lunes, 15 de febrero de 2016
EL PEQUEÑO UNIVERSO
La Bodeguina es un bar pequeño, alargado y tirando a estrecho. Sin embargo, por causas que desconozco, tiene una capacidad de aforo casi infinita. El conocido “¡al fondo hay sitio!” en este caso es cierto y la clientela, como los garbanzos, se las arregla para flotar por más que la olla sea menuda. Y, en consecuencia e inexplicablemente, hay hueco para todos.
Me he atrincherado en un taburete al final de la barra desde donde asisto al bullicio de la noche de viernes. Se percibe en los rostros que el fin de semana acaba de posarse; las voces son alegres y hasta los empujones parecen amistosos. Porque es una de esas noches en las que en La Bodeguina sigue entrando gente, si bien las matemáticas dictan que no caben más. Pues caben.
Me abstraigo del jolgorio para fijarme en la pareja de treintañeros que ocupa una de las mesas. Ella habla mientras él la contempla extasiado, rendido, completamente enamorado. En aquel momento, en aquel lugar, los dos están solos, en una burbuja, ajenos al jaleo que los rodea. Se besan de un modo dulce y discreto. Y se miran fijamente a los ojos, con esa manera de mirar cargada de electricidad que lo dice todo, que sobrepasa las palabras. Y yo, desde mi trinchera, tengo el privilegio de interceptar sus mensajes no hablados sin ser descubierto. Él bebe tinto y ella, blanco. Ni siquiera Nuria, al depositar las copas, rompe su intimidad. Porque, aunque el local esté de bote en bote, allí no hay nadie más. Están en su pequeño universo.
Las idas y venidas me complican la visión de la pareja y un trozo de empanada de Berma reclama mi atención. Cuando me vuelvo, ya no los veo. Se han marchado. Ahora la mesa está ocupada por Elena y Maxi, que acaban de llegar con la fortuna de hallarla libre. Vamos con ellos. “¿Qué piensas?” –me pregunta. No se puede explicar la belleza de ese momento. Hay que observarlo, disfrutarlo y, si acaso, intentar reproducirlo mediante una fotografía furtiva, sobre un lienzo o con palabras escritas, con la conciencia de saber que es imposible reflejar fielmente esa intensidad que obra el milagro de un universo compuesto por dos seres humanos que se aman.
Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 15/2/2016
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