martes, 26 de mayo de 2015

INTIMIDAD



Al otro lado del tabique una chica llora sin consuelo posible, a lágrima viva, en una explosión de dolor que eriza la piel y encharca los ojos. Y entonces te das cuenta de las deficiencias de la obra. El lugar en el que se dan noticias tan terribles, como es el fallecimiento de un ser querido, debería estar mejor aislado. A la decena larga de personas que aguardamos en la sala de espera de las urgencias del hospital se nos encoge aún más el corazón. Porque bastante encogido lo tenemos ya cuando nos encontramos allí, contando los minutos, ansiosos por saber algo de los que tenemos dentro llenos de cables y tubos. Y el llanto desesperado de aquella chica, que entre gritos y sollozos se lamentaba de no haber podido hacer más y que preguntaba al universo por qué, por qué, por qué, nos hacía temer, en una reacción tan egoísta como natural, que los próximos fuéramos nosotros, como si el mal fario se hubiera instalado en la sala.
Hay cosas que se pueden hacer mejor. Hay situaciones que requieren una absoluta intimidad. Hay momentos en los que es exigible una mayor sensibilidad. Porque no debimos ser involuntarios testigos de aquel inmenso dolor ni de las agitadas entradas y salidas de familiares en el  despacho de información. Porque la furgoneta de la funeraria no debería estar aparcada justo delante de la puerta de las urgencias como un negro presagio para los que ingresan. Porque hemos de ser más delicados y respetuosos. Porque los que están pasando por uno de los peores momentos de su vida necesitan un entorno protegido, discreto y humano. No se ha estropeado el televisor ni se rompió la pantalla del móvil: ha muerto una persona. Y habría que evitar que el sufrimiento de los que aquí lloran su reciente marcha quede a la vista de todos. No es más que planificar, construir y distribuir teniendo presente que, antes o después, nos veremos en la misma situación. Y creo que, llegado el momento, a la mayoría nos gustaría que se preservara nuestra intimidad.   
Y es que me da la impresión de que lo olvidamos con demasiada facilidad. Hasta que nos toca pasar por ello. 

Publicado en LA NUEVA ESPAÑA DE LAS CUENCAS el 23/5/2015


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