martes, 10 de abril de 2018

DE LO NUESTRO



Cuatro amigos en torno a una mesa. Unos vinos y algo para picar. Y una larga conversación sobre nosotros, los pensamientos que nos rondan por la cabeza, las preocupaciones, las aspiraciones, los fracasos, los deseos realizados y por alcanzar, los sinsabores, las alegrías y los temores. Volaron los minutos entre confesiones, recuerdos y sentimientos. Por momentos, incluso asomaron algunas lágrimas en los ojos. Hablamos y hablamos. De lo nuestro y sólo de lo nuestro. De nadie más. No era tiempo de fulanitos y menganitas, de la que lo dejó con el marido, del que cierra el negocio, de esa que tanto presume, del que no paga ni al panadero. No era el día de hablar de los demás. Ni de criticar a nadie. Y una vez concluimos entre besos y abrazos volví a casa con una extraña pero cálida sensación. La de haber hablado. La de haber escuchado. La de haber participado en una conversación interesante. Sin mala leche ni chismorreos. Sin poner a nadie a parir. Sin meter las narices en las vidas ajenas. Sin miradas de reojo. No es fácil que suceda algo así. Porque parece que, en general, nos alimentamos destripando a otros. Casi cualquier charla acaba derivando hacia las existencias de personas que, objetivamente, no deberían ocuparnos de esa manera. Qué nos importa lo que hagan éstos o aquéllos. Qué vacías son nuestras vidas si hemos de llenarlas fisgando por la ventana, poniendo la antena y rajando sin miramientos al primero que se nos ponga delante. Si tienes un chaval que es un zángano de tres pares de napias, mal vas si hallas consuelo criticando a los vecinos del segundo interior. Y si no te puedes permitir un coche como el de ese compañero de trabajo, no será más accesible por mucho que hables mal de él por ahí. Que si una engordó, que si el otro sale o entra, que si dicen que se muere, que si compran pero no pagan, que si se comenta, que si está en boca de la gente. ¿Por qué resulta tan difícil que, entre nosotros, tratemos sólo de lo nuestro? ¿No nos cansamos de cotillear? ¿Será posible vivir sin despellejar a nadie? Pues parece que no, por desgracia. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 5/4/2018

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