Por favor, no digas que no de entrada. Compruébalo, no lo dejes pasar. Asegúrate de que tu hijo no es un acosador. Porque se están dando tantos casos y estamos viviendo tal fenómeno de imitación que, antes de que vaya a más, el mal ha de ser cortado de raíz. Y la raíz está en casa. No en el colegio ni por ahí fuera. En casa, que es el lugar en el que se soluciona y corrige la mayor parte de los problemas.
Sí, seguramente ves a tu hija incapaz de hacer algo así, y es posible que así sea, pero, ¿y si no lo no es y hoy le está amargando la vida a una compañera? ¿y si es cómplice y no dice nada? ¿y si, deseosa de una supuesta popularidad, se ha aproximado en exceso a uno de esos seres tóxicos a los que tanto les gusta acosar, perseguir, insultar, amenazar, agredir y difamar? Te lo ruego, no mires hacia otro lado. Como padre o madre tienes una responsabilidad que no debes eludir. No recurras a lo fácil, a “eso son chiquillerías”, a “que lo solucionen en el colegio”, a negar la mayor sin haber puesto de tu parte. Las vidas, la salud, la integridad psicológica de muchos niños están en juego. Es demasiado serio como para que te pongas de perfil pretendiendo que el asunto pase de largo. Haz algo, por lo que más quieras. Fuiste niño, como todos, y sabes que no eras ese ser puro y limpio que veían los que te querían. Pues tu hijo tampoco lo es. Y, en consecuencia, no te quedes con la duda, no des por hecho que no es un acosador o uno de esos cobardes palmeros de los acosadores. Y, por el otro extremo, comprueba también que tu hijo no esté sufriendo acoso. Sondéalo, habla con él, vigila sus comunicaciones y, si sospechas algo, si percibes comportamientos extraños, no te quedes quieto. Actúa. Protégele con inteligencia. Y cae sobre el acosador y su entorno como una maza. Que se sepa. Que se haga justicia. Que lo paguen. Que los padres del acosador comprueben que causar dolor y angustia a tu hijo no sale gratis.
LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 28/3/2017