El próximo 25 de mayo, además de las
elecciones europeas, se celebrará un referéndum en la localidad vallisoletana
de Castrillo de Matajudíos para decidir el cambio de nombre de la población,
acontecimiento mucho más interesante que el resultado del duelo Cañete –
Valenciano. Por cierto, que Cañete ya pisó la primera caca, abriendo las
puertas a la progresía para que lo califiquen de machista. Bien hecho, Cañete,
a ver cuánto tardas en que te llamen fascista.
Porque sí, será muy tradicional y lo
que se quiera, pero el nombrecito del pueblo se las trae. Y no creo que en
estas condiciones pudieran promocionarse como destino turístico en Israel, por
ejemplo. Como lo de Matamoros. Y Despeñaperros, que vaya nombre requetefeo para
la puerta norte de Andalucía y no pasaría nada si lo cambiaran. Porque a
nosotros nos suena familiar y no nos detenemos a pensar en su significado, pero
imaginen las caras de espanto de los extranjeros que solicitan la traducción. Y
si además viajan con sus mascotas, ni les cuento. Asturias tiene el alto del
Pozo de las Mujeres Muertas, nombre siniestro donde los haya, lugar en el que
se le tiene que poner a uno un cuerpo al pasar por ahí, sobre todo si es
fémina, que no veas.
Todo ello responde a hechos
históricos, tradiciones e incluso inexactas traducciones que en su momento
tuvieron sentido y justificación. Así, en España, escabechar moros y judíos era
una actividad muy bien vista en el siglo XV. De ahí la existencia de unos
topónimos que hoy, por su actual carga negativa, es posible que lastren más que
ayudar. Y así deben de percibirlo en Castrillo de Matajudíos, donde supongo que
por ahora no se habrán planteado invitar a Woody Allen a que les visite ni un
hermanamiento con alguna población israelí.
Los tiempos cambian y, si bien nos
incumbe a todos preservar la historia y la tradición en su conjunto, hay
detalles que conviene actualizar para evitar que queden como un horror. Si se
dan cuenta, lo moderno es seguir matando judíos. Y moros. Y negros, blancos,
amarillos y del color que sean. Asimismo, martirizar a los animales,
abandonarlos y matarlos de modo cruel continúa siendo algo tristemente
habitual. Es algo plenamente de moda. Pero ponerlo por escrito está
completamente desfasado.
Publicado en LNE de Las Cuencas el 20/5/2014
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