jueves, 23 de mayo de 2019

BREXIT




Los británicos no decidieron salirse de la UE por un capricho repentino. Qué va, el asunto ya viene del tiempo de la caída del Muro de Berlín, agravado tras la entrada en vigor del Acuerdo de Schengen. El Reino Unido lleva muchos años avisando de que la oleada de inmigración procedente, principalmente, de la Europa del Este, le estaba causando problemas. Y pasó el tiempo. Y los problemas crecieron. Y se extendió por la isla una sensación de inseguridad que fue aprovechada por los sectores sociales y políticos más reaccionarios para ir haciendo adeptos. El establecimiento y las actividades de los clanes chechenos, búlgaros, rumanos, albano-kosovares y georgianos no ayudaron a frenar el creciente cabreo de los británicos con la relajada estrategia fronteriza de la UE. Tampoco ayudó la visión de los campamentos de Calais, en los que miles de personas aguardaban la oportunidad para cruzar el Canal de la Mancha.
Todo ello, para la mentalidad isleña significa invasión. Porque en otros lugares puede estarse de paso, pero la isla es el destino. Y los británicos, que asumieron con bastante naturalidad la inmigración procedente de las colonias, se vieron con las puertas abiertas y sin la llave para cerrarlas ante la avalancha que llega a través de la UE. 
Y ante este panorama, un fuego nacionalista encendido, una creciente percepción de peligro, pues una parte de los llegados no lo han hecho en son de paz, y la falta de respaldo de los socios europeos, condujeron a la UE al laberinto en que se halla hoy.
El trasfondo del Brexit contiene un 90% de miedo de una población muy conservadora (de hecho, el voto rupturista proviene de los más adultos, al contrario que los jóvenes, partidarios de permanecer en la UE). Al británico medio no le preocupa que la enfermera sea de Jaén o la apertura de un restaurante asturiano. En absoluto. El auténtico problema es de inseguridad, de temor. Y votar con miedo en el cuerpo suele llevar a resultados extraños.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 28/4/2019

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