miércoles, 28 de mayo de 2014

MORDISCOS EN EL CULO



Estaba ya lanzado escribiendo la columna y se cruzó por delante –maldito Facebook- la noticia de la señora coruñesa que fue mordida en el culo por una serpiente mientras estaba plácidamente haciendo sus cositas sentada en el váter. Rediez, qué respigo. Y es que, aunque a alguno le suene raro, el váter es mi lugar favorito para el desarrollo de pensamientos. Cada cual es cada cual, y los habrá que discurran a las mil maravillas a la sombra de un frutal, tumbados en la cama, sentados ante la pantalla del ordenador o extasiados frente a una copa de licor. Yo, es ir al servicio, bajar el calzoncillo, tomar asiento y activárseme las neuronas. Ya sé que eso podría interpretarse como “pensar con el culo”, pero qué le vamos a hacer. Así es y tal como lo experimento lo transmito. Porque entiendo la evacuación como un estado de relajación y placer. Es entonces, en esa situación de calma, cuando mi cerebro da lo mejor de sí. Por ello, por sistema voy al servicio provisto de cuaderno y bolígrafo, pues tengo comprobado que las ideas más sublimes se esfuman al tirar de la cadena.
Pero, claro, el encanto del momento desaparece desde el instante en que uno teme que un ofidio cabrón salga de las profundidades para hincarle a uno los colmillos en los bajos. Con semejante inquietud no se genera ninguna idea coherente.

Siendo niño, unos tíos míos, para hacerme la gracia, me llevaron a ver la película Tiburón. Entonces, yo vivía en Las Palmas de Gran Canaria, y mi deseo de nadar en el mar quedó completamente anulado. Y en las piscinas, vaya, con reparos. Porque son imágenes que marcan para siempre. Y sólo pensar en estar sentado en el trono y que por debajo chapotee una serpiente le cierra a uno todos los esfínteres. Ay, qué repelús. Así que, si en el futuro advierten que la clarividencia de pensamiento habitual en esta columna ha desaparecido, comprendan que el lugar y momento en que brotan mis mejores ideas ya no es lo mismo. Y uno ya está mayorcete para mudanzas delicadas. Que las costumbres y las manías se apoderan de uno y si el váter deja de ser el váter, a saber lo que sale.

Publicado en LNE de Las Cuencas el 25/5/2014

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