jueves, 25 de septiembre de 2014

PREGUNTAS Y RESPUESTAS




Lo que más me agrada – que es también lo que más envidio – de la consulta independentista celebrada en Escocia es la normalidad, el respeto, la pacífica convivencia entre los partidarios del sí y el no. Que unos opinen de una manera y otros, de otra no ha de motivar necesariamente el agrio enfrentamiento. No hace falta quemar fotos ni banderas, no es necesario insultar al adversario, no tiene sentido tratar como apestados a los que defienden la postura opuesta. En España estamos llevando el asunto a niveles irrespirables, con una sobreactuación de quienes supuestamente debieran poner cordura que no hace sino confirmar que estamos en manos de insensatos e incapaces, lo que produce una radicalización que cada vez resulta más difícil de controlar. Y a las idioteces de unos, los otros responden con más idioteces. Mientras, por desgracia, la población que aún conserva el sentido común guarda silencio, quedando las calles a merced del ruido. Un ruido insufrible.
Insisto: en libertad no hay por qué tener miedo a preguntar. España no es un dogma de fe y debería organizarse del modo en que mayoritariamente prefirieran los españoles. ¿Qué tiene de malo que los catalanes sean consultados? ¿Por qué no se nos consulta a todos? Porque también hay asturianos que no quieren ser españoles; y hay españoles que están hasta el gorro del régimen autonómico y desearían que, al menos, las competencias fundamentales, como sanidad y educación, retornen al Estado. España ha de ser lo que los españoles queramos y, para eso, hemos de ser preguntados. Pero, claro, cuando se pregunta hay que estar dispuesto a aceptar las respuestas, y ahí está el meollo de la cuestión.
No estaría mal poder pasar de las estimaciones a los datos científicos sobre la opinión de los españoles. Y si las poblaciones de algunos territorios quieren ser independientes tampoco creo que haya que tomarlo a la tremenda, como si fuera el fin del mundo. Es su voluntad y sus razones tendrán. Y hemos de reconocer que España no ha dado demasiados motivos de orgullo patrio a sus súbditos, todo sea dicho.
Pero lo deseable sería lograr ser consultados sin que nos empujen a las trincheras, con normalidad, ejerciendo nuestra libertad. Y si para que los españoles sean oídos hay que reformar la legislación, pues hágase.

LNE de Las Cuencas 21/9/2014

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