Cuando pasas unos días en uno de esos lugares extremadamente turísticos, un pequeño pueblo que cada jornada sufre una avalancha de visitantes, la invasión de coches y autobuses, comprendes que para algunos de los que allí residen el turismo es una desgracia. Porque se ven obligados a desarrollar su actividad diaria entre hordas de japoneses, árabes, chinos y rusos que copan hasta la saturación la coqueta localidad, y su idílica estampa al pie de un lago, entre imponentes cumbres, se emborrona con la incomodidad de este turismo multitudinario que toma al asalto todo lugar en el que se detenga la excursión, sin reparar en las molestias que ocasiona. Y me viene el recuerdo de un extremo de aquel pueblecito al que, ya de noche cerrada, acudían decenas de personas a hacer la foto perfecta. En las casas de aquel enclave había carteles que pedían silencio porque, en la excitación propia del viajero, del veraneante, tendemos a olvidar que ahí, en ese enclave tan bello, puede haber alguien que quiere descansar.
Por supuesto que no ha de ignorarse el factor económico, que beneficia directamente a quienes viven de los turistas, pero no por ello se debería obviar que, tras el brillo de las cámaras fotográficas, los restaurantes llenos y las tiendas de recuerdos atestadas, también hay gente que padece las consecuencias, personas para las que la cotidianidad se complica, y se encarece, mucho. Que se lo cuenten a los venecianos, para los que algo tan normal como caminar por las calles se hace imposible con cada desembarco de un crucero.
Por ello, no me extraña que vaya en aumento la reclamación del derecho a poder vivir con tranquilidad y de un turismo sensible, movimiento que, como suele ser norma común, acabará dirigido por los más idiotas y aprovechados, que convertirán una reivindicación justa en un disparate. De hecho, ya lo estamos viendo en Barcelona.
Por fortuna los habitantes de las cuencas mineras no tenemos ese problema. De hecho, por aquí un turista es un espécimen bastante extraño, por lo que hemos de concentrar los esfuerzos en defendernos de nosotros mismos, que somos nuestros principales enemigos.
LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 5/9/2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario