Pero qué útil es esto de internet,
¿verdad? Encuentras de todo, accedes a la información en un abrir y cerrar de
ojos y solucionas en un momento lo que años atrás requería vueltas y más
vueltas. Y de lo que se entera uno. Si vas a viajar, antes de ponerte en marcha
puedes hacerte una idea del lugar, incluso puedes verlo a pie de calle, elegir
el hospedaje, los restaurantes, los sitios que merecen la pena ser visitados,
sobre la base de las experiencias de los viajeros que ya pasaron por allí. Por
cierto, que tiene su gracia que en la mayoría de ocasiones encuentres opiniones
radicalmente opuestas sobre un mismo hotel o restaurante. Ayer estuve buscando
alojamiento en una ciudad concreta y casi acabo majareta –que, por otra parte,
es el efecto secundario más relevante del exceso de información-. El mismo hotel,
para unos estaba en el centro de la ciudad y para otros estaba bastante
apartado. Unos sostenían que las habitaciones eran confortables mientras que
otros aseguraban no haber podido pegar ojo. Para unos, el desayuno era
abundante y correcto y para otros, escaso e incomestible.
Pero lo que ya es la bomba es la
lectura de las críticas extranjeras traspuestas al castellano por obra y gracia
de los traductores automáticos. Puede uno llorar de risa. Escudriñando en las
decenas de opiniones sobre el hotel en cuestión encontré la siguiente frase:
“Cuidado con las camareras crecientes tempranas”. Que uno lee eso y se
sobresalta sí o sí. Pero qué clase de personal contrata ese hotel, que da miedo
la cosa, unas camareras que crecen de madrugada o algo por el estilo. La verdad
es que mi primera intención, por si las moscas, fue descartar definitivamente
ese alojamiento. Pero me pudo la curiosidad y me detuve a leer aquella crítica
en su totalidad. Gracias a la traducción automática, las doce líneas se hacían
prácticamente incomprensibles, por lo que no se sabía si el hotel estaba bien o
mal. Sólo saqué en claro que lo de las camareras crecientes tempranas se
refería a que la limpieza de las habitaciones se iniciaba de buena mañana,
demasiado pronto para el huésped. Y si aquella enigmática frase no me daba
buena espina, imaginar el zumbido del aspirador a primera hora facilitó mi
decisión.
Publicado en LNE de Las Cuencas el 11/6/2014
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