La teoría indica que los gobiernos de derechas suelen ser más aptos para la generación de riqueza y que los de izquierdas lo son para su distribución. Esa es la teoría. La práctica viene a demostrar que los tiros no van por ahí precisamente. Porque en España tenemos una derecha que busca única y exclusivamente la riqueza para unos pocos, administrando un país a modo de enorme cortijo y una izquierda que dice uno y hace otro, que a la hora de repartir no reparte, sino que se lo queda.
En un país razonable, la alternancia entre izquierda y derecha es beneficiosa, puesto que la sociedad obtiene provecho de las virtudes de una y otra. En España eso no sucede porque con independencia de la orientación ideológica, el principio número uno del manual dice que “el que la pille, para él”.
Acabo de escuchar que en los tribunales españoles hay más de mil causas abiertas por delitos de corrupción. Encabezan la lista, prácticamente a la par, miembros del PP y PSOE. Pero hay de todos los colores y sabores. Así es imposible hacer realidad la aspiración constitucional de que España sea, de verdad, un “Estado social y democrático de derecho”. Los partidos mayoritarios están podridos hasta las raíces, son auténticas estructuras delictivas que vulneran sistemáticamente la Ley y estafan al ciudadano. No dudo de que entre sus militancias y mandos haya gente de buena fe, pero las organizaciones, inicialmente diseñadas para agrupar a los ideológicamente coincidentes para darles voz y representatividad, acabaron degenerando en algo de corte mafioso. Y en tanto no se proceda de una vez a la demolición de esos mamotretos para recuperar el genuino espíritu político, el desarrollo de España, no sólo en lo económico, queda seriamente lastrado.
Pero desolador resulta que lo que hoy se promueve como fuerza revulsiva, nada más comenzar caiga en lo de siempre, en el “arderéis como en el 36”, en los Magos que no son Reyes, en arrancar las placas de las calles… Reculando hasta la II República para ganar la guerra que se perdió, ultrajando símbolos, acosando creencias (bueno, sólo una parece estorbar), jamás nos libraremos de la pesadísima carga que nos impide avanzar. El futuro está allí, adelante. Atrás queda todo lo que no nos permite caminar.
Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 17/2/2016
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