martes, 10 de junio de 2014

ALERTA



La rutina lleva a la relajación y esta, a cometer errores. Cruzamos la calle por donde siempre, casi sin fijarnos; manipulamos de modo automático aparatos que pueden resultar peligrosos, sin prestar atención a lo que estamos haciendo, sin comprobar que todo funciona correctamente, sin observar a nuestro alrededor por si existiera riesgo de dañar a otras personas. Es entonces cuando sobrevienen los accidentes. No hay mala voluntad ni negligencia. Es la rutina, que puede acabar siendo mortal.
Supongo que a todos la vida nos da un sustillo de vez en cuando, ese recordatorio de que hemos de mantenernos en un mínimo estado de alerta. Un perro que repentinamente cruza la calzada y que nos obliga a dar un volantazo, un mal paso al caminar de modo distraído, una herramienta con la que nos lastimamos por no utilizarla correctamente. Y si malas pueden ser las consecuencias propias, aún peor es poner en peligro a los demás. Un pinchazo en la tubería del gas, una chapuza casera, un despiste al volante, son suficientes para provocar un daño tremendo. Y luego vienen los lamentos, por qué no lo pensaría antes, quién me mandaba a mí, qué mala suerte la mía...
Soy el primero en entender que a veces es complicado prestar la atención debida cuando uno va por la vida con la cabeza cargada de preocupaciones, pensando en los recibos que están al caer, los ingresos que no acaban de llegar, los padres, los hijos... Vamos y venimos, abrimos y cerramos, cruzamos, arrancamos y frenamos, encendemos y apagamos, montamos y desmontamos, con la mente desconectada de lo que estamos haciendo,  Pero es que hemos de ser conscientes de que por una tontería, en un visto y no visto, la tenemos liada.
Ayer nos ocurrió a nosotros. Afortunadamente todo quedó en un susto y no se produjo ningún perjuicio, salvo la presión arterial de los que nos vimos involucrados. Pero es un susto que nos obliga a redoblar la atención, a elevar el estado de alerta, a ser más previsores, de modo que hagamos menos probable que por nuestras acciones alguien pueda salir malparado. Es lo que siempre nos dijeron nuestras madres: piensa bien antes de actuar.


Publicado en LNE de Las Cuencas el 10/6/2014


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