En la cola de la caja del supermercado estamos todos, bueno, más bien todas y yo, aguardando turno. Rostros de funeral. No sonríe nadie. Como si a la clientela se le hubiera muerto el gato. Qué morros. Sólo la cajera intenta poner una cara amable. Los demás, enfurruñados, como si tuviéramos la sesera a punto de reventar resolviendo el futuro de la humanidad. ¿Tanto cuesta sonreír? ¿A qué vienen esos gestos avinagrados? ¿Tan grave es nuestra realidad? Y en esto, veo a través de la cristalera a un africano que arrastra un carro de la compra lleno hasta los topes. Y el tío va mostrando una dentadura espléndida. Se ríe. ¡De qué se ríe! A saber cómo vive, o malvive. A miles de kilómetros de distancia, de costumbres, de clima, de la familia, de los amigos, de su mundo. Y vendiendo baratijas y copias piratas pasa los días, e incluso ahorra para mandar algo a casa. Y aún tiene tiempo, valor e inteligencia para mostrar su mejor sonrisa. Pero nosotros, con la casa confortable, un colchón más a menos mullido en el banco, sin haber tenido que abandonar nuestras raíces, ponemos el pie en la calle en permanente estado de amargura. Dicen que un día sin risas es un día perdido. Pues estamos tirando la vida por el retrete. Ayer me llegó un video al móvil que me gustó mucho: entra un tipo en el metro, todos serios y en silencio, y comienza a reír poco a poco hasta terminar a carcajadas. Y el vagón entero acaba contagiado. Entraron unos muermos y salieron unos individuos contentos. ¿Qué nos sucede? ¿No nos damos cuenta de que este espíritu mustio y morrongo también se transmite? Ya no es sólo por nuestro bien, sino por el de los más jóvenes, que no ven más que tristeza y ceños fruncidos en sus mayores. Vamos, que no es para tanto. Que un etíope se vuelve loco de felicidad con un vaso de agua potable y a nosotros no nos falta de nada. Tenemos dificultades, claro. La vida no siempre es dócil, por supuesto. Pero la empeoramos viviéndola en negativo. Hay un dicho estupendo: La mayoría de mis problemas aún no los he tenido. Alegremos la cara.
LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 23/1/2018
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