Amparo tenía dos posesiones que la hacían diferente. Un diminuto Autobianchi que no subía la rampa de la cochera con más de una persona a bordo y un veterano perro salchicha llamado Bat, que era todo un personaje. Recuerdo entrar en su casa y oír unos aullidos lastimeros procedentes de la despensa. Colgado de un gancho, un jamón. Metro y medio más abajo, Bat lamentaba su suerte de perro paticorto. Así llevaba todo el día, poniendo a prueba los nervios de su dueña. Pero si algo molestaba a Amparo era la manía de Bat de quitarle su sitio en el sofá. En cuanto ella se levantaba, Bat aparecía de repente y de un salto se instalaba en aquel preciso lugar. Amparo volvía, protestaba y terminaba sentándose en otro sitio. Y Bat se hacía el sueco de un modo impecable. Y así, aquella simpática pareja compartía la vida. Me ha venido Bat a la cabeza porque llevo una temporada con un mosqueo notable. Y es que me está pasando que cada vez que me propongo pulsar el botón del ascensor, alguien se me adelanta. Cada mañana, es cerrar la puerta de casa y al aproximar el dedo al pulsador, zas, justo en ese instante, me lo birlan. E, igualmente, en el despacho, a cualquier hora. Es como si tuviera mi propio Bat, que en vez del sitio en el sofá, me quitara el ascensor. Y eso, un día tras otro. ¿Se dan cuenta de esas veces en que parece que todo el mundo te arrebata las plazas de aparcamiento? Siempre hay alguien que se anticipa. Y venga a ver coches que encuentran hueco. Pues lo mismo, a diario, con el ascensor. Demasiada casualidad. Para mí que es algo intencionado, la puñeta que me están haciendo no sé por qué. Hago amagos de salir, intentando engañar a mi particular Bat. Finjo cerrar la puerta y me quedo a la espera. Pero nada, no pica. Pero en cuanto voy en serio y dirijo el dedo al llamador, click, guindado. Ayer me lancé escaleras abajo para descubrir al tipo que me está martirizando. Era una venerable anciana. No podía ser. Ah, pero ahora que lo pienso ¡tenía un perro salchicha!
LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 3/2/2018
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