martes, 30 de octubre de 2018

TEORÍA Y PRÁCTICA




El otro día escuché a nuestro presidente, Javier Fernández, hablando sobre el conflicto catalán y el lío que tenemos montado en España con el concepto de nación. Sensatez y firmeza, mesura y respeto, y una idea prevalente: el bienestar de la gente por encima de las aventuras políticas. Un discurso de Estado, sin duda. Qué lástima que como primer espada del Principado de Asturias la clarividencia que manifiesta acerca de la situación política española no le alcance para la gestión de lo doméstico. Porque estamos yendo a menos a un ritmo preocupante, retrocediendo, desandando buena parte de lo avanzado. Y ni el gobierno asturiano ni la nutrida población que vive de la política en esta tierra están siendo capaces de contrarrestar la tenaz merma. Porque cargos políticos tenemos para aburrir, pero su labor está siendo insuficiente. La hermosa teoría que Fernández tiene en la cabeza no se asimila de ningún modo a la práctica de él y su gobierno en Asturias. Resultados cero. Asturias se nos viene abajo en sectores estratégicos esenciales La reindustrialización ha quedado en una lejana ensoñación. La actividad económica languidece y los jóvenes mejor formados, los que habrían de asegurar el futuro de esta tierra, huyen, a pesar de que se les esté tratando de impedir la salida: sin aviones en el aeropuerto, sin alta velocidad, con un peaje disuasorio por autopista. Tengo la impresión de que el breve paso de Fernández por la planta noble del edificio de la calle Ferraz le puso en contacto con la política más allá de lo regional, la de altos vuelos y grandes ideas, alejándolo de lo próximo y cotidiano, del consultorio que tiene goteras, la carretera llena de baches, la precariedad de buena parte del personal imprescindible para que Asturias funcione o la desintegración de nuestro tejido productivo. Y no todo es de responsabilidad ajena, ni mucho menos. La inoperancia del gobierno que preside Fernández está contribuyendo a la decrepitud general de una autonomía cargada de posibilidades.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 21/10/2018

A LA MIERDA



Fue terminar de comer y quedarme traspuesto. Un cuarto de hora más tarde desperté alterado, desconcertado. Cuando conseguí centrarme, salté del sofá, me apliqué abundante agua fría en la cara y salí presuroso hacia el despacho. El penúltimo sol del veroño castigaba sin piedad. Tanto que abrasaba. Y, de repente, “¡A la mierda!”. Sí, fui yo. Sin ton ni son, sin mediar provocación, de modo espontáneo y compulsivo, en medio de la calle, grité un “¡a la mierda!” como si estuviera poseído por el espíritu de Fernando Fernán Gómez. Me asusté. Y una señora mayor que salía del supermercado, más que yo. Y una pareja sentada en una terraza pegó un brinco que no veas. Aterrorizado, huí de la escena rezando para no haber sido reconocido. Ya en mi puesto de trabajo quise descubrir el motivo que me llevó a cometer semejante estupidez. Pudo deberse al calor o a la siesta y el posterior sobresalto al abrir los ojos. Quizá es que estoy enloqueciendo. Y entonces lo vi claramente. Justo antes de quedarme dormido la televisión se ocupaba de la increíble secuencia de disparates acontecidos en el parlamento de Cataluña. Eso fue. Pero, ¿a la mierda qué?, ¿en qué sentido?, ¿a por ellos o que se piren de una vez y para siempre?, ¿cerrar el grifo o pasar de todo?, ¿la Legión o dar el portazo y que se cuezan en su propia salsa?. Por más que rebusqué en el desordenado almacén de mi cabeza no logré precisar el significado de mi “¡a la mierda!”. Entonces sufrí el ataque por segunda vez. “¡A la mierda todo!”. Fue tal el alarido que sentí el inmediato silencio general. ¿Todo? ¿Qué significa todo? ¿Todo incluido yo? Pero, ¿todo, todo, lo que se dice todo? Tengo que controlarme o, de no ser capaz, gritar algo con algún sentido. Abatido, me desplomé sobre el sillón. Un segundo más tarde se oyó en la lejanía “¡A ver si es verdad!”. Y me sentí comprendido y acompañado. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 10/10/2018

lunes, 22 de octubre de 2018

JAULA DE GRILLOS




Esta vez no me han despertado los gritos de la calle. Peor: un calambre en el gemelo de la pierna derecha. Qué extraña sensación la de esos segundos de intenso dolor entre el sueño y la realidad. Era real. Vaya si lo era. Tensar la pierna, tirar del pie hacia atrás y listo. Pero, ya con los ojos abiertos, el organismo me avisó de otras necesidades pendientes. Hala, a levantarse y, cojitranco, al cuarto de baño. Cuánto se piensa allí. La de ideas que me vienen a la cabeza sentadito en el trono. Casi todas las buenas nacen en el váter. Y no creo que sea sólo yo. Me acosté con las imágenes de las algaradas en Cataluña y ahora despierto entendiendo que haya españoles que deseen dejar de serlo. Esto no es un país: es una jaula de grillos. A ver quién dice la chorrada más gorda y hace la burrada más grande. Y así un día tras otro. Qué fatiga de España, que le puede sacar a uno de sus casillas. Esto de buscar denodadamente la forma más puñetera y costosa de autodestrucción ya me está superando. ¿Por qué somos tan raros e insensatos? Portugal no es así, ni mucho menos. Y con razón nos observan con prevención. Porque España está cada vez más desquiciada. Y determinada a cargarse lo mucho bueno que tiene. Por eso los vecinos nos miran a cierta distancia y sin meter baza en el follón que tenemos montado, por si nuestra majadería se contagia. Y bien que hacen. Cómo podemos caer una y otra vez en lo mismo. Por qué nos castigamos de esta manera. Cuál será la causa que nos impide aprender. Y qué gobernantes elegimos, madre del alma. No damos una. Y si continúo así, me desvelo definitivamente. Comprobación de vejiga. Comprobación de gemelos. Todo en orden. A la cama, a ver si me cunden las tres horitas que faltan para que suene el despertador.  

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 8/10/2018

Y SI…



Tertulia del contenedor al completo. Ya regresaron los supervivientes de la playa de San Lorenzo, de las gotas frías levantinas, de las olas de calor del sur y del precio de la ración de parrocha de Candás. Y jubiloso recibimiento de la noticia sobre el comienzo de la siega de la selva mierense. Ha costado tanto que ya parecía imposible. Punto único de debate: qué hacer con los restos de Franco, algo que preocupa e inquieta. Y mucho. De hecho, los retornados de Benidorm y Coníl reconocieron haberse desviado de la ruta para hacer escala en el Valle de los Caídos. Los telediarios alimentaron tanto la curiosidad que la visita resultaba ineludible. Como la Expo 92, Ambiciones, las caras de Bélmez o el monstruo del lago Ness. La falta de acuerdo era de prever. Descartado que nuestro contenedor se convierta en la última morada del dictador. Desestimada la cabalgata hasta El Ferrol, al más puro estilo Fidel Castro. Desechado el acogimiento temporal en los domicilios de los voluntarios. Y en estas nos hallábamos cuando el único tertuliano que se abstuvo de proponer idioteces dijo: “¿Y si no está allí?”. Un interrogante que nos dejó estupefactos. ¿Exigió ser enterrado en ese lugar? No. ¿Hay nerviosismo en la familia? Ninguno. ¿Y si todo fue un paripé y Franco está, digamos, junto a su esposa en el cementerio del Pardo? Rediez. Qué misterio. A ver si estamos montando este lío para trasladar un ataúd vacío. ¿Ha mirado alguien dentro? Una foto, un pelo, una prueba del carbono 14, algo. Porque no sería la primera vez que la inscripción de la lápida no coincide con el contenido. Anda que tendría bemoles el tema. Que como no esté donde se supone, garantizado que se desbocan las hipótesis más alucinantes. Como con Hitler y Elvis. Suspendida la tertulia hasta que se nos aclaren las ideas. Los más afectados por la duda, los recientes visitantes del Valle de los Caídos. Qué hay bajo esa pesada losa. Y si…

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 1/10/2018

EL PROBLEMA



Todo este vergonzoso escándalo de tesis y másteres vuelve a dejar bien a las claras que, siendo la política una actividad primordial, nuestros políticos son el problema. Cuando ya se otea en el horizonte un panorama de dificultad económica, y no habiendo recuperado aún la compostura tras la última tarascada, este colectivo dominado por tramposos e insensatos mata el tiempo destapando sus asquerosas indecencias. Como si no tuvieran nada mejor que hacer. ¿Qué clase de gente capitanea los principales partidos españoles? ¿Cómo han llegado tan alto? ¿Cuáles son sus méritos? Si no tienen el menor reparo en mentir sobre su formación, ¿podemos confiar el ellos? Han sido muchos los obligados a desvestir sus historiales, repletos hasta ahora de logros inexistentes y falsos. No sería justo generalizar pero, reconozcámoslo, la categoría humana de la cúpula política que rige los destinos de nuestro país es ínfima. ¿Dónde quedaron la verdad, la sinceridad, la honestidad, la transparencia? Nadie lo sabe. Pero es que nadie las busca. Preguntémonos qué estamos haciendo mal para permitir que se cuelen tantos tramposos en los primeros puestos de los partidos, y que tanto daño nos están haciendo (véase la reputación de la Universidad). Acaso nuestra apatía y falta de exigencia han dado como resultado que los quinquis se hayan infiltrado en la estructura política española. Porque, además, es difícil que ocurra algo, que descubierto el fraude las consecuencias sean graves. Y si la clase política se constituye como un problema en vez de la solución poco, o nada, bueno podemos esperar. ¿Por qué se adoptan medidas tan calamitosas? ¿Por qué se producen tantas situaciones injustas? ¿Por qué nos complican la vida cada vez más? ¿Por qué, reuniendo todas las condiciones, no somos capaces de avanzar hacia una sociedad más desarrollada y humana? ¿Por qué se desperdician tantos recursos en acciones inútiles? Y es que estoy absolutamente convencido de que, con una clase política competente y honrada, España sería el mejor lugar sobre la Tierra.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 19/9/2018

A LA HORA



Pues claro que ya basta de marearnos con los cambios horarios. Por fin quedó claro que los supuestos beneficios de tanto adelanto y atraso de los relojes no compensan los perjuicios e incomodidades. Porque todos, en mayor o menor medida, nos vemos afectados con cada cambio. Así que ojalá prospere la iniciativa europea y dejemos la hora en paz. Y cuanto más se aproxime a la realidad solar, mejor. Digo yo que es más recomendable atender a lo que marca la naturaleza, aunque se desvíe del interés de Alemania. Y deberíamos ir un poco más allá y ajustarnos al meridiano de Greenwich, que nos cruza, oh casualidad, haciendo prácticamente de frontera entre Cataluña y el resto de España, salvo Baleares y el cabo de La Nao. O sea, que lo normal sería que la hora española fuera la misma que la inglesa, portuguesa y canaria. Esto es, que el parte radiofónico debería comenzar diciendo, por ejemplo, “Son las diez, las once en Cataluña y Baleares”. Espero no estar dando más argumentos a los indepes, que se agarran a lo que sea para resaltar sus rasgos identitarios. “¿Lo veis? No nos parecemos ni en la hora”. Y quizá fuera su prueba más consistente. Pero, vamos, que ya está bien de horarios de invierno y verano. La hora es la hora, que es de lo poquito exacto que nos queda. Porque ni las estaciones son fijas. ¿Cuándo comenzará el otoño? Quién lo sabe. Hoy es imposible precisar si habrá primavera o si pasará como un suspiro. Antiguamente esto se trataba con más seriedad y las estaciones entraban y salían con precisión, cuando lo ordenaba la autoridad. El 21 de junio comenzaba el calor estival. Y el 1 de noviembre era el primer día en que se precisaba encender la calefacción. Hoy, vete a saber. Y para mí que todo este descontrol se produjo cuando algún listo decidió cambiarnos la hora a su antojo. Llámenme conservador, pero a veces el pasado es lo que funciona.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 4/9/2018

DISTANCIA



Poner cierta distancia, además de como terapia de desintoxicación, sirve para darse cuenta de que más allá de nuestras fronteras poco, por no decir que nada, importan esos asuntos que a nosotros nos tienen tan ocupados. Nadie habla de Cataluña. Nada se escucha sobre Franco. Y hacen muy bien. Las paranoias españolas, que las aguanten los españoles. Lo que les faltaba a los pobres: hacernos caso. Allá, al otro lado de la línea fronteriza, las cosas se hablan, se explican e incluso se debaten. Pero no se gritan ni se monta un espectáculo cada dos por tres. En los programas de actualidad rigen la cortesía, la educación y el respeto. Unos escuchan a otros, sin interrupciones, sin alborotos, sin insultos, sin desprecios. Reconozco que hace ya tiempo que dejé de ver los debates televisivos españoles porque advertí que me subía la tensión. Eso no es intercambiar opiniones: es ladrar. Y lo más desesperante es que de este modo tan agresivo y grosero se capta a la audiencia, que es precisamente lo que reclama. Ay, qué asco. Me lo decía un conocido es otro día: quiero dejar de ser español. Porque no soporta tanto mal gusto, tanta mala uva, tanto colmillo afilado, tanta zafiedad y tanta polémica absurda. En la casina de campo no hay cobertura de móvil ni internet. Y la tele, según las horas y las emisoras, se ve o no. Al principio, recién llegado de la modernidad, puedes sentir cierta ansiedad. Pero poco después comienzas a apreciar el valor del silencio y del apagón informativo. Y la marejada que llevamos en el cerebro cesa para permitir que broten otros pensamientos, libres de ruidos y presiones. Y mientras cierras los ojos para encontrar el sueño con el único sonido de fondo del agua de la fuente, reconoces lo necesario que es distanciarse de la estúpidamente acelerada y desquiciada realidad, que está provocando que, ante la imposibilidad de pensar con lucidez, tomemos como propias ideas ajenas transmitidas por medio de algún tipo de onda.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 3/9/2018

Y YO MÁS



Qué gozada cuando la conversación adquiere el grado de competición de enfermedades y males varios. Al final, la que dijo tener una hernia inguinal acabó en última posición, superada de largo por un generoso surtido de varices, arritmias, cataratas, juanetes y caderas descalcificadas. Y a ello hubo que añadir los padecimientos de las respectivas familias y alrededores, que también eran de órdago. Para el observador, aquella reunión de amigas más parecía un reto, como una apuesta. Y yo más, lo mío sí que es grave, ni comparación, para sufrimientos, los que yo tengo. Que, seguramente, esta especie de ceremonia del regodeo en torno a la mala salud funcione a modo de terapia liberatoria de miedos y dolores. Porque si todo el mundo está pachucho lo nuestro se relativiza. Y es que encerrado en casa esa molestia de la rodilla puede resultar insoportable. Sin embargo, al ponerla junto al que le acaban de operar de riñón, a la de las migrañas, al del ictus -que está totalmente de moda; años atrás a todo el mundo le daba un infarto de miocardio; hoy, lo suyo es sufrir un ictus-, y a la del cáncer de pecho, como que tu malestar se matiza. Pero no deja de ser curioso la de tiempo que podemos llegar a invertir contando padecimientos y desgracias médicas. Y qué vehemencia. Como que a la gente le sienta mal que otro esté peor, que tenga más motivos para el lamento. Allá las dejé enzarzadas en su surrealista discusión por salir triunfantes en la carrera del “Y yo más”, que, incluso, llevaba a las contendientes a cuestionar la entidad de los trastornos de las rivales. “Eso no es nada” es una expresión que puede resultar bastante fastidiosa cuando tienes un dedo a la virulé o un ojo de la tonalidad del rábano. Por un instante llegué a pensar en participar, si bien no tenía la menor opción de ganar. Pero qué entretenido llega a ser la observación de una tertulia de desgracias y malestares.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 29/8/2018.