martes, 14 de noviembre de 2017

BANDERAS




Pocas banderas constitucionales ondean en los balcones de Mieres. Aquí no son tenidas en mucha estima. “Son fachas” me susurra al oído una anciana. Para qué responder. Somos más resueltos a la hora de agitar al aire la bandera asturiana. Y la de la Segunda República, por supuesto. Pero si quieres ser ubicado en el sector, digamos, progresista, la bandera oficial española no ayuda. En Oviedo se ven. En Gijón también, pero menos. Serán fachas. Y del puerto de Pajares para abajo, a montones. Más fachas. Menudo negocio para los chinos. Constitucionales, esteladas, catalanas, republicanas, asturianas... Todas chinas. Me alegro de no vivir ahora en Cataluña porque, conociéndome, con esta puñetera manía de no callarme, sobre todo por escrito, lo tendría bastante complicado. No concibo mantenerse en silencio ante, por ejemplo, la barbaridad de involucrar a los niños en un conflicto político. Cuánto desaprensivo merece salir del aula de una patada en el culo. Cómo me alegro de no haber vivido en el País Vasco en los tiempos del tiro en la nuca y la bomba lapa, porque mi existencia habría sido difícil y, posiblemente, breve. Nosotros aquí tendremos problemas, no lo discuto, pero al menos somos libres. Como mínimo, más libres que buena parte de la ciudadanía catalana, que vive bajo la amenaza de “como abras la boca para decir lo que no debes, atente a las consecuencias”. Fíjense en lo que ha costado que los no independentistas salgan a la luz. Cierto es que también padecimos algo similar a una dictadura de facto en la época del glorioso villismo, cuando la discrepancia era muy mal tolerada e, incluso, perseguida. Pero aquello pasó en su mayor parte y hoy podemos manifestarnos libremente, con el único límite de nuestro propio temor. Y esto es un tesoro que aún no aprendimos a apreciar y que está en grave riesgo en zonas de nuestro país. Hace un rato me crucé con un chaval que vestía un polo con una banderita de España. Y cómo seremos de raros que me sorprendió. Si hubiera sido la americana, inglesa, nepalí o republicana no me habría fijado. Pero era la rojigualda. Y eso aquí se sale de lo habitual, por más que vivamos en España.

LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 9/11/2017

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