viernes, 7 de octubre de 2011

POBRES GORDOS

Curiosidades de la vida: los niños españoles son más gordos cuanto peor sea la situación económica de la familia. Los niños ricos son delgados. Los pobres están como bombonas. Justo lo opuesto de lo que sucede en el Tercer Mundo. Un niño pobre africano o indú, que son casi todos, jamás está como un ballenato. Es un saquín de huesos que bastante hace con sostenerse y sobrevivir.
Pero es que en nuestro Primer Mundo las calorías de los alimentos son baratísimas. Lo chungo es comer bien y con un contenido calórico moderado. Eso sólo se lo pueden pagar las clases altas. Al contrario de lo que sucedía antaño, cuando las calorías escaseaban: los ricos estaban bien orondos y los pobres, chupados como palillos.
Y es que el último informe al respecto señala que casi la mitad de los niños españoles tiene sobrepeso, cuando no obesidad. No es como para estar contentos y debería ser una llamada de atención a las familias españolas que consienten que sus retoños crezcan como albondigones, cebados como gochos, a pesar de ser conscientes de que ello pone en serio riesgo su salud presente y futura.
Leí el otro día un informe que alertaba de que ya tenemos en marcha una generación de españoles que vivirán menos años que sus padres. Mucho tigretón, mucha Play Station, mucha tele, están teniendo unos efectos preocupantes, como los que advertíamos en los norteamericanos, gordos, sobredimensionados y condenados a enfermar a edad temprana.
Pero nuestros niños no engordan porque sí. Alguien les está atiborrando de chuches y bollería, les consiente una vida sedentaria, no les estimula para que hagan deporte y asiste complaciente a su imparable atocinamiento. Algo están haciendo mal las familias cuando la obesidad infantil comienza a tomar un cariz epidémico. Porque no es normal que un niño consuma las tardes tirado en un sofá haciendo zapping o los fines de semana pegado a la pantalla del ordenador. Los niños tienen que correr, jugar, gastar energías, cansarse y practicar diversos deportes. Es lógico entonces que zampen como limas. Pero si se pasan la vida panza arriba, rascándose la barriga, a poco que coman, se les irá a los michelines. El asunto tiene fácil remedio: mover el culo.


Publicado LNE 05/08/2011

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