jueves, 14 de septiembre de 2017

PICOR DE COGOTE



No hace falta que disimules. Ya me he dado cuenta. Aunque creas que no me estoy enterando de nada, te he visto o, más exactamente, te he percibido. Porque cuando comienza a picarme el cogote eso significa que en las proximidades hay alguien poniéndome a parir. Es como un detector de metales. Y si apunto con la vista hacia el lugar en que te encuentras y persiste el picor, no hay duda. Incluso antes de llegar a un sitio ya advierto que tú o alguien como tú –sois fáciles de identificar- está ahí. Es una portentosa facultad ultrasensorial que me vino de serie. Es más, es lo único portentoso de lo que puedo presumir. Y hasta ahora lo mantuve en secreto. Pero lo que pasa es que comienzo a sentir un poco de vergüenza ajena al ver cómo pretendes disimular, la sonrisita, el saludito, el jijijaja. Y el cogote picándome como qué se yo. No te esmeres, porque el algodón no engaña. Bueno, el cogote. Lo que desconozco es si habrá más gente con este don. Porque, de ser así, desde luego que convendría hacer ver a los criticones que lo mismo da que chismorreen o que lo digan a gritos. Nos enteramos igual. Por más sibilinos que procuren ser, emiten unas de ondas cotillas que nos llegan a los cogotes. Al menos al mío. A otro igual le llora un ojo o le escuece una nalga. A mí se me tira al cogote, a la altura del occipucio. Ahora, una vez descubierto el secreto se me plantea una disyuntiva interesante: rascarme o no rascarme en tu presencia. Hacerlo es poner las cartas boca arriba, como decirte a la jeta “se lo que piensas y lo que andas diciendo por ahí de mí”. Es poner el punto final a la diplomacia, al juego de los engaños, al que me ve, que no me ve. Porque es muy posible que si evito rascarme tú creas que lo de mi sensor cogotero es un camelo que no hay quien se lo crea. Tengo que pensarlo. A ver qué hago. Entre tanto, tú sigue como siempre, que me hace gracia. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 14/9/2017

No hay comentarios:

Publicar un comentario