martes, 2 de enero de 2018

CAMBIO DE AÑO





Una circunstancia calamitosa despidió 2017 y recibió 2018: El Yaracuy, tal como lo conocemos, ha cerrado. La sucursal municipal, el mentidero oficial, el conciliábulo, el chigre conspiranoico, la central oficiosa y más fiable de información, el mirador, burlador y burladero de Mieres ha bajado la persiana. Ni el adiós a la peseta, ni el efecto 2000, ni los terribles augurios mayas me provocaron tanta desazón como el cierre del Yaracuy. No en vano, lo mejor de mi despacho profesional era el Yaracuy. Su café, remedio infalible del tránsito intestinal perezoso. Y la tortilla de Maruja. ¡Ay, la tortilla de Maruja! Radio macuto anuncia que el local ya tiene nuevos responsables. Pero difícilmente lograrán que olvidemos la tortilla de Maruja. Recuerdo a mi abuelo Eduardo añorando aquellos locales de su época, Casa Villa o el Valerio. Sin ellos, para él Mieres dejó de ser Mieres. Como Oviedo dejó de ser Oviedo el día que cerró el Marchica. Mi padre se despidió echando de menos el viejo Carolina y el bar Mieres. A mí, el cierre del Yaracuy me parte por la mitad. Hay cosas que deberían estar prohibidas. Y gente que no debería retirarse jamás. Porque a fuerza de tratarlos a diario acaban formando parte de ti. Y cuando dejan de estar donde siempre estaban quedas sumido en el desconcierto y la melancolía. No somos pocos los que hoy deambulamos por el centro de Mieres intentado reubicarnos, a la busca de otro café y otra tortilla, de otro cobijo para conspirar, de otra cristalera desde la que observar la vida pasar, de otro centro informativo, de otra oficina. Desconozco cómo vendrá 2018, pero sus preámbulos no me gustan ni un pelo. Se me fue una sede social fundamental. Y la adaptación a esta lamentable situación va a llevarme más tiempo que el cambio de pesetas a euros. Ayer, Aníbal y yo nos citamos en la calle para decidir luego dónde tomar el café. Qué desolación. Qué sensación de desprotección. Y, como nosotros, decenas de fieles parroquianos del Yaracuy, desahuciados dando tumbos y buscando hogar. Y la mayoría ya tenemos una edad provecta y llevamos los cambios malamente. Comenzando así el 2018, casi que prefiero no imaginar cómo será su final.    

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 2/1/2018

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