martes, 14 de noviembre de 2017

SEGUIR IGUAL (O PEOR)




Pues claro que se puede repetir el resultado. O empeorar. La convocatoria de elecciones catalanas el 21 de diciembre no garantiza que el electorado bascule mayoritariamente hacia el sentido común. Es más, por mi confianza en la inteligencia humana, me da en la nariz que el secesionismo volverá a ganar. Y, en consecuencia, nos veremos nuevamente en la casilla de salida, pero con peores fichas. Y vuelta la burra al trigo. Porque somos así, necios a más no poder. Las primeras encuestas confirman que el catalanismo independentista continúa en cabeza a pesar de todo, del espantoso ridículo del govern golpista, de la fuga de empresas, del vacío internacional, de la hecatombe económica. El enroque mental es de tal magnitud que no valen las razones. Hay millones de habitantes de Cataluña que ya soltaron amarras con España aunque la nave navegue a la deriva. Les da igual. No hay vuelta atrás. Y lo peor del tema es que una victoria independentista el 21 de diciembre proporcionará a la opción de ruptura una legitimidad difícilmente rebatible. El Estado hizo una clamorosa dejación de funciones en Cataluña durante más de treinta años. Hoy tenemos una generación completa educada según los parámetros catalanistas. Una generación en edad de votar. Una generación que sólo acepta una versión de esta historia. Una generación dispuesta a participar en las elecciones del 21 de diciembre. Una generación crecida en la idea de que España es el enemigo, el invasor. Así las cosas, los puigdemones, pujoles, junqueras y gabrieles, ganarán. Verán qué risa tonta nos va a dar tras el recuento. Y ni les cuento unas horas después, cuando los niños de San Ildefonso canten el Gordo de Navidad, que caerá en Barcelona o aledaños. Se admiten apuestas. Porque España es así. Y si juntamos la estupidez colectiva con las leyes de Murphy, para qué queremos más. Dice un amigo, mitad en broma, mitad en serio, que antes de votar Cataluña necesitaría cinco años de presencia de la Legión en la zona. Y un delegado del Gobierno uniformado y con un parche en el ojo. De los que acojonan mucho. Y después, sí, a las urnas. Pues yo creo que ni por esas. 

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 4/11/2017

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