jueves, 18 de febrero de 2016

DEMOLER Y REINICIAR



La teoría indica que los gobiernos de derechas suelen ser más aptos para la generación de riqueza y que los de izquierdas lo son para su distribución. Esa es la teoría. La práctica viene a demostrar que los tiros no van por ahí precisamente. Porque en España tenemos una derecha que busca única y exclusivamente la riqueza para unos pocos, administrando un país a modo de enorme cortijo y una izquierda que dice uno y hace otro, que a la hora de repartir no reparte, sino que se lo queda.
En un país razonable, la alternancia entre izquierda y derecha es beneficiosa, puesto que la sociedad obtiene provecho de las virtudes de una y otra. En España eso no sucede porque con independencia de la orientación ideológica, el principio número uno del manual dice que “el que la pille, para él”. 
Acabo de escuchar que en los tribunales españoles hay más de mil causas abiertas por delitos de corrupción. Encabezan la lista, prácticamente a la par, miembros del PP y PSOE. Pero hay de todos los colores y sabores. Así es imposible hacer realidad la aspiración constitucional de que España sea, de verdad, un “Estado social y democrático de derecho”. Los partidos mayoritarios están podridos hasta las raíces, son auténticas estructuras delictivas que vulneran sistemáticamente la Ley y estafan al ciudadano. No dudo de que entre sus militancias y mandos haya gente de buena fe, pero las organizaciones, inicialmente diseñadas para agrupar a los ideológicamente coincidentes para darles voz y representatividad, acabaron degenerando en algo de corte mafioso. Y en tanto no se proceda de una vez a la demolición de esos mamotretos para recuperar el genuino espíritu político, el desarrollo de España, no sólo en lo económico, queda seriamente lastrado.
Pero desolador resulta que lo que hoy se promueve como fuerza revulsiva, nada más comenzar caiga en lo de siempre, en el “arderéis como en el 36”, en los Magos que no son Reyes, en arrancar las placas de las calles… Reculando hasta la II República para ganar la guerra que se perdió, ultrajando símbolos, acosando creencias (bueno, sólo una parece estorbar), jamás nos libraremos de la pesadísima carga que nos impide avanzar. El futuro está allí, adelante. Atrás queda todo lo que no nos permite caminar. 

Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 17/2/2016

lunes, 15 de febrero de 2016

EL PEQUEÑO UNIVERSO



La Bodeguina es un bar pequeño, alargado y tirando a estrecho. Sin embargo, por causas que desconozco, tiene una capacidad de aforo casi infinita. El conocido “¡al fondo hay sitio!” en este caso es cierto y la clientela, como los garbanzos, se las arregla para flotar por más que la olla sea menuda. Y, en consecuencia e inexplicablemente, hay hueco para todos.
Me he atrincherado en un taburete al final de la barra desde donde asisto al bullicio de la noche de viernes. Se percibe en los rostros que el fin de semana acaba de posarse; las voces son alegres y hasta los empujones parecen amistosos. Porque es una de esas noches en las que en La Bodeguina sigue entrando gente, si bien las matemáticas dictan que no caben más. Pues caben.
Me abstraigo del jolgorio para fijarme en la pareja de treintañeros que ocupa una de las mesas. Ella habla mientras él la contempla extasiado, rendido, completamente enamorado. En aquel momento, en aquel lugar, los dos están solos, en una burbuja, ajenos al jaleo que los rodea. Se besan de un modo dulce y discreto. Y se miran fijamente a los ojos, con esa manera de mirar cargada de electricidad que lo dice todo, que sobrepasa las palabras. Y yo, desde mi trinchera, tengo el privilegio de interceptar sus mensajes no hablados sin ser descubierto. Él bebe tinto y ella, blanco. Ni siquiera Nuria, al depositar las copas, rompe su intimidad. Porque, aunque el local esté de bote en bote, allí no hay nadie más. Están en su pequeño universo.
Las idas y venidas me complican la visión de la pareja y un trozo de empanada de Berma reclama mi atención. Cuando me vuelvo, ya no los veo. Se han marchado. Ahora la mesa está ocupada por Elena y Maxi, que acaban de llegar con la fortuna de hallarla libre. Vamos con ellos. “¿Qué piensas?” –me pregunta. No se puede explicar la belleza de ese momento. Hay que observarlo, disfrutarlo y, si acaso, intentar reproducirlo mediante una fotografía furtiva, sobre un lienzo o con palabras escritas, con la conciencia de saber que es imposible reflejar fielmente esa intensidad que obra el milagro de un universo compuesto por dos seres humanos que se aman.

Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 15/2/2016

UNA Y OTRA



Pero qué paciencia hay que tener. La pobre cajera luciendo una sonrisa de resignación y haciendo que escucha mientras la clienta se queja de lo agobiada que está, de la prisa que tiene, de la cantidad de asuntos fundamentales que se ve obligada a gestionar. Conozco a una y a otra. Y sé que a una le cuesta conciliar el sueño a pesar de llegar cada noche reventada a casa. Porque la empresa cambió de manos y su trabajo, como el de sus compañeros, está en el alero. Y es que, por más que los nuevos propietarios manifiesten lo contrario, los hechos llevan a concluir que su estrategia es asfixiar algunos centros, que dejen de ser rentables, para echarles el cerrojo y poner a unos cuantos empleados en la calle. Porque ya saben que en estas operaciones de fusión empresarial, de absorción de unas compañías por otras, siempre hay alguien que sobra. Y los que sobran son los que, precisamente, más dan la cara por el negocio, los que menos ganan y más horas trabajan.
La otra es una vieja conocida, una de esas afortunadas personas a las que, siendo rematadamente inútiles, alguien colocó en un puesto público de modo provisional pero que, por el arte de birlibirloque, se convirtió en perpetuo. Una persona que hace ostentación de su incapacidad y que no se molesta en ocultar que desde que ocupó la plaza no ha habido jornada en la que haya realizado labor de provecho, algo que sus colegas prefieren que no intente, no vaya a ser que lo ponga peor. Una de esas personas que concibe su salario como un derecho no asociado al trabajo.
Una sonríe mientras pasa los productos por el lector, los recoge en bolsas, pesa la fruta, cobra, entrega unos vales, devuelve el cambio y despide a amablemente a la clienta mientras que esta refunfuña y protesta. Una tiene su futuro en el aire y la otra, garantizado. Una gana la mitad, o menos, que la otra. Una, además de hacer de cajera, ha de reponer, limpiar, hornear pan, preparar pedidos, ordenar el almacén, cuadrar cuentas y cerrar. La otra procura no hacer más que leer la prensa y charlar. Ninguna de las dos merece su situación. 

Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 11/2/2016

jueves, 4 de febrero de 2016

CANDIDATOS



Todo aquello que pueda empeorar, emporará. Por Tutatis, que la Ley de Murphy no se cumpla. Porque si nosotros, los españoles, nos debatimos entre Rajoy, Sánchez e, incluso, Iglesias, como presidentes del Gobierno -vaya trío de ases que nos hemos agenciado-, los norteamericanos y, por ende, el universo vive bajo la amenaza de que Donald Trump acabe sentado en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Para qué queremos más. Un fulano que ha de dedicar no menos de una hora diaria a estabilizar y dar forma al tupé. El escenario perfecto como anuncio del Armagedón: En una esquina del cuadrilátero, un estrambótico ricachón al más puro estilo yanqui; en la opuesta, Putin, un chuleta ruso; en medio, todos nosotros; y para aliñar la ensalada, por si le faltara picante, los enloquecidos asesinos islamistas pretendiendo frenar la velocidad de rotación de la Tierra y devolvernos al Medievo. Como para subirse a una patera espacial y buscar la paz y el sentido común en otro planeta. 
La extraña carrera por la sucesión de Obama -la gran esperanza que se fue diluyendo, el hombre que, rompiendo todas las barreras, quedó destinado a cambiar este miserable mundo para dejarlo igual o peor, si cabe- nos afecta directamente. Más incluso que la elección de nuestro propio presidente. Y como el próximo gran líder occidental, el máximo mandatario de la primera potencia terrenal, sea Donald Trump, apaga y vámonos. El acabóse. Es como para ponerse a dudar de las reales capacidades intelectivas del ser humano. Qué se puede pensar, si no, de los cientos de millones de individuos que componen las sociedades libres y que tienen la irritante costumbre de, como apoderados para guiar el destino de nuestras vidas, elegir sistemáticamente a los más tontos, corruptos, ineptos y fantasmones. Para los que creemos en la libertad y la democracia como esencias capitales de la existencia en comunidad, es desolador. Si la defensa de los valores occidentales y del mundo libre termina en manos de Trump, paren, que yo me bajo. Porque el tipo promete emociones tan fuertes que mejor si se contemplan desde la distancia. Y si es una distancia sideral, mejor.
Algo funciona rematadamente mal en las sociedades democráticas cuando los elegidos para conducirlas son los mediocres e impresentables. 

Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 03/02/2016

martes, 2 de febrero de 2016

RAJOY, EL PROBLEMA



Cinco semanas han pasado desde las elecciones generales y continuamos sin Gobierno. Que tampoco se está tal mal (que se lo pregunten a los italianos), pero, en fin, como que queda feo andar por ahí con el ejecutivo en funciones sine die. Como también queda feo llevar cinco años con el presupuesto municipal prorrogado. Se puede vivir, sí, pero no es plan.
Bueno, el caso es que cada vez parece más evidente que el escollo que mantiene bloqueado al PP es el propio Rajoy. Y no es de extrañar, todo sea dicho. Porque, descontando a Berlusconi, no se me viene a la cabeza ningún otro político europeo candidato a la presidencia de un gobierno con una mochila de corrupción más repleta. Rajoy representa ese PP de los cuarenta ladrones, aunque sean muchos más, de negocios turbios, de eternos e inamovibles patrones territoriales, de disposición de lo público en beneficio de lo privado. Un individuo siempre en las proximidades de las tropelías, que siempre asegura desconocer, pero que se reproducen a su alrededor. No participa, no impide, no conoce, no actúa, no hace nada. Y el penúltimo escándalo, nuevamente en la Comunidad Valenciana, es fiel reflejo de esa actitud pasiva, esa permisividad, ese mirar hacia otro lado cuando todos sabemos, incluso Rajoy, que lo que tiene delante de los ojos es un estercolero tremebundo. Un estercolero muy rentable, también. 
Bien es cierto que si incomprensible es que un político tan manchado se presente a unas elecciones, que encima las gane ya es como para salir corriendo. Y eso no es responsabilidad suya.
Me parece que el PP necesita desprenderse con urgencia de una jerarquía apalancada que lleva decenios dando lecciones de moralidad con una mano y revolviendo en la mierda con la otra. Y su figura más representativa a día de hoy es Rajoy. El PP de Rajoy es el de Barberá, el clan Fabra, Castedo y los cientos de imputados levantinos; el de Rato, la mafia madrileña y Bárcenas; el de los pagos en negro, los ingresos opacos, los sobresueldos y las cuentas en los paraísos; el de los capos gallegos y las diputaciones provinciales “atadas y bien atadas”. En definitiva, un tipo con unos antecedentes poco recomendables a la hora de sellar una alianza.


Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 01/02/2016