martes, 22 de julio de 2014

ORTOGRAFÍA



Resulta que es noticia que en el telediario de La Sexta se hayan colado varias faltas de ortografía bien gordas. Pues tampoco nos debería sorprender tanto. Es la consecuencia de lo que se ha estado labrando desde hace tiempo. En mis años de estudiante, y en los anteriores de una forma aún más acentuada, la corrección ortográfica era básica. De hecho, lo habitual era que un examen con alguna falta de ortografía mereciera, sin más, un suspenso. Y, en el mejor de los casos, cada falta restaba puntuación. Por ello, por nuestra propia supervivencia académica, nos preocupábamos de aprender a diferenciar entre hecho y echo, grabar y gravar, a ver y haber, de conocer los acentos, los signos de puntuación, las mayúsculas, la construcción de las oraciones, en definitiva, de saber hablar y escribir en nuestro idioma.
Pero los tiempos cambiaron y el dominio de la lengua, pasó a un segundo, incluso tercer plano. Es más, la corrección ortográfica dejó de ser un requisito imprescindible, por lo que el alumno, que no es tonto y que controla perfectamente el orden de prioridades, degradó inmediatamente la ortografía dentro de su escala de “esto es lo que hay que hacer para aprobar”.
Y los resultados ya se están incorporando al mercado laboral y ahora controlan los teclados desde los que se lanzan los titulares que aparecen sobreimpresionados en los informativos de televisión. Y dentro de las políticas de ahorro, muchas empresas periodísticas decidieron prescindir de la figura del corrector, ese trabajador que repasaba de arriba abajo, a la caza de incorrecciones sintácticas, errores ortográficos y gazapos, todos los textos antes de su publicación o emisión. Ahora todo queda confiado al corrector incorporado en el ordenador que, como ya hemos podido comprobar en más de una ocasión con gran disgusto, también patina de lo lindo.
La importancia actual de la ortografía se ve cada día en lo que se escribe en internet, en los mensajes de texto del móvil. Las patadas al diccionario han ascendido hasta alcanzar el grado de normalidad. Incluso en escritos oficiales redactados por profesionales puede uno darse de bruces con verdaderas atentados contra el idioma. Porque ha dejado de ser imprescindible para seguir adelante, porque se le ha arrebatado su importancia y porque hacerlo bien da mucha pereza.

LNE de Las Cuencas 22/7/2014 


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