jueves, 9 de junio de 2016

REPUTACIONES



Ahora al Presidente de Murcia también le salpican las aguas fecales. Otro más. A raíz de su salida a la palestra me enteré de que hay empresas dedicadas al blanqueo de reputaciones. Sabía que se blanquean dientes, ropas, paredes y dineros sucios. Pero reputaciones… Por lo visto, uno puede ser un golfo de tomo y lomo, que contrata a estos expertos y en un santiamén borran el rastro de tus andanzas e inventan un pasado acorde con las exigencias del momento. Y donde había una foto saliendo del puticlub ahora aparece otra a la puerta de la iglesia. Y donde se te critica, repentinamente se te comienza a ensalzar. Y donde se te acusa, se te defiende. Y desaparece todo aquello que pueda resultar indecoroso y poco presentable. Y eso, insisto, aunque uno siga siendo un golfo. Hoy en día hasta la reputación personal puede someterse a la cirugía estética.
Antiguamente, si algo tenía el hombre –y cuando digo hombre quiero decir hombre y mujer, no se me altere nadie-, era el concepto de la reputación, el honor, el valor de la palabra dada. No eran necesarios los papeles ni las firmas. Dos manos que se apretaban cerraban un trato. Un gesto de asentimiento sellaba un acuerdo. Tratos y acuerdos que se cumplían porque la reputación estaba en juego. Compromisos que se llevaban a término porque el buen nombre de uno no se ponía en cuestión.
Los abogados sabemos de propiedades que pasaban de unos a otros por simples pactos verbales, de deudas contraídas y saldadas sin que constaran en un solo papel, de negocios emprendidos sin necesidad de firmas. Todo de palabra, cuando la palabra significaba algo. Hoy, ni por escrito mantiene su valor. Y la reputación que hoy se inventa antes se cultivaba a lo largo de la vida con el abono de las acciones cotidianas.
Me imagino el gesto de estupefacción del bisabuelo José si se enterase de estas modernas formas de ganarse una reputación. Con lo que costaba lograr que la comunidad en que vivías le tuviera a uno por serio, formal, cumplidor, digno de fiar. Y ahora eso se colorea, se quita de aquí y se pone de allá. Y todo para simular ser como sabemos que deberíamos ser. 

LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas 8/6/2016

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