Idéntico titular de prensa que hace veintitantos años. La exigencia al Gobierno de un futuro para el carbón. A pesar de la millonada que regó estas tierras –o igual por su causa- continuamos en la casilla de salida, agarrados al mismo clavo ardiendo que, a fuerza de hacer callo, ya no nos produce tanto dolor. La reconversión quedó en nada, la reestructuración, en agua de borrajas, y la sentencia de “mina o nada”, inmutable. Sin cultura emprendedora difícilmente lograremos que cuaje un tejido empresarial dinámico. Sin iniciativa privada malamente dejaremos de ser dependientes crónicos. Y sin una formación de primer nivel nunca podremos aspirar a ser tierra de asentamiento y no de paso o partida. Desde la década de los ochenta hasta la actualidad no hemos conseguido prácticamente nada, salvo aclarar aires y aguas (que no está mal, por supuesto). Hasta el punto de permanecer aferrados al carbón, que a estas horas debería ser una relevante actividad económica. Pero no la única.
Sigo pensando que, como fuente propia de energía, el carbón tendría que ser considerado un elemento estratégico. Por lo que pueda pasar en el futuro, nunca está de más mantener una cierta autonomía energética. De ahí que el completo cerrojazo a la minería me parezca un despropósito, pues estoy convencido de que su reapertura, cuando alguien se dé cuenta del error, será mucho más costosa que la continuidad. Pero, y esta es nuestra culpa, es impresentable que a estas alturas no hayamos sido capaces de poner en marcha otras alternativas. Ni lo intentamos en serio. Y ello no es culpa de Bruselas ni Madrid. Es nuestra, de los poderes dominadores de estos pequeños territorios, del desinterés colectivo, de la ausencia de predisposición para pasar de ser empleados a dueños de nuestro futuro, de la errónea creencia en que la buena voluntad remedia la falta de conocimientos. En las Cuencas hemos querido engañarnos a base de echar la culpa a los demás de nuestro triste devenir. A Oviedo, a la derecha, a los gobiernos de Madrid –sobre todo si son de derechas-, a Europa, a la globalización, al sistema solar… Veintitantos años después ya no hay manera de ocultar que buena parte de esa culpa reside aquí.
LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas 7/6/2016
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