miércoles, 14 de marzo de 2012

PASARSE DE FRENADA

El presidente de Mercadona, orgulloso por encabezar una de las empresas más solventes, dinámicas y avanzadas de España, se vino arriba para acabar patinando en su comparecencia ante los medios de comunicación.
Es admirable que la compañía levantina sea capaz de obtener pingües beneficios en un contexto económico tan complicado como el actual, y conciliar a un tiempo los rendimientos con el respeto a las condiciones laborales de su plantilla. No en vano, Mercadona lidera el escalafón de contrataciones indefinidas, modalidad casi tan rara como los billetes de 500 €.
Sin embargo, llevado por la emoción del momento, el señor Roig puso como ejemplo de cultura de esfuerzo a los chinos que han venido a España a ganarse la vida. Y se pasó de frenada. Porque nadie duda de que los chinos se esfuercen y que sean laboriosos pero, ¿a cambio de qué? ¿Sueldos miserables y horarios infinitos? ¿Sometimiento incondicional?
Tiene su gracia que los chinos aspiren a hacer fortuna para poder vivir como occidentales mientras que entre los nuestros los haya con la pretensión de que trabajemos como chinos.
A ver si me explico: el trabajo ha de ser una parte de la vida, pero no la vida en sí. Consagrar la existencia a apretar tornillos, redactar demandas, coser pantalones o cargar palés de yogures es absurdo, un completo desperdicio. Hemos de trabajar para vivir y no a la inversa. Porque vivir para trabajar sólo conduce a la creación de dos niveles: los que sólo trabajan y los que se pegan la gran vida gracias a los primeros.
¿Acaso al presidente de Mercadona le gustaría llevar la vida de un comerciante asiático, anclado día tras día al negocio, sin horas, sin fiestas, sin descanso? Y si para ser competitivos hay que imitar a los chinos, ¿vale la pena? ¿No hay soluciones que no pasen necesariamente por la explotación humana?
Pues claro que los chinos fabrican más barato: si los españoles copiásemos lo que inventan otros, trabajáramos a cambio de una miseria, renunciáramos a todos nuestros derechos, dedicáramos la vida entera a la empresa, sin vacaciones ni ocio, y nos conformáramos viviendo amontonados en unos pocos metros cuadrados, también seríamos más competitivos. Pero, ¿quién quiere eso?


Publicado LNE 14/3/2012

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