martes, 24 de febrero de 2015

NOS ESCUCHAN



Desde que supimos que el televisor puede estar escuchando nuestras conversaciones la vida en casa es una balsa de aceite. Ni una voz más alta que otra. Mano de santo. Porque tienes la sensación de no estar solo, de haber invitados a los que no se debe dar la tabarra con las intimidades familiares. Que, por cierto, hay muchos de esos, de los que buscan audiencia para airear las desavenencias conyugales, como si al resto de la humanidad nos importaran sus discusiones y regañinas. 
Bueno, a lo que íbamos, que fue leerlo en internet y entrarnos un ataque de placidez cosa fina. Y vaya bien que se está así, con las riñas en timbre bajo y tono suave, haciéndonos señas, cuando nos acaloramos, en dirección a la tele, que igual está con la oreja puesta y tenemos al otro lado a un coreano pendiente de nuestro íntimo culebrón. Y como que le entra a uno ese pudor de cuando hay alguien de fuera. De hecho, por si las moscas, ahora evito cualquier comportamiento poco decoroso cerca de la pantalla, no vaya a ser que, además de escuchar, también nos esté viendo, como esos ordenadores a los que misteriosamente se enciende la cámara y te pillan sacándote un moco con fruición. Pues desde que se todo esto sólo paso frente al televisor estando lavado y bien peinado, en perfecto estado de revista, que no tengo ganas de que un asiático me saque en sus videos de primera. E insisto a Cris para que haga lo mismo, no vayamos a tener un disgusto. Y desde entonces no entra en el salón sin estar convenientemente maquillada. Que el qué dirán es muy importante, aquí y en el extremo oriente. 
Pero me estoy percatando de que la supuesta actividad de espionaje de nuestro televisor puede causar que brote en todo su esplendor ese neurótico que llevamos dentro. Esta noche nos hemos espiado mutuamente. He pasado tres horas en pijama apostado en el pasillo, atento al aparato, anotando cualquier proceder sospechoso. Y allá a las cinco de la mañana me pareció que se le escapó un bostezo y sonaba como si masticara patatas fritas. Esto me lo voy a tomar como un desafío. A ver quién resiste más de los dos. Ríndete, condenado artefacto. 

Publicado en La Nueva España de Las Cuencas el 24/2/2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario