo quien me cuide. Mi madre, en solidaridad, se ha encamado a esperar su brote diarréico. Si el niño se va por la pata, la madre no será menos. Por su parte, Cris me propina una manzanilla tras otra. Si se trata de calmar la barriga, la mía ha de estar anestesiada. Pero la vejiga, como la bolsa del edredón.
Ya me encuentro mejor. Desconozco por qué pasó lo que pasó y me puse como me puse, esto es, malísimo. Porque no somos nada. O casi nada. Y no hace falta mucho para que la vida te lo recuerde.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 5/11/2019

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