martes, 29 de enero de 2019

EL FICHAJE



Nos hemos embarcado en la aventura de hacer un fichaje para la plantilla de la tertulia del contenedor, porque estamos en cuadro. Y el candidato idóneo es un tipo del que todos deberíamos aprender. Tiene un empleo cojonudo, seguro, nada fatigoso y bien remunerado. Y, sin embargo, el tipo lleva años arreglándoselas para estar siempre de baja, salvo cuando le corresponden las vacaciones o los permisos, moscosos, mocosos, griposos… Es una historia fascinante. Me contaron que en una ocasión le fallaron las cuentas y, viéndose sin más remedio que incorporarse al puesto durante un par de días, entre la enésima baja y el comienzo de otras vacaciones, por primera vez se puso malísimo de verdad, con una crisis de ansiedad que casi acaba con él. Una ansiedad que desapareció nada más pisar la arena del Mediterráneo. Pero, en cuanto volvió, recayó de lo suyo nuevamente. Al parecer, el fulano tiene uno de esos empleos en los que da lo mismo que se trabaje o no. Pero cobrar, se cobra. Y puntualmente. Podríamos aprender mucho de alguien así. Porque los demás estamos equivocados. Eso de permanecer en activo aunque nos cruja el cuello o la fiebre nos quiera tumbar no es demasiado inteligente. Ayer, sin ir más lejos, el tesorero abrió su tienda a pesar de la dolorosa inflamación del páncreas consecuencia de un paté caducado el siglo pasado. “No lo iba a tirar”, se justificó cuando lo encontraron retorcido de dolor tras el mostrador. Y este fulano, me dicen, es un hacha de los cálculos. Domina como nadie los plazos, y en un abrir y cerrar de ojos es capaz de elaborar un calendario anual sin un solo día laborable. Aquí una ciática, allá un picor de píloro y entre medias, mareos, visión borrosa, resquemor de oreja, golondrinos, irritación de gónada… Y así todo el año. Qué fichaje sería. Eso si le convencemos para que baje la basura y nos acompañe, que no creo que sea fácil. Porque, a la menor, saca la baja.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 22/1/2019

viernes, 25 de enero de 2019

UN TIPO GUAY



Tenemos un Presidente del Gobierno sumamente partidario de lo público: de los medios aéreos del Ejército para acudir a bodas y conciertos, del patrimonio inmobiliario del Estado para sus prolongados descansos y del repertorio de organismos dependientes de la Administración para acomodar profesionalmente a la primera dama, con un salario, por cierto, declarado secreto. Como el coste de los frecuentes vuelos de los Falcon. Como el gasto que le supone al erario público su celebración navideña. Información reservada. Es lo bueno que tiene ser un presidente guay, moderno y de buena planta. Puede hacer lo que le dé la gana sin verse obligado a justificarse. Que voy en avión de Madrid a Valladolid, pues lo hago; que se me antojan unas largas vacaciones de Navidad en Canarias, mudanza incluida, perfecto. Porque es guay, algo que no era Rajoy, por supuesto. Por eso puede permitirse dar la vuelta al mundo. Porque sería lamentable desperdiciar un presidente guay encerrándolo en un despacho lleno de papeles. Que viaje, que conozca, que lo admiren, que suspiren, que envidien la fortuna del pueblo español, con alguien tan resultón al frente. Y el que quiera ver trazas de cierto parecido con Kennedy, la estética, las poses, es que no comprende qué es ser guay. JFK lo era. Poderoso, guapetón, glamuroso y progre. Una rareza que sólo se produce una vez por siglo. Y ahora vive en La Moncloa. Cuando está, que es casi nunca. Una “rara avis” que le faculta para no dar explicaciones. Ni de lo que gasta, ni de lo que usa de modo aparentemente abusivo, ni de lo que decide en esa franja tan difusa entre lo público y lo privado. No comment. No se cuestiona a la gente guay, es de muy mal gusto, además de una demostración de ignorancia. Lo que haga el Presidente, bien hecho está, aunque tenga una pinta discutible. Los que lo entienden, comenzando por los impulsores de la transparencia en las actividades públicas, no hacen preguntas ni plantean objeciones. Porque es un tipo guay.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 20/1/2019

jueves, 24 de enero de 2019

DIVERSIDAD




Hoy voy a meter el pie en un charco, pero les pediría que no lo entiendan como una postura u opinión, sino como una simple duda resultante de esas chorradas que de vez en cuando le dan a uno por pensar y que hoy comparto con ustedes. La corriente dominante en el mundo desarrollado se manifiesta favorable, en lo que respecta a la especie humana, a la mezcla de razas, sexos, colores y orígenes. Sin embargo, nos andamos con mucho más cuidado cuando hablamos del resto de habitantes de este planeta, como son los animales y las plantas. Y formando todos parte de la naturaleza, hemos decidido que es bueno que un varón asiático se mezcle con una hembra subsahariana, que convivan el caucásico y el árabe, que, en definitiva, siendo humanos disponemos de una capacidad de adaptación que nos brinda la posibilidad de estar en cualquier sitio y con cualquier congénere. Por el contrario, tenemos claro que el jaguar debe permanecer en su hábitat de las selvas americanas y que no es conveniente que se roce con, por ejemplo, el tigre de Bengala que, por su parte, es en el subcontinente indio donde debe estar. Y la avispa asiática se convierte en un problema en cuanto sale de Asia. Y maldita la gracia que nos hace que el plumero de la Pampa se extienda por nuestros campos. Diversidad sí, por supuesto que sí, pero cada uno en el lugar que le corresponde. O sea, que, con la excepción de la especie humana, entendemos que para los seres vivos, cada cual ha de quedarse en su sitio, pues la sabia naturaleza así lo estableció y, en todo caso, los movimientos han de hacerse de forma controlada para no alterar ecosistemas ni a las especies autóctonas. Y esto es lo que me lleva a plantear la duda, que sólo es eso, una duda, pues desconozco la respuesta: ¿Por qué lo que vale para el resto no es aplicable a los humanos? ¿Será que nuestra formidable inteligencia nos permite ir más allá?

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 15/1/2019

martes, 22 de enero de 2019

UN SALIDO



Andas haciendo las cosas a la carrera, dándole a las teclas como un robot y, cuando quieres darte cuenta, le acabas de mandar un correo electrónico a una compañera de profesión en el que te despides muy cortésmente con “un salido”. Y tú querías escribir, como pueden adivinar, “un saludo”. Y en los tiempos que corren, una tontería involuntaria como esta puede conllevar una denuncia, un escrache en el portal de casa, tres o cuatro manifestaciones y un programa de investigación de La Sexta. Y te pones a darle vueltas al tarro y notas que la inquietud se va apoderando del sistema nervioso. Y la colega no responde. Pero la imaginas al otro extremo del código binario de internet sacudiendo el bolígrafo contra la mesa, conteniendo las ganas inmensas de devolverte el “salido” con una de esas frases cortas que te cuelgan el ordenador de pura mala leche. Una letra, una simple letra, lo cambia todo. No existe mayor brevedad que concentre semejante disparidad de significados. Ni los simbolitos del guasap tienen esa propiedad. Qué hacer. La llamo. No, mejor no la llamo. Le mando otro correo. Tampoco. Cualquier intento de explicar el error puede ser catastrófico. Quizá no se dio cuenta. A lo mejor entendió la ridícula confusión. Posiblemente no le ha dado la menor importancia y por eso no hay respuesta incendiaria. Dejémoslo estar. Voy a olvidarlo. Es tontería darle vueltas a un asunto que no da más de sí. O sí da más de sí. Mañana tenemos que vernos en el juzgado. Ay madre. A que me tira el correo a la cara. Aquí viene el salido. Me va a dar algo, que cuando me pongo colorado se me nota mucho. A quién se le ocurriría poner la u y la i juntas en el teclado. Además, qué discriminación: este riesgo sólo lo corre un hombre. No cabe confundir “una salida” con “una saluda”. Ay, que acaba de responder. No sé si leerlo. Bueno, les dejo. A ver qué pasa. Un salido. Digo, un saludo. 


LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 10/1/2019

miércoles, 9 de enero de 2019

DIRECCIÓN CONTRARIA



Me cuenta una profe lo alarmada que está por lo que escucha a sus alumnas de 13 y 14 años. La estética de los raperos yanquis y los reguetoneros latinos ha alcanzado el grado de mentalidad y modo de interpretación de la vida. Los maromos, como en los vídeos musicales, son los que mandan, los que chulean, los que exhiben poder. Y las chicas se muestran contentísimas en su papel subalterno de enseñar carne y contonearse al ritmo que marca el “pavo”. Y me habla de que muchas se dejan controlar por los chicos, que les revisan los móviles “porque me quiere”, “porque soy suya”. Aún no son quinceañeras y vaya panorama se les presenta. Es paradójico que, nacidas y crecidas en libertad, rodeadas de información y de buenos referentes en los que fijarse, caen rendidas ante el poder de unos proyectos de varones de vaqueros colgando y gorra hortera. Y para los profesores ha de ser de lo más desmoralizador. ¿Qué más puede hacerse para que comprendan que la lucha por la libertad e igualdad se va irremediablemente al garete si las féminas del futuro caminan en la dirección opuesta para retroceder el camino avanzado por sus mayores? Yo no soy padre y, aún así, siento escalofríos sólo de imaginar a mi hijita gobernada por un mozalbete calzoncillero que le dice lo que tiene que hacer, con quién estar, cómo vestir y qué decir. Probablemente, el hospital sería su siguiente destino. Y el mío, la trena. ¿Qué está fallando en los hogares? ¿Por qué la nieta renuncia a las conquistas iniciadas por la abuela y avanzadas por la madre? Por desgracia, la mayoría de los ídolos infantiles y juveniles de la actualidad no son precisamente ejemplares. Tanto ellos como ellas hacen fortuna sobre mensajes e imágenes primitivos y muy alejados del destino al que, se supone, queremos llegar como sociedad. Es de lo más inquietante que un docente de hoy cuente experiencias que jamás conocí en mis años escolares.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 9/1/2019




IGUALES



De acuerdo: somos iguales. Es algo que entendí y asumí desde los tiempos del catecismo. No en vano, la igualdad de los seres humanos es un principio cristiano de primerísimo orden. Y no respetarlo -que resulta ser lo habitual- suponer caer en una incompatibilidad absoluta con el mandato de las Sagradas Escrituras. Por ello, alguien que se llame cristiano pero no crea ni practique esta igualdad global, en realidad no es tal cristiano. Bueno, pues esto, afortunadamente, también es un mensaje común de las ideologías denominadas progresistas, que en tantas ocasiones no hacen sino copiar la filosofía de instituciones a las que luego se oponen, si bien su incumplimiento también es generalizado. Porque, y a la historia me remito, el paso del dicho al hecho es más complicado que la colonización de Plutón. En consecuencia, nadie me tiene que convencer de que un negro, una asiática, un indio, un aborigen australiano, una esquimal y yo somos iguales. Ni de que seguimos siendo iguales aunque no compartamos sexo, creencia, color, idioma o pensamiento. Y llegados a este punto, tras mi rollífero preámbulo, pregunto entonces: ¿Por qué se impulsa que los catalanes no sean iguales a los extremeños? ¿Cómo es posible que, siendo igual a un bosquimano, se empeñen en decirme que un vasco y yo somos distintos? Qué contradicción. ¿En qué quedamos? Vivimos en un país que fomenta la diferenciación, como si los habitantes de unos territorios pertenecieran a una especie natural que nada tiene que ver con la que puebla otro lugar. Como si unos fueran gatos y otros cardos borriqueros. Es un mensaje que no casa: me estás diciendo que soy igual a una pobre mujer siria que huye de su casa para poner a salvo a sus hijos pero que nada tengo que ver con un fontanero de Castelldefels o un pelotari donostiarra. Y que, por ello, hemos de vivir por separado. No lo comprendo. Por ello, continuaré aferrado al principio cristiano, que parece bastante más sencillo y congruente.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 6/1/2019

ANCIANOS



Dice Joan Manuel Serrat que le entristece mucho el trato que nuestra sociedad dispensa a los ancianos. Cuánta razón tiene. Los olvidados, los manipulados, los arrinconados. Observados por la clase política como una manada hambrienta de lobos vigila un rebaño de ovejas. Considerados estorbos, un gasto, una carga. Engañados, utilizados para luego ser ignorados. Me trae a mal traer comprobar de qué modo tan despreciable se les mantiene en permanente estado de susto, cuando no de miedo. Las pensiones, los medicamentos, las residencias, los hospitales, lo que sea con tal de que el viejecillo se aterrorice y vote en el sentido interesado. Ojo, que vienen los fachas. Cuidado, que vuelven los rojos. No hay derecho. Una sociedad digna y humana no puede tolerar algo así. Lo que merecen nuestros ancianos es seguridad, amparo y agradecimiento. Gracias a ellos estamos aquí. Son los que levantaron un país destruido, atrasado y pobre. A ellos les debemos que España esté hoy en el grupo cabecero del desarrollo. Es intolerable que un abuelo se vaya a la cama temiendo no cobrar la siguiente pensión o preocupado por no recibir atención sanitaria. Y esos mensajes catastrofistas de “como vengan éstos os vais a enterar” o “yo soy el único que garantiza tu futuro”, rozan lo delictivo. El primer gran error que estamos cometiendo, y ya pagando, es despreciar el saber y la experiencia que otorgan los años. Eso de que “como eres viejo ya no sirves” es una equivocación mayúscula cuyos efectos son claramente perceptibles. Ser joven no es ningún mérito. Haber llegado a la ancianidad conservando el bagaje de conocimientos adquiridos durante toda una vida, sí que lo es. Sin embargo, no les escuchamos, cuando en sus “batallitas” se concentra la sabiduría. Porque ellos ya pisaron el camino por el que hoy transitamos. Sí, es diferente, más moderno, pero conduce al mismo lugar y las dificultades son similares. Tiene usted razón, señor Serrat, duele lo que estamos haciendo a los ancianos. Duele por ellos y por lo estúpidos que somos.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 30/12/2018

MALOS HUMOS



O sea, 25 euros en peajes entre el Huerna y Adanero y Manuela Carmena me impide llegar a Madrid. Lo sé, ya me declaré partidario de abandonar el motor de combustión porque los que saben de esto aseguran que el futuro va por otra parte, pero, oiga, paso a paso, sin atosigar, dando un poco de tiempo para hacernos a la idea e ir preparando la despedida de nuestro sufrido automóvil. En su momento fue una adquisición más que recomendable, como los acumuladores de tarifa nocturna. La madre que los parió. Todavía se me permite circular por las carreteras españolas. Es más, soy muy bien recibido en los peajes. Y me cobran una suma considerable en concepto de impuestos. Pero ahora a los mandamases les ha dado por decir que mi coche viene a ser como Chernobil con ruedas. Y tampoco es eso. En la ITV me miran malamente, y supero brillantemente las pruebas hasta que llegamos a la medición de gases. Suspenso. Y no me queda otra que llevarlo a hacerle algo parecido a una limpieza intestinal, esas lavativas a las que algunos se someten para lucir un colon inmaculado, pero para motores diesel. Lo aspiran por los adentros y sale sin un mal humo. Aprobado. Pues a pesar de haber superado y abonado los obstáculos, en llegando a las afueras de la capital, la ordenanza capitalina de tráfico obliga a buscar un hueco para aparcar en las afueras y un transporte público que te acerque al centro. Porque no hay pegatina de calificación ecológica que se adhiera a mi parabrisas. Y como se te ocurra adentrarte más allá del Arco de La Moncloa, las fuerzas carmenitas te disparan a discreción. Y los 25 euros de los peajes te parecen la propina. Es como pagar para ir al teatro y que no te permitan pasar del vestíbulo. Porque dicen que expeles humos altamente perjudiciales. Y la iniciativa se va a extender, ya lo verán. En una de estas no me dejan ni salir de la cochera. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 26/12/2018

SINSENTIDO COMÚN



Háganme caso: a los españoles nos falta un hervor. O, si lo prefieren, “una patatina para el kilo”, que dice Elena. Las noticias nacionales que nos llegan cada día lo demuestran. Qué gallinero. Las escenas que se están produciendo en Cataluña confirman que en la sesera colectiva tenemos algún cable pelado. No somos normales, está claro, y el Congreso de los Diputados es reflejo de ello. Y las reacciones sociales son cada vez más disparatadas e insensatas. En definitiva, todo parece indicar que el sentido común ha desaparecido. Y recientemente hemos conocido una prueba más: desde la entrada en vigor de la ley antitabaco ha aumentado el número de fumadores. Fenomenal. Podemos estar orgullosos. Cada vez ganamos menos, a la mayoría de los que tienen la suerte de estar empleados le pagan un sueldo de mierda y son millones los condenados a sobrevivir con muy poco dinero. Y, pese a ello, hay un volumen creciente de españoles que se gasta la pasta comprando tabaco. Es una genialidad económica. Yo logré desengancharme, con muy poquito esfuerzo, hace veinte años. Y hoy, cada vez que miro el precio de una cajetilla, doy gracias al Altísimo. Menudo ahorro. Pero no todo va a ser malo: la necedad fumatoria hispana le ha venido de perlas, además de a las multinacionales del sector y a las arcas públicas, al negocio de la hostelería de exterior, al terraceo, que hoy se practica aunque caigan chuzos de punta con tal de poder fumar. Y lo que ya es de “cum laude” es que las mujeres hayan superado a los hombres en el consumo de tabaco. Extraordinario. A veces, el feminismo se manifiesta de formas sorprendentes. Y esta, sin duda, lo es. Ellas ya tosen por las mañanas tanto como ellos. O más. Y eso a pesar de la insultante brecha salarial, lo que supone un mérito añadido. Ganan menos y fuman más. Admirable. Quizá es que aspiran también a igualar la expectativa de vida masculina. Quién sabe.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 24/12/2018

martes, 8 de enero de 2019

ARRIBA Y ABAJO




La francesa es una sociedad viva que periódicamente recuerda a los de arriba que el poder reside en el pueblo. Porque la clase política tiene tendencia a olvidarlo. En consecuencia, tras unos cuantos avisos ignorados –la necedad humana es infinita-, no queda más remedio que echarse a la calle y montar el follón allá donde el poder no puede obviar que existe un problema: en el mismísimo centro de París, para que la burguesía acomodada que reside en los hermosos apartamentos de los primeros distritos, compra en los almacenes del bulevar Haussmann y luce palmito en los Campos Elíseos vea interrumpida su confortable cotidianidad. Porque hay que recordar de vez en cuando que Francia es Francia gracias al esfuerzo de los de abajo, de las clases baja y media. Y entonando La Marsellesa se visten el chaleco amarillo y salen a hacerse oír. Si por las buenas no es posible, pues no queda otra. Eso, o rendirse. Y se ve que razón no les falta cuando el Presidente de la República se ve obligado a comparecer públicamente con cara de Calimero para reconocer que, efectivamente, a los de arriba se les volvió a ir la mano y los de abajo tienen el cabreo que tienen con motivos. Hora de devolver al primer plano del pensamiento que para que unos lo pasen mejor, otros, muchos, lo están pasando peor. Eso es sociedad civil: agricultores, obreros, estudiantes, desempleados, autónomos, en definitiva, los que hacen que un país se mueva, unidos por una causa justa. Sí, por supuesto, siempre habrá infiltración de los profesionales de la bronca y la destrucción, pero ello no debería desenfocar el fundamento de la protesta. Cuando oigo hablar de un movimiento ciudadano independiente pienso en la dificultad de que esto pueda suceder en España, con todo politizado, desde la escuela al geriátrico. Aquí tenemos más motivos que los franceses para, con cierta frecuencia, darle la patada a la mesa y levantar la voz. Pero aún no sabemos hacerlo sin que alguien, interesadamente, nos impulse. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 16/12/2018