viernes, 30 de enero de 2015

EL PIANISTA



En la primavera de 1980, como consecuencia de una llave de judo mal ejecutada por mi parte, una vértebra lumbar decidió separarse de sus compañeras y tomar las de Villadiego. Aquello que, inicialmente, parecía una molestia muscular sin mayor relevancia y que meses después comenzó a provocarme un inquietante hormigueo en las piernas, me condujo, a finales de noviembre de aquel año, tras múltiples pruebas, a una cama del hospital Ramón y Cajal de Madrid para ser intervenido quirúrgicamente. Tenía por delante una dura y larga prueba a la que, a pesar de todo, con el paso de los años aprendí a extraer la parte positiva.
El mismo día que yo ingresó otro chico algo mayor cuya historia hizo que no percibiera mi trance como el fin del mundo. Aquel muchacho, intérprete de piano, se dirigía a un estudio musical para grabar su primer disco cuando sufrió un accidente en la Cuesta de las Perdices, a resultas del cual sólo se produjo daños importantes en la mano izquierda, en la que se incrustó un trozo de metal. El cruel destino quiso que el pianista, precisamente aquella mañana tan señalada, se destrozara una mano.
Aunque lo perdí de vista, durante los ocho interminables meses de inmovilización a los que me vi obligado, fueron muchas las ocasiones en que imaginé la escena, el pianista con la mano machacada preguntándose millones de veces por qué, una visión que me servía de freno a los arrebatos de desmoralización, impaciencia y autocompasión, que los hubo, pues para un quinceañero no se hace fácil aguantar, entre unas cosas y otras, prácticamente un año en cama boca arriba. Pero mi mala suerte no era nada comparada con la del pianista, que tenía por delante una eternidad para, en el mejor de los casos, recuperar parte de la movilidad de la mano, para el que la tapa del piano se cerró definitivamente sobre el negruzco asfalto de una carretera madrileña. Y si él podía seguir adelante, que fue la película que mi cerebro proyectaba, yo también.
Hoy me pregunto qué habrá sido de él, si fue capaz de superar aquella desgracia, si supo reorientar su vida, si le va bien. Y sólo me lo pregunto, porque no estoy seguro de querer saber las respuestas.

Publicado en el diario La Nueva España de las Cuencas el 30/1/2015.

miércoles, 28 de enero de 2015

SEÑALES



En el portal de mi casa hemos puesto un cartelín que reza: “Por favor, cierren la puerta”. Desde ese día, la puerta está siempre abierta. Y es que no hay como señalizar para conseguir exactamente lo contrario. Así que en la siguiente reunión voy a proponer que el próximo letrero ponga que, sin favor, dejen la puerta abierta de par en par. Entonces, ay del que venga sin llaves, porque estaremos cerrados a cal y canto. Si un ayuntamiento se propone crear un basurero en un determinado lugar, lo más inteligente que puede hacer es, precisamente en ese emplazamiento, instalar un buen letrero que ponga que se prohíbe tirar basura. En un abrir y cerrar de ojos tendrá a los vecinos allí deshaciéndose de los residuos.
Es la teoría del razonamiento inverso. Que la señal dice que no, pues será que sí. Y si pone que sí, pues no. Como esas líneas en el suelo para que aguardes turno. Sólo sirven para pisarlas y limpiarse las suelas de los zapatos. Porque nadie las respeta. Es como lo de los semáforos de Nápoles, que son más bien orientativos y que estén en rojo no implica necesariamente que haya que detenerse. Ahí ya es cosa de cada uno.
Qué señal hay más clara que una hermosa papelera en el centro de la calle. Aún quedan algunos indocumentados que interpretan que su función es contener las basuras, restos, desperdicios y papeles de los ciudadanos que pasan por ese lugar. Pues no; lo que indican realmente es que todo eso que nos sobra ha de ser tirado al suelo a su alrededor. No en su interior, que ahí viene la confusión. ¿Qué hacen las comunidades de vecinos que desean ser provistas de toda la publicidad habida y por haber? Pues, bien visible, colocan un letrerito en el que se lee justo lo contrario, o sea, que no quieren publicidad. Y todo el mundo sabe que, de toda la vida, los carteles han de ser pegados en esas tapias en las que se advierte que está prohibido fijar carteles.
Hay un muro junto a las vías del tren que luce una gran pintada que pone: “Trabajamos por Mieres”. Y por más que busqué, no encontré a nadie por allí. 

Publicado en el diario La Nueva España de Las Cuencas el 28/1/2015

martes, 27 de enero de 2015

DENTRO O FUERA



¿Pero cómo es posible que la oposición se rasgue las vestiduras por la puesta en libertad de Bárcenas? ¡Pero si es la mejor noticia que podían tener en vísperas de la maratón de campañas electorales que se nos viene encima! En la cárcel estaba mudo, quedo, inerte; en la calle, con el perpetuo escuadrón de periodistas apostado a la puerta de su domicilio, para el PP es una bomba de relojería andante. No hay más que ver la convención del tembleque que acaban de celebrar en Madrid, que ni siquiera son capaces de pronunciar su nombre, que Rajoy, a lo más que llega es a hablar de “algún”, consciente de que como lo mosquee, la tiene liada. Y bien gorda. Y en un momento malísimo para los líos de dinero negro. Vamos, que los líderes del PSOE, que, al parecer, son varios y varias, deberían estar dando palmas con las orejas y plenos de agradecimiento hacia la Audiencia Nacional, que excarceló a Luis “el cabrón” tan oportunamente.
Porque no hay quien haga campaña electoral con un mínimo de tranquilidad saliendo siempre a los mítines con la espada de Damocles encima, temiendo el instante en que caerá. Así no se puede trabajar. Y, entonces, al Presidente lo apoderan los tics faciales, esos que le salen cada vez que va a decir una trola, que se le tuerce la boca y se le medio guiña un ojo al mismo tiempo.
Bárcenas en Soto del Real era una bomba atómica desactivada. Hoy, aunque sólo sea psicológicamente, por el riesgo de detonación, es un arma poderosísima que amenaza al PP en circunstancias harto delicadas.
Y, curiosamente, en sentido opuesto, la alegada demencia de Villa es la mejor noticia para la clase política asturiana en muchísimos años. A qué viene tanta indignación fingida por su incomparecencia en la comisión de investigación del Parlamento asturiano. ¡Pero si están resoplando de alivio! Imagínense a un Villa en plenitud de facultades, haciendo memoria sobre los expedientes académicos de sus señorías, de un bando y del otro, el quién es quién en la política asturiana y cómo llegó ahí. No ha podido descerebrarse en momento más oportuno. Un postrero acto de patriotismo que en el futuro merecerá el debido reconocimiento.

Publicado en el diario La Nueva España de Las Cuencas el 27/1/2015

lunes, 26 de enero de 2015

FALTA PERSONAL





Es lastimoso. Un hotel moderno y bien ubicado, con habitaciones prácticas y confortables, dotado de múltiples servicios, cafetería, comedores, spa, instalaciones deportivas...pero con una clamorosa falta de personal. Así es imposible acabar con el desempleo en España. 30 comensales a la mesa y un solo camarero para atenderlos. Un camarero que, por cierto, debía multiplicarse para servir las mesas del comedor contiguo. Vas a otros países cercanos y ocurre exactamente lo contrario, hasta el punto de que en más de una ocasión uno se pregunta para qué son necesarios seis dependientes en una tienda de tamaño medio, algo que en España no lleva más de dos contratos en el mejor de los casos.
Pero un hotel o un restaurante sin suficiente  personal están condenados al fracaso. Por muy profesional que sea, un camarero no da abasto con tanta clientela. Y, en consecuencia, la calidad del servicio se resiente. Y el cliente lo nota. Y no serán pocos los que se marchen del lugar pensando que qué lástima de negocio, que con una plantilla más amplia solucionaría las importantes lagunas que tiene.
Lo del hotel no es más que un ejemplo de lo que sucede habitualmente en este país, en el que parece que los costes laborales echan para atrás a los potenciales empleadores. Donde en otros lugares trabajarían tres o cuatro personas, en España lo hace una. Y gracias. En verano ves mares de mesas terraceras atendidas por un único y sofocado individuo que, además, sirve en el interior del establecimiento. Consecuentemente, a la que haya medio aforo, la demora resulta inevitable. Y el cliente se harta de esperar y se va.
No puede ser así. Desconozco cómo, pero esto hay que cambiarlo como sea. Porque si no, estamos condenados al 20% de paro por los siglos de los siglos. El empleo no debería ser una carga para nadie sino un beneficio para ambas partes, trabajador y empleador. Algo grave sucede cuando el empresario renuncia a contratar toda la plantilla que necesita, consciente de que ello redundará negativamente en el funcionamiento del negocio. Es una pena que iniciativas que reúnen todas las condiciones para prosperar acaben fracasando porque no haya nadie que descuelgue el teléfono o reciba en el mostrador.  

Publicado en La Nueva España de Las Cuencas el 26/1/2015

miércoles, 21 de enero de 2015

EL DÍA MÁS TRISTE




Pues, en mi caso, el lunes 19 de enero, el día más triste del año de conformidad con no se qué cálculo matemático, transcurrió sin pena ni gloria. Un día más, de esos que no son buenos ni malos, pero que los años te enseñan a apreciar precisamente por eso, porque no son malos. Un día que ni fu ni fa, al que cuando se terminó ni siquiera despedí. De hecho, en lo poco que llevamos de año ya tuve días mucho mejores e infinitamente peores. Sin ir más lejos, la tarde del viernes, a modo de despedida de la pasada semana laboral, me procuró una desagradable sorpresa que me amargó el sábado y me fastidió el domingo. Y precisamente el lunes, el supuesto día más triste, ya estaba bastante repuesto tras reconcomerme todo el fin de semana, dándole vueltas a la cabeza y, como Mourinho, preguntando al cielo millones de veces, sin esperar respuesta, por qué, por qué, por qué. En consecuencia, el lunes más triste podría haberse llamado el lunes de resignación, que es tontería pedirle peras al olmo, que lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible, que, como las lentejas, lo tomas o lo dejas. 
Fíjense si sería insulso y anodino el día más triste del año que ni siquiera recuerdo qué hice, qué comí, qué sucedió, nada. Por no tener no tuve ni clase de baile, que siempre le anima a uno el espíritu. Y es que es arrancarme por cumbias, romper a sudar y echar al rincón las penas durante una hora. Pero el lunes sin clase de baile fue un día de lo más tonto, pero no de lo más triste. La familia bien, pero ese bien que no es ni bien ni mal, o sea, tirandillo, a cubierto del temporal, con la salud ni excelente ni muy chunga. Como un servidor, que últimamente consume más jarabe para la tos que agua.
Eso sí, visto lo visto, hago votos para que la fórmula matemática sea correcta y, efectivamente, ya haya pasado el día más triste del año. A ver si el verdad. Como que se vive con bastante tranquilidad sabiendo que lo peor ya ha pasado. 

Publicado en el diario La Nueva España de las Cuencas el 21/1/2015

martes, 20 de enero de 2015

PORQUE TÚ LO DIGAS





¡Ay, ay, ay, lo que ha dicho el Papa! O sea, que si te plantas frente a un tipo y le mentas malamente a la madre que lo parió, no te sorprendas si te llevas un soplamocos, una respuesta violenta ante un ataque contra lo que consideramos intocable, sagrado. Ah, pero como es el Papa el que expresa un sentimiento del todo humano, ah carajo, los tesoreros de la verdad, los guardianes de la ética, los únicos autorizados para establecer qué está bien y qué está mal, se lanzan en barrena sobre el Pontícipe.
Si un sujeto que ondea una bandera franquista, con el pollo churruscado y todo, se mete en medio de una manifestación comunista y terminan rompiéndole la crisma con ella, ¿qué opinaría la élite moral? Pues que el insensato facha recibió una mínima parte de lo que merecía. Si un fulano acude al Santiago Bernabéu un día de partido y se limpia el culo con la camiseta del Real Madrid y, como consecuencia, acaba con la jeta partida y la prenda en el esófago, ¿cómo reaccionaría la pomposa secta? Pues la fracción madridista lo entendería del todo razonable, que el que busca acaba encontrando, mientras que la fracción antimadridista se lo tomaría a cachondeo. Si los que ahora lo critican fueran víctimas del supuesto planteado por el Papa, ¿qué harían? ¿Agacharían las orejas y huirían o se liarían a mamporros contra el imbécil que insulta gravemente lo más querido por uno? ¿O acaso el Papa por ser Papa, no debe sentir como el ser humano que es? O si lo siente, ¿no debe decirlo? Valiente bobada.
Al final, la conclusión es tan sencilla como que si le tocas las pelotas a alguien, atente a las consecuencias y no te sorprendas si no son pacíficas. Y si agredes lo que para otro es sagrado aumentan las posibilidades de llevarte un sopapo bien gordo. No es lo deseable. No es como debiera ser. No es como quisiéramos que fuera. Pero es como suele ser. Porque es la respuesta humana típica. Así que, por favor, dejen las caricaturas, que suficiente lío tenemos ya. Y si la opinión del Papa no les parece suficientemente autorizada, escuchen al maestro Barenboim, que de esto también sabe un rato.

Publicado en La NUeva España de Las Cuencas el 20/1/2015

LA CUADRATURA DEL CÍRCULO




Pues claro que quiero vivir en libertad. Para mí es el valor supremo, como ya he manifestado en diversas ocasiones. Pero sin seguridad, la libertad se desvanece. Si no puedo pasear tranquilamente por la calle, si vivo bajo el riesgo real de ser víctima de un atentado en un supermercado o de morir en un avión secuestrado, si se amenaza a quienes expresan sus ideas, acertadas o erradas, si por ejercer mis derechos como ciudadano de un estado democrático pongo en peligro mi propia existencia, si la simple pertenencia a un país, a una formación política, a una confesión religiosa, puede situarme en el punto de mira de los terroristas, la libertad queda maniatada. Por ello, a mi entender, resulta razonable la implementación de medidas de seguridad que nos protejan. Porque la libertad con miedo no es libertad. Claro que aquí llegamos al complicado asunto de establecer los límites, de modo que la seguridad no acabe devorando lo que pretende salvaguardar. Y ahí, como se está viendo, hay criterios muy dispares, desde los que prefieren vivir prácticamente a la intemperie, sin ninguna clase de protección, como única fórmula de mantener las libertades individuales hasta los que exigen la bunkerización, la vigilancia permanente y el control férreo. Lo cierto es que armonizar ambos valores, libertad y seguridad, parece más bien la cuadratura del círculo, como la manta demasiado corta, que cuando sube deja los pies al descubierto y cuando baja, desarropa el torso. 
Me da la impresión de que si queremos seguir siendo libres –o todo lo libres que siendo realistas se puede ser- de algún modo hemos de protegernos de quienes tienen propósitos agresivos. En consecuencia, he de resignarme -aunque resulte desagradable- a padecer controles, debo restar importancia a ser observado por cámaras –que no es algo que me entusiasme- y no me queda otra que aceptar que las comunicaciones sean rastreadas. Porque si la violencia y el terror se adueñan de nuestra sociedad, adiós muy buenas, todo lo demás desaparece.
Eso sí, el quid de la cuestión está en garantizar que las medidas de seguridad nunca pierdan su razón de ser para no acabar siendo nosotros sus víctimas. ¿Y quién está en condiciones de asegurar esto?

Publicado en La NUeva España de Las Cuencas el 17/1/2015

viernes, 16 de enero de 2015

NO PUEDE SER TAN DIFÍCIL



Que digo yo que no puede ser tan difícil evitar las ofensas gratuitas. Sabemos que el Islam prescinde de toda representación física de su divinidad y su profeta y que se toma verdaderamente mal que esto no se respete. Lo podemos entender o no, nos puede parecer más o menos relevante desde nuestro punto de vista, pero qué sentido tiene entrar donde nadie nos llama para precisamente, de un modo del todo inútil, ofender al mundo musulmán. Que por supuesto que es una locura que una simple viñeta pueda acarrear la muerte, pero ¿qué necesidad había de dibujarla y publicarla? ¿Se puede transmitir el mismo mensaje sin dibujar a Mahoma? Seguro que sí. El ejercicio de la libertad de expresión también ha de conllevar la asunción de la responsabilidad correspondiente. Si los que profesan determinada fe huyen de la simbología, a qué viene que los de fuera, a los que no les va nada en ello, hagan precisamente lo contrario, conscientes, además, de que así se hiere la sensibilidad del creyente. Por ejemplo, ¿qué necesidad hay de que Alaska y Vaquerizo se retraten imitando groseramente a la Virgen María y a Jesús? Saben, sabemos, que una imagen así causa ofensa, irritación y dolor a muchos cristianos. ¿Por qué? ¿Tan difícil es respetarlos? Pues anda que no hay disfraces que ponerse. Es que, en estos casos, de verdad, uno no pierde nada evitando herir al creyente, de la confesión que sea, aunque nos pueda parecer una ridiculez. Es su ridiculez, que para él puede tratarse de algo sagrado. Y si no come carne de cerdo ni bebe alcohol, es cosa suya y sólo suya en tanto no pretenda su imposición al resto. 
Las creencias religiosas tienen poco de racionales, pese a lo cual la inmensa mayoría de la humanidad profesa alguna, por la búsqueda de ese más allá que explique nuestra propia vida. Si evitamos mancillar algo tan tonto como la camiseta de un equipo de futbol para no desencadenar la ira de sus seguidores con mucho más motivo deberíamos ser respetuosos con las costumbres, los ritos y las liturgias religiosas, siempre que no sean dañinas, y dejar que cada uno crea en lo que crea y como crea. 

Publicado en el diario La Nueva España de Las Cuencas el 16/1/2015

UNA BUENA NOTICIA




Una buena noticia que a la vez es mala. Una mujer encontró 1200 euros en una calle de Mieres y los devolvió. En principio, una buena noticia. Sin embargo, si uno lo piensa mejor, ¿no da que pensar que algo así sea noticia? Porque, en fin, la autora del hallazgo no hizo más que lo que haría cualquier persona honrada. Sin embargo, su rango noticioso eleva este comportamiento, que debería ser considerado como normal, al nivel de lo excepcional, de lo inhabitual. Porque, por desgracia, sabemos que la probabilidad de que un dinero extraviado acabe retornando a su legítimo propietario es sumamente baja pues la supuesta bondad del género humano, cuando es puesta a prueba y ha de pasar de la teoría a la práctica, suele dejar mucho que desear. 
Y uno también se plantea cómo es posible que haya gente que vaya olvidando y perdiendo por ahí maletines y sobres repletos de billetes. ¡Con lo que cuesta reunirlos! En qué está pensando un sujeto que abandona un pastón sobre el techo del coche. Y va un inmigrante africano que sobrevive vendiendo pañuelitos de papel, se topa con él y lo entrega a las autoridades. Toma ya. Y, por una parte decimos que menudo tío más honrado, que ojalá todo el mundo fuera así pero, por la otra, imaginándonos protagonistas de ese instante, los ángeles y los demonios que llevamos dentro sostienen una dura batalla que, reconozcámoslo, ganan por abultada mayoría los rojos cornuditos. ¿Qué harías en un caso así? Es una interesante pelea interna.
Según cuentan, la mierense que encontró el sobre con el dinero tuvo dudas, incluso por un momento cedió a la tentación, pero los remordimientos pudieron más. Hurra por la gente honrada, que tanta falta hace en este planeta chiflado. Bravo por las personas con conciencia y sentido del deber, que tienen claro qué está bien y qué no. Seguro que ellos también se plantean qué habría sucedido de no haber reaccionado como lo hicieron. Dinero fresco caído del cielo. Dinero sucio que se alojará en el espacio de la conciencia, cuya imagen les amargará el resto de sus días. Un precio demasiado alto para la buena gente.

Publicado en el diario La Nueva España de Las Cuencas el 14/1/2015

jueves, 15 de enero de 2015

ESTAMOS AVISADOS



Yo, la verdad, necesito tiempo para procesar las imágenes del terror antes de lanzarme a manifestar mi opinión. Porque a bote pronto, con la sangre a punto de ebullición, uno pediría ir sacándole brillo a la bomba atómica y dejarnos ya de pamplinas. Horas más tarde, ante el listado de cadáveres y heridos, llegas a la conclusión de que no podemos negar que estamos avisados. El islamismo radical lleva años diciendo que vienen para acá, a quedarse e imponer su orden en este continente infiel y que utilizarán nuestras democracias para acabar con nuestras democracias. Y todo esto lo dicen alto y claro, una y otra vez, dándonos unos zarpazos sumamente dolorosos, mostrando de un modo muy visual en qué consiste la amenaza que tenemos encima.
Yo no niego que la inmensa mayoría de musulmanes del mundo sea pacífica y respetuosa con la vida y las creencias ajenas. Sin embargo, no conozco ningún estado de predominancia musulmana que sea un ejemplo de democracia, de respeto a la libertad de culto, de igualdad entre hombres y mujeres. Quizás lo haya, pero yo no lo conozco. Es más, en esas tierras hay serias trabas, cuando no peligros, para quienes profesan otra fe, negando allá lo que aquí nos es exigido. ¿Es eso lo que queremos? ¿Un mundo bajo una única fe, que las mezquitas pueblen Europa sin que otros templos puedan asentarse en Oriente? Porque bien lo parece. Y sabemos que el Islam es una religión expansiva que no hace más que lo previsto: extenderse. Y en su caminar surgieron ramificaciones que, como practicó el cristianismo medieval, están determinadas a cumplir la misión a sangre y fuego, dispuestas a entregar la vida en la guerra contra el infiel. Y el infiel somos nosotros, no lo olvidemos. Y nos enfrentamos al enemigo más peligroso que existe: el que no teme morir.
No nos puede sorprender que ya los tengamos aquí. Es más, nacen, crecen, estudian y se forman aquí los que nos quieren destruir. Y bajo el amparo de nuestros derechos, libertades, garantías y comprensión –que ellos niegan tajantemente- promulgan su cruel totalitarismo, que exhiben sin reparos en las calles europeas, desde las que lanzan sus amenazas. Unas amenazas que se van cumpliendo. Y eso que estamos avisados.  

Publicado LNE de Las Cuencas 11/1/2015

martes, 13 de enero de 2015

DE GRIPES



Pues menudo panorama. La parroquia, al completo, griposa de solemnidad, y con todos los sacramentos. Ojos llorosos, narices atascadas y pingonas, gargantas roncas, cuando no mudas. Vaya plan. Y buena parte de ello debido a la impropia estabilidad climática de estos días, de cielo raso castellano y frío polar. Con la atmósfera así de quieta los virus corren que se matan, de cuerpo en cuerpo, campando a sus anchas, ocasionando estragos y gastando los “griposos” funcionariales, que les iría mejor llamarse “mocosos”. Para que luego nos quejemos de la lluvia, que es una bendición del cielo que se lleva río abajo tanta basura ambiental. Yo arrastro una tos que no veo manera de quitarme de encima; Cris estuvo totalmente afónica, si bien se notó bien poco; mi madre con una congestión de aquí te espero y mi padre, en ello, además de lo suyo; y la mayor parte de la pandilla, de baja. Vamos, que estamos como queremos, que arrancamos el año como un coche viejo que petardea y anda a tirones. Qué pena de inicio, de verdad.  Y qué manera de echar de menos la lluvia. Vale, que entonces se nos mete dentro la humedad, duelen los huesos y rechinan las bisagras, pero es más lo nuestro, lo de siempre, a lo que estamos acostumbrados. Además, eso no se contagia, al contrario de estos gripazos tan aparatosos. Y es que la falta de hábito motiva que nadie tome medidas que eviten la transmisión de los virus. Los japoneses, que viven sumergidos en la humareda de sus fábricas, al menor síntoma de catarro se cubren con una mascarilla. Nosotros no. Es más, muy malos tenemos que estar para no salir a la calle a toser y estornudar en todas direcciones, y cuanto más cerca del prójimo, mejor. Esta tos asquerosa que permanece anclada en el gaznate me fue regalada en el teatro Campoamor, ese sitio tan fino al que la gente va a expectorar con ocasión de las funciones operísticas. En esta última representación hubo un volumen más alto en el patio de butacas que en el escenario. Porque hay que tener una voz tremenda para imponerse a un auditorio tosiente. Y no fue el caso. 


Publicado LNE de Las Cuencas 10/01/2015

EL QUÉ DIRÁN





Tengo una amiga sumamente vergonzosa y que vive su vida en permanente alerta sobre el qué dirán. Le gusta bailar, pero no se atreve a hacerlo por miedo a que la gente se fije en ella. También cantaría, de no ser porque se siente incapaz de superar la timidez e ignorar lo que otros pudieran pensar y decir sobre ella. El otro día me reconoció que le encantan los zapatos de colores vistosos; sin embargo, por nada del mundo saldría a la calle con ellos, por temor a los chismorreos. Y jamás manifiesta una opinión fuera de su entorno más íntimo y de confianza. Porque el qué dirán domina su existencia, le impone conductas, marca sus tiempos, sus lugares, su aspecto, modifica sus gustos y silencia sus pensamientos. Todo con tal de mantenerse a salvo de las lenguas viperinas, en la seguridad del anonimato. Su vida es como un disfraz de camuflaje con el que pasar desapercibida entre los depredadores que más teme: la gente que habla de otra gente.
Sólo de pensar en ser víctima de sus bocas venenosas se pone enferma. Es algo que puede llegar a quitarle el sueño y amargarle la existencia. Tan es así que ha renunciado a buena parte de las cosas que más satisfacción le podrían producir –ninguna del otro mundo, todo sea dicho- y se le ilumina la mirada al ver que otros disfrutan de ellas sin miedo al qué dirán. Pero es una barrera que no puede superar, porque el control que ejercen sobre ella los censores sociales es absoluto. Se respiga de arriba abajo al imaginar que alguien le deje caer, con esa asquerosa media sonrisita que se suele acompañar para decir estas cosas, que si la vieron aquí o allá o que si fulanita y menganito comentaron en la cafetería lo del color de sus zapatos. Eso que para muchos no pasaría de ser un cotilleo más salido de las cloacas de los chismosos habituales, que no merecen otra cosa que el vacío total, para mi amiga sería la muerte en vida, como contraer un cáncer agresivo que se la lleva por delante en un santiamén. Porque el qué dirán es sagrado y su poder, omnipotente, hasta el punto que rige millones de destinos. Así de triste. 

Publicado LNE de Las Cuencas 07/01/2015

PEQUEÑOS DETALLES




Rajoy se toma un breve descanso saliendo a hacer algo de ejercicio en su tierra gallega. Nada de particular, salvo por el hecho de que en la fotografía se le ve vistiendo una sudadera con un gran logotipo de la marca alemana Adidas. Lo se, tiene escasa importancia. Incluso para muchos de ustedes, cuestionar algo tan nimio es propio de tiquismiquis con algún trastorno mental. Pero es que los pequeños detalles también tienen su importancia. Nuestro Presidente del Gobierno manifiesta públicamente que la economía española mejora y que tiene plena confianza en este país. Sin embargo, permite ser retratado exhibiendo la publicidad de empresas extranjeras cuando en España las hay dedicadas al mismo sector. Qué quieren que les diga, me parece mal. Si hay que lucir algo, que sea nuestro. Los políticos franceses, alemanes, italianos, británicos, americanos, procuran evitar que su imagen se vea relacionada con productos foráneos. Se desplazan en automóviles fabricados en sus respectivos países y visten marcas nacionales. En España no sucede así: los coches oficiales son mayoritariamente alemanes y, a poco que uno se fije, se dará cuenta, por sus detalles, de lo poco ejemplares que son a la hora de dar relevancia a lo “hecho en España”.
Bueno, y si nos salimos del ámbito político, la cosa tampoco mejora. Son legión las actrices patrias que el día de la ceremonia de los premios Goya lucen palmito y hacen publicidad de compañías textiles francesas e italianas cuando es generalmente reconocido que las españolas son igual de buenas. Es algo que aún no hemos aprendido a valorar. Si me muestras tu decidida apuesta por lo español, conviértete en ejemplo. Y más cuando eres consciente de que tu imagen será captada por miles de cámaras y que millones de personas escucharán tus palabras. Pero si compareces a bordo de un Mercedes-Benz, con un vestido de Armani y unos zapatos de Louboutin, ¿qué mensaje transmites sobre lo “made in Spain”? Es obvio de los particulares y anónimos ciudadanos de este país, si bien deberíamos ayudar al desarrollo económico consumiendo nuestros productos, somos libres de elegir lo que más nos convenga. Pero los representantes públicos y, por qué no, las personalidades relevantes deberían cuidar más estas cosas. 

Publicado LNE de las Cuencas 02/01/2015

¿DE VERDAD?




¿De verdad, señor Presidente, que la crisis económica es cosa del pasado? ¿De verdad? ¿Se fija usted, cuando viaja en el coche oficial, en los seres humanos que malviven en las calles, postrados en las aceras suplicando por una limosna? Son muchos, muchísimos. Los que ejercen la solidaridad en la primera línea de combate aseguran que nunca tuvieron tantas vidas a las que asistir como ahora, que no dan abasto, que la miseria y la pobreza son una verdadera pandemia, que hay demasiados niños que no se alimentan debidamente. ¿De verdad, señor Presidente? Y no es cuestión de negar por negar; me parece estupendo que algunas de las grandes cifras estén remontando, que los datos macroeconómicos inviten a un cierto optimismo. Pero de ahí a proclamar que la escora del barco ya se ha corregido y que continuamos viaje como si aquí no hubiera sucedido nada, media un abismo. Un abismo de incomprensión y falta de empatía hacia los millones de españoles que las están pasando canutas. Hasta para dar buena noticias hay que tener clase y tacto. Para los que tienen vacía la nevera y no pueden afrontar el pago de la mensualidad de la hipoteca, su pasado, señor Presidente, continúa siendo un presente muy duro y un terrible futuro de incertidumbre. No me parece correcto hacer esas manifestaciones tan triunfalistas como falsas. El Presidente de nuestro Gobierno tiene la obligación moral de pensar en los desheredados, en las víctimas inocentes de una crisis provocada por los poderosos, y tenerlos bien presentes antes de abrir la boca. Es posible que allá arriba, en las alturas, el cielo se vaya aclarando; pero aquí abajo no hay día en que no caigan chuzos de punta sobre las cabezas descubiertas de millones de españoles. De corazón, algo me alivia saber que la prima de riesgo ya no asfixia las cuentas públicas, que las exportaciones y el turismo funcionan, que se ha evitado que el sistema financiero se fuera a pique. Hip, hip, hurra. Pero le exijo, señor Presidente, que antes de lanzar las campanas al vuelo y pintar un panorama de color de rosa, haga que aterricen sobre la calle esas prometedoras cifras que por ahora sólo vuelan muy lejos de nuestro alcance. Y esta vez, de verdad, señor Presidente.

Publicado LNE de Las Cuencas 16/12/2014

TERTULIAS



No entiendo cómo lo hacen. Enciendas el televisor a la hora que sea, de mañana, a mediodía, de noche, siempre aparecen los mismos bustos parlantes, los tertulianos, esos habitantes de los platós que hablan de todo y de todos, que se gritan entre sí, ocupando actualmente la mayor parte del valioso tiempo de emisión. Y con el mérito añadido de que, además, tienen sus propios empleos. Unos, altos mandos de la prensa; otros, docentes universitarios y profesionales del derecho y la economía. Sin embargo, pasan la semana de canal en canal, de debate en debate, en una rueda que gira constantemente. Por ejemplo, Marhuenda, el defensor a ultranza del Gobierno popular, que entre radios y televisiones puede intervenir cada día en cuatro o cinco tertulias, resulta ser el director de un periódico. ¿Cómo le cundan las horas de esa manera? El don de la ubicuidad llevado a la perfección. Y como él, otros muchos. Me los imagino de madrugada, al acostarse en la cama, extendiendo sus lenguas sobre las almohadas para darles descanso, con las gargantas irritadas como las chimeneas de Ensidesa.
Y es que en este país, buena parte de lo que antaño era tiempo para la información hoy ha sido sustituido por el debate político, pero no entre políticos –que no suelen saber expresarse fuera de las reiterativas y soporíferas cantinelas oficiales de sus respectivas formaciones - , sino principalmente, por otros “expertos” que dan la cara por ellos. Son tertulias en las que cada uno sostiene su erre que erre y en las que la cayena que da chispa al guiso es el exabrupto, el griterío y la mala educación. Y un partidismo ilimitado.
En la frontera del medio siglo de vida me voy percatando de la importancia de cuidar cuerpo y mente. Por ello, de un tiempo a esta parte procuro evitar estos espacios –algo que no resulta sencillo por su acumulación en las parrillas de programación. Y es que, sencillamente, me resbala lo que opinen unos y otros. Es más, sé de antemano cuál será su postura. Por ello, prefiero echar a volar la imaginación viendo reportajes de viajes, sonreír con las escasas series de humor decentes o tomar un buen libro entre las manos y soñar entre sus párrafos.

Pblicado en LNE de Las Cuencas 14/12/2014