lunes, 19 de septiembre de 2011

Chigre

   
 

Chigre
  






RICARDO V. MONTOTO Viajar ilustra un montón. Y yo, que soy de los que se fija muchísimo, como los búhos, aunque no comprenda lo que estoy viendo, he reunido unas cuantas ideas frescas, en la esperanza de que alguien me haga caso.

Aquí les dejo la primera: hay una queja bastante extendida sobre el desafecto del ciudadano hacia las administraciones públicas que, en teoría, cuidan de sus intereses. Eso mismo lo padecieron los países del norte de Europa hasta que hallaron la solución al problema.

Esos tipos, que con el mal tiempo que sufren tienen mogollón de horas al día para darle vueltas al tarro, se preguntaron cómo podrían motivar a la gente para que se acercara a sus ayuntamientos, y concluyeron que lo mejor que se podía hacer era abrir bares y restaurantes en los bajos de los edificios consistoriales. Dicho y hecho. Y hoy los tienen de bote en bote.

Hagan la prueba y visualicen sus respectivos ayuntamientos. Así, tal como están ahora, lo único que siente un individuo normal es un cierto repelús. Pero imaginen un bonito chigre con su terracita y todo en los soportales. Unas cañitas, buenos pinchos, incluso un menú atractivo a precios razonables. ¿A que esto es otra cosa? A algunos habría que sacarlos a rastras de allí.

Pues algo así es de lo más común en pueblos y ciudades nórdicos. A nadie le da acidez de estómago tener que acercarse al Ayuntamiento. Y, además, se erradica la frustrante situación de que la persona que tiene que sellar la solicitud haya salido a tomar el pincho. Bajas, lo localizas en el chigre municipal, y entre el cortado y la tortilla de jamón te cuña el impreso. Y todos contentos. Como pasa en los hospitales cuando no hay manera de encontrar a alguien: busca en la cafetería. A veces, todos están allí.

Eso mismo lo he visto también en algunas iglesias. Mano de santo. Un bareto en los sótanos y seguro que se anima el personal, que da pena y dolor tanto banco vacío.

A quien corresponda: hágame caso y monte un bar. Dejará de sentirse incomprendido y nosotros nos alegraremos más sinceramente de estar cerquita de usted.


Publicado en La Nueva España el 08/09/2011

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