Voy a felicitarme, porque estoy de
aniversario. Hace nada menos que quince años que La Nueva España me regaló un
hueco entre sus páginas en el que poder explayarme en libertad. Aquello que
comenzó como algo circunstancial me ha llevado hasta aquí. Según el contador del
ordenador, son 1850 columnas en estos tres lustros. Ni en sueños imaginé que
pudiera tener tanta cuerda. Ni por lo más remoto. Es el día de hoy que continúo
sorprendiéndome de encontrar motivación y ganas de sentarme a escribir y de
seguir experimentando el placer de hacerlo.
Quince años vienen a suponer el 30%
de mi vida, un periodo considerable, sin duda. Y si bien sobrevienen épocas de
sequía – algo que, al parecer, sucede con relativa frecuencia a los que se
dedican a esto de escribir -, y de cierto hastío, ignoro por qué pero siempre
son episodios pasajeros y repentinamente la cabeza vuelve a llenarse de ideas e
historias que esperan ser mecanografiadas. Bien puede ser que escribir estas
trescientas y pico palabras se haya convertido en una necesidad, la terapia que
requiere el que se siente más cómodo y libre plasmando sus pensares sobre un
papel que soltándolos al aire. Yo hablo porque tengo que hacerlo, pero lo mío
es escribir, sin que se acelere el pulso ni la respiración se agite. Y con la
plena conciencia de la responsabilidad que acepta quien decide publicar, con su
nombre y su imagen, para que lo lean cientos de personas desconocidas. Curioso
contraste con el actual anonimato de las redes sociales de internet. Cuando junto
a las palabras está la identificación del autor, se aprende a pensar y repensar
antes de pulsar “enviar”.
Quince años enseñan mucho, desde la
importancia de fijarse, prestar atención a lo que te rodea, porque de ahí,
incluso de lo más insustancial sale una historia, hasta el incalculable valor
de la libertad de pensamiento y opinión. El inicial empeño por hacer valer mi
independencia ideológica resultó tan baldío que hace muchos años ya que dejé de
preocuparme de ello. Para unos soy así, para otros, asá y a la mayoría le
importa un bledo. Pero, vamos, tanto tiempo después y miren dónde estoy: donde
estaba. Ni más ni menos.
En fin, que espero no resultar
molesto, pero hoy me apetecía soplar esta vela. Gracias.
Publicado en LNE de Las Cuencas el 21/5/2014
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