¿Se imaginan que el ridículo error final de la ceremonia de los Oscar se hubiera producido aquí, en España? El acabose. Ya habría peticiones de comisiones de investigación, exigencias de dimisiones a discreción, desde la del Presidente del Gobierno hasta la del Gran Wyoming, convocadas manifestaciones contra la monarquía y registradas solicitudes para la retirada de subvenciones a los “titiriteros”. Ya habrían dicho un montón de idioteces todos los que pintan algo en el arco parlamentario. Los secesionistas catalanes tendrían un nuevo argumento a favor de la independencia. La bolsa habría bajado en picado, al contrario que la prima de riesgo, la gasolina y la electricidad. Y volveríamos, dale que te pego, a revolcarnos en eso que tanto nos gusta, el todo mal, la chapuza nacional, el hazmerreír internacional. España, el gallinero alborotado. Un drama, un escándalo, un bochorno espantoso. De algo que no es más que un simple y lamentable error, una tarjeta mal colocada, que no provoca más que sonrojo y pitorreo, aquí seríamos capaces de generar un lío tremendo durante semanas, con las televisiones echando leña al fuego, señalando culpables a los que ajusticiar públicamente. Porque, ya saben, no gastamos términos medios, o los mejores del mundo o lo peor de lo peor.
Richard Vaughan, que ha alcanzado el éxito en nuestro país intentando enseñarnos a hablar inglés, afirma que España no está a la cola de nada en nada. Y venía a cuento de la cantinela de lo mal que estamos en el asunto de los idiomas. Según nosotros mismos, peor que mal. Según él, y de esto sabe y puede comparar, no es para tanto. Y es la sensación que tienes cuando viajas al extranjero y retornas. Y está bien mantener un espíritu crítico e inconformista, que no ha de confundirse – y se confunde - con el dramatismo derrotista e improductivo que no conduce más que al lamento y la queja. Porque tendemos a regocijarnos en lo malo, que lo hay, sin hacer nada para cambiarlo. Y, sin embargo, lo bueno, que también hay, lo damos por supuesto, como si careciera de valor. Eso sí, seguro que al otro lado del charco ya hay gente trabajando para que el mismo error no vuelva a suceder.
LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS 03/03/2017
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