martes, 29 de octubre de 2019

AUTONOMÍAS




Es desconcertante. Si te declaras contrario al régimen autonómico, de inmediato, la autoproclamada progresía te tilda de facha. Sin embargo, cada vez son más las voces que, desde ese mismo progresismo, cuestionan la extraña deriva de este tinglado. Ahora comienzan a caer en la cuenta de que 17 sistemas de salud distintos son una majadería. Y más aún cuando compiten entre sí. Y mentes muy avanzadas se atreven a manifestar que deberíamos caminar hacia la armonización fiscal de todo el territorio nacional –que tuvimos y nos cargamos “progresistamente”- porque tal como estamos hoy, las desigualdades e injusticias por razón del territorio crecen. Acabo de escuchar a otro destacado progresista quejarse del desmadre normativo, con 17 legislaciones distintas y, a menudo, contradictorias. Las perversas consecuencias de dejar la educación en manos de los virreyes regionales ahí están. Y ya sólo nos faltaba trocear la caja común de la Seguridad Social.
Es posible que, como las mareas, la expansión competencial de las comunidades autónomas ya haya tocado contra el rompeolas. Y los resultados comienzan a hacer cada día más aconsejable un repliegue hacia un modelo más uniforme, llamémosle centralista. Para que el régimen autonómico funcione hace falta mucha sensatez en demasiados puestos de poder, lo cual es estadísticamente improbable.
Como comprenderán, a estas alturas me importa un bledo cómo me califiquen, pero tengo meridianamente claro que este modelo se nos fue de las manos. Lo que en su momento se ideó para mejorar la vida de los españoles, intercalando un sistema político y administrativo entre el “distante” Estado y las calles del pueblo, ha demostrado ser un invento escasamente útil, carísimo y con una terca tendencia a la separación, a la diferenciación, lo que en el orden práctico de la vida se ha concretado en un galimatías burocrático, estúpido y perjudicial.
De verdad, visto lo visto, para llegar donde hemos llegado, mejor habernos quedado como estábamos. Las autonomías no trajeron más libertad, ni más democracia, ni más eficacia, ni más justicia. Y, en vez de caminar hacia una unidad armónica, logramos estar cada día más divididos, lo que nos debilita y empobrece.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 1/10/2019


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