Y la gente sigue picando en los timos
de toda la vida. Anda por Gijón una banda que aún le está sacando partido al
tocomocho y la estampita. Dicen los que saben de estas cosas que el motivo de
que sean timos intemporales y que, por más que su funcionamiento nos resulten
archiconocidos, mantengan su éxito, es que tocan en lo profundo de la
personalidad humana, excitando uno de sus motores más poderosos: la codicia. De
repente, nos hallamos ante la oportunidad de meternos en el bolsillo un buen fajo
de billetes, aunque sea a costa de un supuesto desgraciado falto de
entendederas – personaje que interpretó de modo magistral el gran Tony Leblanc
en Los Tramposos -. Es el olor de un dinero surgido inesperadamente, esa
oportunidad que sólo acontece una vez en la vida y que es capaz de echar abajo
los escrúpulos y las barreras morales hasta dejarnos sin plumas y cacareando. Y
con la furia del estafado mezclada con la vergüenza del que sabe que aquello no
era nada decente.
A pesar de todo, sorprende que se
sigan produciendo estos timos en un tiempo en que esta clase de actividades se
realizan de otro modo y por otros autores. Nos timan los bancos al cobrar más
comisiones de las comprometidas; nos timan las empresas eléctricas al contar
los vatios que consumimos como y cuando les da la gana y facturarlos como les
sale de las narices; nos timan las administraciones públicas al prestar menos y
peores servicios de los que anuncian y al publicitar que bajan o congelan los
impuestos que, en realidad, suben; nos timan las compañías petrolíferas con los
precios de los combustibles; nos timan las empresas de telefonía al falsear sus
ofertas, que en contadas ocasiones coinciden con la realidad. Y, en general, en
nuestra vida diaria somos víctimas constantes de timos, lo que nos lleva a
reafirmarnos en el principio esencial de que nadie da duros a cuatro pesetas.
Y, si lo hace, es que hay gato encerrado.
Los buenos timadores son listos,
hábiles, saben elegir a sus víctimas, qué teclas pulsar y cuándo ahuecar el ala.
Pero, sobre todo, dominan el arte de sacar el codicioso que llevamos dentro. Y,
entonces, estás perdido.
LNE de Las Cuencas 20/7/2014
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