lunes, 11 de mayo de 2015

DIARIO DE LA 442 - y 11. EPÍLOGO




El paciente nunca se pareció a Usain Bolt, por lo que tampoco era previsible que abandonara la 442 raudo y veloz. Pero salimos, que no es poco. Dejo parte de mi vida en esta habitación, en la que descubrí lo enriquecedor y gratificante que puede ser cuidar a otra persona, en la que durante días he tenido tiempo para pensar, escribir, rezar y, sobre todo, querer a este cencerro quejicoso que tengo por padre, que se resiste condenadamente a seguir cualquier instrucción que le doy. Señor, dame paciencia.
La 442 acabó siendo una estancia familiar, como de casa, de la que entras y sales con absoluta naturalidad. En ello tiene mucho, muchísimo que ver el trato cariñoso a la vez que profesional dispensado por el escuadrón de pijamas blancos que, como el torrente sanguíneo, transportan la vida en la cuarta planta central del Álvarez-Buylla. Este diario ha sido para mí una válvula de escape a través de la cual pude liberar la presión del volcán de miedos, inquietudes y sentimientos que desconocía albergar, al menos, en tal intensidad. Nos vamos con la lógica certeza de que más pronto que tarde volveremos. Pero ahora, hoy, nos vamos.
Quiero agradecer a mi madre que me autorizara a escribir y publicar este diario. En unos momentos tan duros entendió lo que me estaba pasando y lo adecuado de aprovechar las propiedades analgésicas de la escritura. A Cris, siempre Cris. A LA NUEVA ESPAÑA y, en particular a Mario Antuña, que aceptó una propuesta dudosamente periodística a la que supo dar coherencia. A Susana y Ana, mi respaldo en el trabajo, que sin vacilaciones cubrieron mi ausencia, lo que me permitió concentrarme en la tarea de ayudar a saquear, ¡uy, perdón!, sacar adelante a mi padre. A los ángeles de la unidad de reanimación, que devuelven el aliento tanto a pacientes como a familiares. Al equipo médico quirúrgico que, además de repararlo, fue víctima de su enfado. Es el precio a pagar por la osadía de operar a un colega. Y a todos a los que sentí a mi espalda, preocupados y dispuestos a echar una mano. Salgo de la 442 consciente de que no soy el mismo. Espero que sea para mejor. Gracias, querido lector, por su paciencia. Mis disculpas.

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