lunes, 4 de julio de 2016

NI CONTIGO NI SIN TI.



Cuando en 1973 el Reino Unido se adhirió a la CEE lo hizo a medias, con la intención de mantener un pie dentro y otro fuera. Como siempre ha hecho, fiel a su política de ser el perejil de todas las salsas que tan bien le ha funcionado a lo largo de la historia. 
Y es comúnmente sabido que en estos 43 años, el Reino Unido ha luchado más por salvaguardar sus singularidades y diferencias que por avanzar hacia los supuestamente deseados Estados Unidos de Europa. Porque los británicos, y en especial los ingleses son, en primer lugar ingleses, en segundo, ingleses también, en tercero, británicos, en cuarto, orgulloso estandarte de la Commonwealth y en quinto y último lugar, si acaso, europeos.
Eso sí, si en el 73 ingresaron en el “club europeo” para así poder intervenir en lo que se estaba cociendo, ahora que han decidido irse, no crean que lo van a hacer. Al menos, no del todo. Se irán pero se quedarán, esto es, ya verán cómo se inventa el artificio que permita al Reino Unido sentarse en dos sillas, dentro y fuera, ni contigo ni sin ti.
Vaya por delante que considero al británico un pueblo estupendo y cargado de mérito, que desde esa isla de clima desapacible ha dominado el mundo durante siglos, se ha enfrentado y derrotado a todos, constituyó el imperio más poderoso, dio a la humanidad la mayor parte de los inventos y descubrimientos científicos, una formidable creación artística y cultural y la democracia moderna. Y todo ello, a diferencia de España, siempre bajo dos premisas fundamentales: el orgullo de pertenencia a un país y el inequívoco propósito de hacer negocio y ganar dinero. Es ese orgullo patriótico el que motiva que el Reino Unido se resista a caminar por la senda del europeísmo. Eso es pedir demasiado. Y, si como escucho decir a algunos expertos, la presión producida por la inmigración, sobre todo la proveniente del bloque del este, está llevando al límite la tradicional flema británica, para qué queremos más. Pero antes de que ello les suponga un serio quebranto económico, verán como suavizan la salida. No irán mucho más allá de la puerta.   

LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas 4/7/2016

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