La rutina lleva a la relajación y esta,
a cometer errores. Cruzamos la calle por donde siempre, casi sin fijarnos;
manipulamos de modo automático aparatos que pueden resultar peligrosos, sin
prestar atención a lo que estamos haciendo, sin comprobar que todo funciona
correctamente, sin observar a nuestro alrededor por si existiera riesgo de dañar
a otras personas. Es entonces cuando sobrevienen los accidentes. No hay mala
voluntad ni negligencia. Es la rutina, que puede acabar siendo mortal.
Supongo que a todos la vida nos da un
sustillo de vez en cuando, ese recordatorio de que hemos de mantenernos en un
mínimo estado de alerta. Un perro que repentinamente cruza la calzada y que nos
obliga a dar un volantazo, un mal paso al caminar de modo distraído, una
herramienta con la que nos lastimamos por no utilizarla correctamente. Y si
malas pueden ser las consecuencias propias, aún peor es poner en peligro a los
demás. Un pinchazo en la tubería del gas, una chapuza casera, un despiste al
volante, son suficientes para provocar un daño tremendo. Y luego vienen los
lamentos, por qué no lo pensaría antes, quién me mandaba a mí, qué mala suerte
la mía...
Soy el primero en entender que a
veces es complicado prestar la atención debida cuando uno va por la vida con la
cabeza cargada de preocupaciones, pensando en los recibos que están al caer,
los ingresos que no acaban de llegar, los padres, los hijos... Vamos y venimos,
abrimos y cerramos, cruzamos, arrancamos y frenamos, encendemos y apagamos,
montamos y desmontamos, con la mente desconectada de lo que estamos haciendo, Pero es que hemos de ser conscientes de que
por una tontería, en un visto y no visto, la tenemos liada.
Ayer nos ocurrió a nosotros. Afortunadamente
todo quedó en un susto y no se produjo ningún perjuicio, salvo la presión
arterial de los que nos vimos involucrados. Pero es un susto que nos obliga a
redoblar la atención, a elevar el estado de alerta, a ser más previsores, de
modo que hagamos menos probable que por nuestras acciones alguien pueda salir
malparado. Es lo que siempre nos dijeron nuestras madres: piensa bien antes de
actuar.
Publicado en LNE de Las Cuencas el 10/6/2014
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