lunes, 15 de enero de 2018
MASCARILLAS
Hoy he visto algo ciertamente extraordinario: una mujer que cubría su nariz y boca con una mascarilla haciendo la compra en el Carrefour. Como buen español, me dije: pobre, está en las diez de últimas. Porque nos resulta impensable que alguien que simplemente contrae la gripe tome ciertas precauciones para no propagar el virus. La mascarilla significa que el de la guadaña ha tocado el timbre. Hace unos días escuché decir a un tenor de ópera que en estas épocas gripocatarrosas debe andarse con mucho cuidado y huir de las concentraciones humanas si quiere mantener la voz a salvo, algo que no constituye una preocupación en Japón, donde, al menor síntoma, la ciudadanía actúa para evitar contagios. Aquí es exactamente al revés. A la que notas el primer moqueo la convención social impone salir disparado a la calle a toser y estornudar sobre aquellos que se hallen en las proximidades. Y así andamos todos de griposos, colapsando centros de salud y hospitales. ¡Cómo voy a ponerme una mascarilla! ¡Qué va a pensar la gente! Y de quedarme quietecito en casa, ni hablar, que aún no ha llegado el día en que no baje al chigre. A estornudar y toser entre tinto y tinto. ¿Entienden ahora por qué Asturias lidera la clasificación de incidencia de la gripe? No es por los súbitos cambios de tiempo, que ayer paseábamos a cuerpo y hoy nos azota un aire polar, ni por la escasez de lluvias que arrastren río abajo los bichos infecciosos. Es que no paramos en casa hasta que el gripazo nos tumba y nos lleva a la cama o a la sala de urgencias. Y hasta entonces, cuando más contagiosos somos, todo el santo día atravesados en la calle a cara descubierta. Y venga virus de la gripe en todas direcciones. Somos dados a compartir este tipo de cosas. Qué le vamos a hacer. Y al médico que se le ocurra prescribir mascarillas le van a llover las denuncias. Con este panorama, a nadie puede extrañar que también encabecemos la clasificación nacional de mortalidad: somos viejos, griposos y no nos quedamos en casa ni a tiros. De morirse, que sea en compañía.
LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 13/1/2018
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