martes, 13 de enero de 2015

EL QUÉ DIRÁN





Tengo una amiga sumamente vergonzosa y que vive su vida en permanente alerta sobre el qué dirán. Le gusta bailar, pero no se atreve a hacerlo por miedo a que la gente se fije en ella. También cantaría, de no ser porque se siente incapaz de superar la timidez e ignorar lo que otros pudieran pensar y decir sobre ella. El otro día me reconoció que le encantan los zapatos de colores vistosos; sin embargo, por nada del mundo saldría a la calle con ellos, por temor a los chismorreos. Y jamás manifiesta una opinión fuera de su entorno más íntimo y de confianza. Porque el qué dirán domina su existencia, le impone conductas, marca sus tiempos, sus lugares, su aspecto, modifica sus gustos y silencia sus pensamientos. Todo con tal de mantenerse a salvo de las lenguas viperinas, en la seguridad del anonimato. Su vida es como un disfraz de camuflaje con el que pasar desapercibida entre los depredadores que más teme: la gente que habla de otra gente.
Sólo de pensar en ser víctima de sus bocas venenosas se pone enferma. Es algo que puede llegar a quitarle el sueño y amargarle la existencia. Tan es así que ha renunciado a buena parte de las cosas que más satisfacción le podrían producir –ninguna del otro mundo, todo sea dicho- y se le ilumina la mirada al ver que otros disfrutan de ellas sin miedo al qué dirán. Pero es una barrera que no puede superar, porque el control que ejercen sobre ella los censores sociales es absoluto. Se respiga de arriba abajo al imaginar que alguien le deje caer, con esa asquerosa media sonrisita que se suele acompañar para decir estas cosas, que si la vieron aquí o allá o que si fulanita y menganito comentaron en la cafetería lo del color de sus zapatos. Eso que para muchos no pasaría de ser un cotilleo más salido de las cloacas de los chismosos habituales, que no merecen otra cosa que el vacío total, para mi amiga sería la muerte en vida, como contraer un cáncer agresivo que se la lleva por delante en un santiamén. Porque el qué dirán es sagrado y su poder, omnipotente, hasta el punto que rige millones de destinos. Así de triste. 

Publicado LNE de Las Cuencas 07/01/2015

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