lunes, 27 de abril de 2015

DIARIO DE LA 442 - 5. SOL POR LA VENTANA




Un sol radiante entra por la ventana de la 442. Somos conscientes de que los nubarrones están ahí y que son de fenomenales proporciones. Pero hoy la luz atraviesa los cristales. Él está consciente y se da cuenta de su mejoría, por lo que dormita, duerme, sueña y de vez en cuando se esfuerza por expulsar de su interior los restos de la peste que sin permiso entró y que casi se lo lleva. La victoria de ayer fue muy sufrida y ahora toca reponerse del duro castigo.
La alegría se enturbia con las noticias que llegan del Mediterráneo. Qué fosa común tan hermosa y cruel. Qué más hace falta para actuar en serio. A qué esperamos. Cuántos más han de morir. ¿Acaso al primer mundo le interesa que se ahoguen antes de tocar la tierra prometida? ¿Qué estamos consiguiendo con el derrocamiento de los dictadores árabes? Si queríamos un infierno, lo estamos logrando.
Esta mañana, entre caricias y besos, tengo tiempo para pensar. Nos miramos y ambos sabemos que lo hablado estos días se mantiene vigente. Pero hemos de disfrutar del momento. Su modo de hacerlo es durmiendo. Él mío, escuchando su respiración relajada mientras duerme.
Por cierto, qué útil puede llegar a ser la tecnología moderna que actualmente llevamos en los bolsillos. Esto del teléfono inteligente, en situaciones como la que estoy viviendo, es una maravilla. El micromundo de la 442 no me impide estar en contacto con lo que hay fuera. Bueno, no es del todo cierto, porque echo muchísimo de menos a Cris, con la que apenas puedo estar, si bien la siento a mi lado. 
Ella, por fin, pudo marcharse a la cama con una cierta tranquilidad. Lleva impresa en los ojos y los pómulos la dureza del camino. Allá va, con esa cálida sonrisa que la acompañará siempre, pase lo que pase. Nos quedamos él y yo solos, casi sin hablar pero infinitamente juntos. Y con Mozart flotando sobre nuestras cabezas. La música clásica es terapéutica. Y la amabilidad y el cariño del personal de la cuarta planta, también. Qué feliz me siento al percibir el brillo en sus ojos al encontrarse con los míos, al comprobar que mi silenciosa presencia le aporta seguridad.

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