martes, 20 de enero de 2015
LA CUADRATURA DEL CÍRCULO
Pues claro que quiero vivir en libertad. Para mí es el valor supremo, como ya he manifestado en diversas ocasiones. Pero sin seguridad, la libertad se desvanece. Si no puedo pasear tranquilamente por la calle, si vivo bajo el riesgo real de ser víctima de un atentado en un supermercado o de morir en un avión secuestrado, si se amenaza a quienes expresan sus ideas, acertadas o erradas, si por ejercer mis derechos como ciudadano de un estado democrático pongo en peligro mi propia existencia, si la simple pertenencia a un país, a una formación política, a una confesión religiosa, puede situarme en el punto de mira de los terroristas, la libertad queda maniatada. Por ello, a mi entender, resulta razonable la implementación de medidas de seguridad que nos protejan. Porque la libertad con miedo no es libertad. Claro que aquí llegamos al complicado asunto de establecer los límites, de modo que la seguridad no acabe devorando lo que pretende salvaguardar. Y ahí, como se está viendo, hay criterios muy dispares, desde los que prefieren vivir prácticamente a la intemperie, sin ninguna clase de protección, como única fórmula de mantener las libertades individuales hasta los que exigen la bunkerización, la vigilancia permanente y el control férreo. Lo cierto es que armonizar ambos valores, libertad y seguridad, parece más bien la cuadratura del círculo, como la manta demasiado corta, que cuando sube deja los pies al descubierto y cuando baja, desarropa el torso.
Me da la impresión de que si queremos seguir siendo libres –o todo lo libres que siendo realistas se puede ser- de algún modo hemos de protegernos de quienes tienen propósitos agresivos. En consecuencia, he de resignarme -aunque resulte desagradable- a padecer controles, debo restar importancia a ser observado por cámaras –que no es algo que me entusiasme- y no me queda otra que aceptar que las comunicaciones sean rastreadas. Porque si la violencia y el terror se adueñan de nuestra sociedad, adiós muy buenas, todo lo demás desaparece.
Eso sí, el quid de la cuestión está en garantizar que las medidas de seguridad nunca pierdan su razón de ser para no acabar siendo nosotros sus víctimas. ¿Y quién está en condiciones de asegurar esto?
Publicado en La NUeva España de Las Cuencas el 17/1/2015
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